Garbiñe Biurrun: lo que pudo ser
Olatz Barriuso
Martes, 3 de mayo 2016, 20:37
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Olatz Barriuso
Martes, 3 de mayo 2016, 20:37
La llegada de Podemos a la cotidianeidad española ha puesto de moda la figura del casi candidato, ese fichaje estrella que se anuncia a bombo y platillo y al final se queda en agua de borrajas, como De Gea con el Real Madrid. La diferencia ... es que si aquel embrollo se debió al choque de intereses entre clubes, el patrón podemita, en el que son recordadas las de Villadiego de los catedráticos Javier Pérez Royo y Manuel Gómez Benítez antes del 20-D, apunta más bien a los riesgos de aventurarse como independiente en una estructura heterogénea pero más férrea y vertical que circular. Que les pregunten por el particular a Monedero, a Errejón, a Sergio Pascual, a Roberto Uriarte... A no ser, eso sí, que sea uno Manuela Carmena y, como «alcaldesa de todos», musa de la transversalidad e imagen de marca, se pueda permitir ponerse la campaña por montera. Por mucho que a nadie se le escape en los mentideros madrileños que la exjueza es muy consciente de haberse metido en un berenjenal.
Posiblemente algo se habrá mirado Garbiñe Biurrun, otra mujer de leyes, en el espejo de la sucesora de Ana Botella. Y ha dejado a Podemos compuesto y sin novia (y sin plan B, que es peor) a apenas cinco meses de las elecciones vascas. Mientras la ejecutiva morada se preparaba para lanzar su candidatura este viernes a la vera del líder Iglesias en el BEC, en los pasillos de la televisión pública vasca, en la que colabora asiduamente, ya había dejado caer que iba a ser que no.
Biurrun, que habría pasado de cobrar como presidenta de sala a conformarse con el equivalente a tres salarios mínimos interprofesionales que impone Podemos como techo dinerario a sus diputados, habrá sopesado, seguramente, las posibilidades reales que tenía de ser lehendakari (o vicelehendakari.. ¿de Urkullu?) y las papeletas que coleccionaba, en cambio, para convertirse en jefa de la oposición en un grupo parlamentario en el que notaría, seguro, la brecha generacional y la diversidad de trayectorias y tradiciones políticas. ¿Recuerdan a Laura Mintegi, la escritora y profesora que fichó EH Bildu en 2012? Abandonó su escaño antes de cruzar el ecuador de la legislatura.
No obstante, pesan mucho más en el análisis político las consecuencias de la decisión de la mediática magistrada que las causas que hayan podido precipitarla. Para empezar, propios y extraños se ponían de acuerdo en que Biurrun era una candidata óptima para Podemos por su perfil transversal, su presumible capacidad para atraer al votante menos ideologizado de EH Bildu y sumar voluntades en torno a su figura.
Una especie de cara amable de los morados (con pedigrí institucional y pasado como simpatizante de la Ezker Batua de Madrazo que compartió tripartito con Ibarretxe) que el PNV no veía con malos ojos. Es más, en Sabin Etxea y en Ajuria Enea admiten que con ella habría sido «más fácil» compartir programas y tejer acuerdos. No en vano, la propia Biurrun contrarió a la dirección vasca de Podemos al rechazar el desalojo jeltzale como objetivo político. ¿Habría sido el principio de una bonita amistad? Nunca lo sabremos.
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