TRES MESES PERDIDOS
La farsa política se mantendrá hasta el último minuto del plazo permitido
Tonia Etxarri
Domingo, 20 de marzo 2016, 21:06
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Tonia Etxarri
Domingo, 20 de marzo 2016, 21:06
Quedan todavía seis semanas hasta que el Rey se vea abocado a convocar nuevas elecciones si ningún partido consigue presentar un Gobierno sólido y estable. Pero transcurridos ya tres meses desde el pasado 20-D y, una vez vistas las grandes líneas rojas marcadas por ... algunos partidos que se han declarado incompatibles, todos menos Sánchez y Rivera se muestran persuadidos de que no hay otra salida que volver a pasar por las urnas.
Tres meses perdidos. Pero la farsa se mantendrá hasta el último minuto del juego por si, al final, las dificultades internas que atraviesan en Podemos, junto con las tendencias que van marcando las encuestas, acaban de decantar la balanza. Nada está cerrado hasta el 2 de mayo pero, de momento, ni con la profunda crisis que atraviesa la formación podemita parece abrirse alguna posibilidad a un Gobierno alternativo al PP. Sencillamente porque Pablo Iglesias no quiere.
Por mucho que el PSOE lo solicite por tierra, mar y Grecia. Con el consiguiente fracaso con el que volvió Pedro Sánchez de la cumbre europea después de que Tsipras no solo renunciara a inmiscuirse en asuntos internos de España, sino que le recomendó que fuera el PSOE el que aceptara las condiciones de Podemos. Una posibilidad que estaría a punto de realizarse si solo dependiera de Sánchez y no del comité federal de su partido.
Luena les insiste. Todas las descalificaciones gastadas con el PP se tornan peticiones lastimeras con Podemos . Por fa. Que los socialistas ya han pasado bastantes señales a los populistas habiendo dejado a Albert Rivera aparcado de las reuniones importantes, contraviniendo una de las condiciones que pretendían imponer a todos sus interlocutores políticos. Los firmantes de la pequeña coalición irían de la mano a cualquier reunión. Un compromiso que no ha durado más de un telediario porque Sánchez se reunió con Puigdemont, el PSOE con IU a solas y la reunión anunciada entre Pedro y Pablo.
Aun así, las señales de Podemos no revelan predisposición alguna a favorecer un Gobierno para Pedro Sánchez. El partido nuevo de ideas viejas ha aparcado, de momento, su revolución pendiente para atender sus problemas internos. No están en condiciones de plantear muchas exigencias a sus interlocutores socialistas, pero los sondeos de opinión siguen sin castigarlos, aunque se perfile alguna pérdida de escaños, y eso es lo que cuenta. A los podemitas les une con el PSOE la intención de desplazar del poder al partido más votado, pero les sigue moviendo las pulsiones electorales.
En estos tres meses perdidos, Sánchez solo ha logrado el apoyo de Rivera. Hay ya poco margen de negociación por la sencilla razón de que Pablo Iglesias únicamente está interesado en un Gobierno controlado por su partido. Tiempo perdido, pero hasta la prórroga los partidos siguen escenificando sus intereses. Ninguno de ellos pasaría ahora la prueba del estadista que marcaba Winston Churchill cuando decía que un político adquiere tal condición cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Después de su golpe de autoridad, decapitando a su secretario de Organización, el admirador de Robespierre ha estado en el centro de las críticas que le han comparado con las purgas estalinistas.
Pero en la corte socialista, creyendo que este tipo de críticas les afectan, desvían la atención hacia el PP. Estas prácticas de eliminación del disidente a ellos les recuerda más al PP. Dicen. Pero el bumerán les vuelve a dar un golpe en toda la frente con el nombre de Tomás Gómez, el dirigente socialista de Madrid elegido candidato por primarias y eliminado a dedo por Pedro Sánchez. Donde las dan, las toman. Porque nadie está libre de acusaciones. Ni de purgas, ni de nombramientos a dedo ni, por supuesto, de corrupción.
Con este ambiente tan poco edificante y electoral, en Euskadi la campaña autonómica ha empezado a desplegar sus alas, aunque tan solo dos partidos tengan ya designados a sus candidatos (la socialista Idoia Mendia y, por parte de la izquierda abertzale, el inhabilitado Otegi, que será nombrado oficialmente en abril). Ha sido la consolidación de Podemos como segunda fuerza política la que ha puesto en marcha los motores de la estrategia electoral de los partidos vascos.
La tendencia marcada por el Euskobarómetro de la Universidad del País Vasco confirma el efecto Podemos, que ya desplazó a la izquierda abertzale al tercer lugar del panel electoral el pasado 20-D. Su irrupción en el Parlamento vasco como segunda fuerza, a solo dos escaños del PNV, no solo destronaría a EH Bildu y haría perder al partido socialista nada menos que siete escaños, sino que complicaría la gobernabilidad vasca. El Parlamento de Vitoria dejaría de tener mayoría nacionalista, aunque, si se produjera una votación a favor del derecho a decidir, triunfaría la opción porque Podemos no se ha apeado de esa línea desde que fracasara, por indefinición, en las elecciones autonómicas catalanas.
El PNV ha empezado a lanzar toda su artillería contra los populistas, por si acaso. Ortuzar cree que, a pesar de su defensa del derecho a decidir, tienen planteamientos muy centralizadores. Pero su argumento de que Podemos solo quiere echar al PNV es endeble. «No hay nada más viejo ni más caduco ni menos democrático que el quítate tú para ponerme yo», dijo. Y falla por la base. Porque esa máxima se puede aplicar a todos los partidos. Patxi López le quitó al PNV de la presidencia de Ajuria Enea. El PNV le acaba de quitar a Javier Maroto de la Alcaldía de Vitoria. Y Pedro Sánchez está exactamente en eso: en quitar a Rajoy para ponerse él.
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