EL INSENSIBLE HASIER ARRAIZ
Las palabras de Arraiz es probable que no sean delito, pero son un lastre para la normalización y para la propia EH Bildu
Alberto Ayala
Miércoles, 17 de febrero 2016, 20:21
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Alberto Ayala
Miércoles, 17 de febrero 2016, 20:21
El presidente de Sortu, Hasier Arraiz, volvió a comparecer ayer como imputado ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Lo hizo acusado por Dignidad y Justicia por la supuesta comisión de un delito de injurias y calumnias a la Guardia Civil.
La asociación ... formuló la querella a raíz de unas declaraciones realizadas por el parlamentario abertzale en enero del pasado año tras la detención de un grupo de abogados de ETA en el marco de una operación policial denominada Jaque. Jugando con esta denominación, Arraiz consideró llegado el momento de que la sociedad vasca «de jaque mate a la Guardia Civil» y exigió la salida de todos los integrantes de este cuerpo de Euskal Herria.
El juez es quien tiene ahora la palabra. Es probable que el instructor no halle indicios de delito en las manifestaciones del dirigente abertzale. Que las encuadre en los en tantas ocasiones desafortunados juegos de palabras de la política. Pero, aunque así fuera, ello no restaría ni un ápice de gravedad al desafortunado proceder del parlamentario de EH Bildu.
Aún no han desaparecido, y tardarán en hacerlo, las dramáticas consecuencias de cuatro décadas de actividad terrorista de ETA, tantas veces jaleada desde las filas de la izquierda abertzale. Años de terror en los que la banda asesinó a 829 personas, una cuarta parte de ellas guardias civiles. Ante esta realidad, ¿cómo es posible que alguien frivolice, ironice con dar jaque mate a alguien?
El presidente de EH Bildu puede reclamar la salida de la Guardia Civil de Euskadi o la independencia cuantas veces y donde quiera. Eso es la democracia. Pero con sus palabras lo que hizo fue mostrar una enorme insensibilidad hacia un terrible drama cuyas secuelas aún arrastra este país. Una insensibilidad que constituye un evidente lastre para solidificar la normalización y para el futuro de su propia organización política.
Tras el definitivo adiós a las armas por parte de la organización terrorista ETA, la izquierda abertzale obtuvo unos resultados electorales espectaculares. De manera no muy explicable, pero lo cierto es que la sociedad vasca decidió mostrar su contento con el fin de la pesadilla premiando en las urnas no a quienes más habían sufrido el embate del terror (PSE y PP) o a quienes también se habían enfrentado a la banda (PNV) sino a la coalición que controlan quienes durante décadas justificaron y jalearon a los asesinos.
En poco tiempo las cosas han variado de manera apreciable. EH Bildu ya no piensa en el sorpasso (adelantamiento) al PNV, sino en resistir el empuje de Podemos, de la que se reconoce detrás. La formación morada se ha hecho con una parte importante del voto joven que había elegido a la izquierda abertzale en estos tiempos de precariedad y crisis. Pero, ¿con qué se ha encontrado estos años? Con que sigue instalada en el pasado, en el conflicto, incapaz de admitir algo tan sencillo como que matar en nombre de unas ideas nunca tuvo ni tendrá justificación posible.
EH Bildu ha hecho autocrítica tras su doble batacazo electoral en mayo y diciembre. Sí esa que tanto se echa de menos en algunos grandes partidos partidos nacionales. Y cree haber hallado un posible remedio a sus males: hacer un discurso más social y Arnaldo Otegi, bien como candidato a lehendakari o recurriendo al victimismo si los tribunales le vetan por la pena de inhabilitación no específica que todavía pesará sobre él cuando salga de la cárcel el próximo 1 de marzo.
El tiempo determinará si acierta o no. Pero, a priori, parece difícil que la coalición abertzale logre volver a conectar con una buena parte de su potencial electorado con juegos de palabras pensados para echar vinagre en las viejas heridas y recurriendo al victimismo en lugar de abrazar la democracia con todas las consecuencias.
Otro tanto cabe decir de su papel institucional. Los demás partidos difícilmente le tratarán como a uno más mientras no lo sea de verdad. Sin juegos de palabras.
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