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Cuarenta años de otra dispersión

En la sociedad vasca se impone hoy una memoria selectiva, capaz de recordar la Guerra Civil o a Franco, pero incapaz de recordar el terrorismo que obligó a muchos vascos a marcharse de su tierra

Gorka Angulo

Miércoles, 27 de abril 2016, 01:50

Los asesinatos en 1976 del empresario Ángel Berazadi (8 de abril) y del presidente de la Diputación guipuzcoana, Juan María de Araluce (4 de octubre), tuvieron como resultado directo el comienzo de una diáspora en la sociedad vasca de la que nadie habla hoy. Todos ... los días los herederos de ETA y Batasuna, en versión política o mediática, nos recuerdan la dispersión de los presos etarras, la injusticia que supone para sus familiares y la supuesta ilegalidad de su situación penitenciaria; si fuera así, hace mucho tiempo que la habrían llevado al Tribunal de Estrasburgo, como hicieron con la ilegalización de Batasuna o la doctrina Parot. Ninguno de ellos habla de la dispersión de vascos que se han tenido que marchar desde 1976, por culpa de los conmilitones de los que están en la cárcel, al negarse a aceptar su ideología o extorsiones. Vascos, sí, en muchos casos euskaldunes y con más de ocho apellidos, que comenzaron a largarse hace cuarenta años cuando ser empresario o ser vasco y español eran oficio o identidad de alto riesgo en Euskadi. Ángel Berazadi, director gerente de Sigma y simpatizante del PNV, fue secuestrado por ETA-pm, que puso precio a su vida en 200 millones de pesetas. Hubo intentos de negociación del PNV y la familia frenados en seco por la helada impasibilidad de su interlocutor, Eugenio Etxebeste, Antxon. El mismo que hace pocos días glosaba al pistolero Ángel Aldana, muerto en Venezuela después de que le hubieran salido gratis 18 asesinatos.

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