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Distintos, sí, pero con matices

El PNV pone a Euskadi como ejemplo de país que sabe pactar, aunque olvida sus diatribas cuando el beneficiario fue otro

Alberto Ayala

Martes, 3 de mayo 2016, 02:03

Estrella Morente se convirtió ayer en noticia política siquiera por unas horas. La cantante granadina interrumpió su actuación, que clausuraba el acto de entrega de medallas y condecoraciones con motivo del 2 de Mayo de la Comunidad de Madrid, para espetar a los numerosos responsables ... públicos presentes, entre ellos el presidente en funciones Mariano Rajoy, un contundente: «Estamos hartos de que en España no haya diálogo».

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Morente ponía voz al clamor popular contra la incapacidad de los políticos para pactar un nuevo Gobierno para España. Clamor que ignora las evidentes dificultades derivadas del enrrevesado mapa político que arrojaron las urnas el 20 de diciembre. El fracaso, inédito en nuestra historia, va a obligar al Rey a firmar hoy la disolución del Parlamento y la convocatoria de unas nuevas elecciones legislativas para el 26 de junio.

Resulta previsible que lo ocurrido engorde la bolsa de abstencionistas, el 26-J veremos si de forma notable -lo que, se cree, beneficiaría al PP- o no. En ello influirá si los cuatro grandes actores de la política española dirigen sus campañas en la dirección correcta o yerran.

No parece que el electorado esté para más acusaciones cruzadas. Tampoco para que le recuerden las mismas promesas programáticas de diciembre, salvo si por alguna circunstancia han decaído. Menos aún para escuchar vetos y líneas rojas.

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No ha estado muy afortunado, pues, Pedro Sánchez cuando lo primero que ha dicho de cara al 27-J es que «nunca» pactará con el PP. Sospecho que lo que espera el electorado es justamente lo contrario: disposición al sacrificio para encontrar puntos de encuentro que permitan avanzar, no purezas ni vetos excluyentes a ninguna parte.

Consciente de que ese es el ambiente en la calle, el PNV intenta enjugar al menos en parte sus dificultades habituales para encajar su mensaje en una campaña nacional poniendo en valor la estabilidad político-institucional vasca en contraste con la «situación de riesgo» del conjunto de España por la «indeseada» repetición los elecciones generales. Así volvió a reiterarlo ayer el lehendakari Urkullu en el Foro Dato Económico.

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Y tienen razón los jeltzales cuando ponen a Euskadi como ejemplo de país en el que sus políticos han sabido pactar para gobernar pese a sus, muchas veces, abismales diferencias. Y cuando ponderan su propia actitud. Tres décadas de acuerdos de todo tipo -que arrancaron en 1986 tras la escisión del PNV de la que surgió EA, hoy integrada en EH Bildu- así lo atestiguan.

Claro que los peneuvistas han obviado un pequeño matiz, necesario para que la pedagogía no resulte inexacta por incompleta. El PNV ha estado encantado de pactar con casi todos, sí. Desde los socialistas a su escisión, EA, pasando por la antigua Batasuna, la desaparecida EE, la IU vasca de Madrazo y hasta el PP. Pero siempre que el mayor beneficiario fueran ellos.

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Los sudores de Urkullu

Así ocurrió en 1986 cuando PNV y PSE pactaron por primera vez. Los socialistas tenían 19 escaños por 17 los peneuvistas, pero la Lehendakaritza fue para los jeltzales.

En la legislatura que ahora expira, Urkullu sudó tinta en los nueve primeros meses que gobernó con un gabinete monocolor en minoría. El pactismo vasco le sirvió de poco. Cuando ya sopesaba disolver el Parlamento y anticipar las elecciones, el PSE pensó que sería mejor afrontar la travesía del desierto que ya veía venir cerca del poder o compartiéndolo, que lejos. Y llegó el acuerdo y la estabilidad para el gabinete de Urkullu.

En cambio, cuando los pactos no eran de su agrado o no le beneficiaban, no es que el PNV ponderara nuestro saber hacer pactista. Basta con rebobinar hasta 2009 y recordar cómo el socialista Patxi López se convirtió en lehendakari gracias al apoyo sin apenas condiciones del PP, desplazando al PNV, que había sido la fuerza más votada en las urnas. López sufrió una campaña de acoso y derribo de los jeltzalse como no se recuerda. Los peneuvistas no dudaron ni en tildar de «ilegítimo» al Ejecutivo ni en usar como gran ariete contra él al entonces diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao.

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