El domingo de Resurrección es un día muy señalado para muchos ciudadanos vascos, pues en dicha fecha se celebra el Aberri Eguna. Un día de celebración civil, de carácter festivo en muchos ámbitos sociales y familiares, y también de conmemoración y reivindicación para las formaciones ... políticas nacionalistas que año tras año vienen convocando a sus seguidores a actos públicos y otros eventos. Una conmemoración que tiene mucho de sentimientos, de anhelos y aspiraciones no satisfechas para una parte significativa de la sociedad vasca, pero que nos muestra también que esos mismos sentimientos, anhelos y aspiraciones no lo son de otra parte también significativa de vascos, o por lo menos que no son vividos por éstos como los viven los nacionalistas.
Efectivamente, no existe en la sociedad vasca actual, ni lo ha habido en otros momentos de su historia, un consenso mínimo sobre una patria común que agrupe a la inmensa mayoría de los ciudadanos, articulada en torno a la idea de una nación vasca compartida. Una patria común que a mi juicio solo se podrá construir, en el mejor de los casos, sobre los pilares de una nación vasca posible y bajo los principios de la integración y la cohesión. Es decir, la nación posible que surja del entendimiento y el consenso, lo cual exige a todos un ejercicio de autolimitación y flexibilidad en las posiciones de cada uno.
El ideal de una patria compartida que agrupe a las distintas sensibilidades solo puede ser materializable si se plantea desde el convencimiento de que la tarea más urgente en esta materia es trabajar por conseguir un gran pacto nacional entre los propios vascos, mucho más que enredarse en idear estrategias de confrontación con el Estado, que a la postre, sin un pacto interno, no hacen más que alentar y reproducir la confrontación en el seno de nuestra sociedad. Si de verdad se piensa que es posible una nación vasca común y compartida para la inmensa mayoría de los vascos, el desafío tiene que ser necesariamente intentar lograr ese consenso interno. El desafío no es reivindicar la nación, sino construirla.
El domingo se pondrá de manifiesto una vez más que lo predominante es la discrepancia y la confrontación entre los distintos agentes políticos. No solo entre convocantes y no convocantes, sino también entre los primeros. Esta realidad dual enfrentada que se expresa con motivo del Aberri Eguna se da también en el día a día de la política y que se viene repitiendo, cual movimiento de noria, durante las últimas décadas. Es el desencuentro esterilizante que se ha podido observar durante la legislatura y que ha tenido su reflejo fiel en la ponencia parlamentaria sobre la actualización del autogobierno, que languidece a la espera del cierre de la legislatura.
Precisamente este ambiente preelectoral estará presente en los discursos de los oradores en los distintos actos, así como en las declaraciones y notas de prensa de quienes critican la celebración de este día. Efectivamente, las elecciones autonómicas, previstas inicialmente para octubre, van a condicionar los discursos del PNV, de EH Bildu y también de Podemos, que como hemos sabido estos días ha decidido convocar su propio acto con un lema singular: «Nuestra patria es la gente: derechos sociales y derecho a decidir». Una decisión de calado, desde el punto de vista político y simbólico, aunque la asistencia sea muy inferior a otros actos, pues pone de manifiesto la voluntad de esta formación de articular en Euskadi un espacio político de izquierdas no sustentado en la confrontación nacionalismo-antinacionalismo, sino en la superación del mismo mediante la defensa del derecho a decidir tanto en Euskadi como en el Estado, lo cual les concede un valor añadido innegable para muchos ciudadanos vascos o catalanes que siendo nacionalistas o sin serlo, reconocen que el derecho a decidir solo puede tener una salida jurídica y política si existen formaciones de ámbito estatal que lo defiendan. Una decisión que puede preocupar a la izquierda abertzale, pues como se ha visto en los últimos comicios los electorados no son espacios cerrados ni impermeables.
Más allá de todo condicionante preelectoral, resulta imprescindible, por exigencia democrática, que todos los actos del Aberri Eguna se inicien con la condena firme de los salvajes atentados de Bruselas y se exprese la solidaridad desde Euskadi con las víctimas y sus familiares, condición sine qua non para la construcción de cualquier patria libre.
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