Pablo Hasél, a la izquierda, exhibe una bandera soviética con la imagen de Lenin.

El rapero Hasél: cuando Stalin es la musa

El cantante, pendiente de sentencia tras ser juzgado hoy en la Audiencia Nacional por insultos a la Corona, forma parte de la nueva generación de músicos de ultraizquierda -ataca a Podemos y apoya a los disidentes de la izquierda abertzale- surgida de Youtube e inspirada por la épica violenta

óscar b. de otálora

Jueves, 1 de septiembre 2016, 18:58

El cóctel compuesto por el magma de indignados post-15-M y las redes sociales explica mucho de los hechos que se viven hoy en día en España. Entre ellos, el caso del rapero Pablo Hasél, que se enfrenta ha sido juzgado hoy en la ... Audiencia Nacional por delitos de enaltecimiento del terrorismo, contra la Corona y calumnias e injurias contra las instituciones del Estado y se encuentra a la espera de sentencia, sin que se le hayan aplicado medidas cautelares. Ya cuenta con una condena previa de dos años de prisión por apología de ETA o Al Qaida, lo que supone que una sentencia en su contra implicaría su ingreso en prisión.

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Pablo Hasél es el nombre artístico de Pablo Ribaguda, un joven nacido hace 28 años en Lleida. Procede de una familia bien, hijo de un padre empresario dedicado a las empresas dedicada al control de plagas y que llegó a ser presidente de la Unió Esportiva Lleida, el club de fútbol de la ciudad. Su carrera musical comienza en 2005, cuando colgó sus primeros temas en la Red. A partir de ese momento su nombre empezó a sonar en el mundo del rap, una corriente subterránea de la escena musical española pero con legiones de seguidores y adeptos gracias a las redes sociales. Sin embargo, mientras que la mayoría de los artistas se orientan hacia una mezcla de la reivindicación y la apoteosis de las drogas y el sexo, Hasél se desvió enseguida hacia el lado más político. En poco tiempo se colocó la etiqueta de rapero comunista. En 2011 ya fue detenido por una serie de canciones en las que incitaba a asesinar al entonces lehendakari Patxi López y mostraba su admiración por ETA, Al Qaida o los Grapo. Por estas temas sería condenado tres años más tarde en la Audiencia Nacional por un delito de enaltecimiento del terrorismo.

La Internacional con Pablo Iglesias

Su fama en el mundo 'underground' del 'hip hop' se consolidó después de que, en 2012, editase su primer poemario -'Dos canallas a sueldo de La Habana'- con temas como 'El romance de Ana Botella', repleto de insultos a la excalcaldesa de Madrid. El último poema del libro lo escribe Manuel Pérez Martínez, 'Camarada Arenas', uno de los fundadores de los Grapo y actualmente en prisión por delitos de terrorismo.

Para entonces, Hasél formaba parte de las corrientes alternativas que se entretejían con corrientes radicales en las que Podemos comenzó a crecer. Hasél se grababa cantando la internacional junto con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón y se retrataba junto a Juan Manuel Sánchez Gordillo, el alcalde de Marinaleda y líder de la izquierda radical de Andalucía.

Sus canciones seguían siendo una colección de consignas sincopadas, en las que arremetía contra el capitalismo, defendía que se fusile a Zapatero y aseguraba que «no llenaba de plomo» a los políticos porque sus letras, opinaba, les molestaban más. Estas palabras, sin embargo, aparecían junto a referencias a protestas contra las discotecas en las que dejaban entrar a las chicas sin pagar o ataques a las «locas histéricas que acuden a los conciertos de Pablo Alborán».

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Su deriva política le fue conduciendo a la radicalidad que se desliza ya en el precipicio de los bordes del sistema. Su música seguía siendo marginal pero su presencia en las redes, en especial en Twitter, comenzó a tomar protagonismo. Los líderes de Podemos comenzaron a alejarse de su figura y él no se lo perdonó. En 2014 fue detenido por realizar un ataque con otros quince jóvenes que se declaraban 'comunistas' contra un grupo antinacionalista de Lleida. Protagonizó encierros en la universidad y comenzó a elevar el tono de sus mensajes. Su condena por enaltecimiento del terrorismo le aisló más pero le convirtió en un héroe para los radicales que se mueven en la clandestinidad de las redes sociales.

Colau, «mascota de las multinacionales»

Sus ataques se incrementaron. Comenzó a llamar a Podemos «partido domesticado», al tiempo que arremetía, por igual, a la Monarquía, a Manuela Carmena, a Amancio Ortega o al Dalai Lama, por anticomunista. A la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la define como «mascota de multinacionales y azote de manteros. Una Fernández Díaz versión progre».

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En abril de este año, Hasél intervino en un acto en Bilbao organizado por el Movimiento por la Amnistía y Contra la Represión, el grupo de disidentes de la izquierda abertzale que considera traidores a los dirigentes de Sortu por, cuestiones como no pedir la amnistía. Su actuación provocó que el Ayuntamiento de la capital vizcaína iniciase el expediente para cerrar el gastetxe de Rekalde -donde había tenido lugar su actuación- con el argumento de que el local carecía de permiso para esos espectáculos. Ese mismo mes fue procesado en la Audiencia Nacional por quince tuits en los que arremetía contra la Corona.

Sus últimos mensajes en Twitter muestran su huida hacia adelante. Defiende al polémico y bronco actor Willy Toledo y se muestra contrario al proceso de paz en Colombia, situándose al lado de los miembros de la organización terrorista que han rechazado abandonar las armas. En su deriva, llegar incluso a dudar del régimen comunista cubano por haber permitido que en la isla caribeña se celebrasen las conversaciones de paz que han llevado al acuerdo de pacificación para Colombia. Sus ídolos que no le defraudan son personajes como el dictador Josef Stalin -Hasél pone en duda que bajo su mano se produjeran en Rusia purgas y asesinatos en masa- o el propio Lenin.

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