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Carlos Benito
Lunes, 4 de enero 2016, 18:18
Para los ciudadanos de fuera de Cataluña que no habían descubierto a Antonio Baños hasta que llegó la jornada electoral del 27-S, el líder de la CUP que acaba de renunciar a su acta de diputado tras el rechazo de su partido a Artur Mas como presidente de la Generalitat se perfiló de golpe como un tipo de pocos matices. Primero estuvo el famoso tuit: sin esperar siquiera a que avanzase el escrutinio, dedicó al «Estado español» la canción 'Adiós, papá' de Los Ronaldos, junto a un mensaje que decía «sin rencores, adiós». Y, después, llegó su valoración de los resultados, con frases como «a partir de mañana, solo nos mandamos nosotros», «la soberanía española debe ser desobedecida» o «viva la república catalana». Algunos vieron a Baños como un energúmeno, un entusiasta de la secesión que se entretiene en casa recortando mapas. Y, sin embargo, estamos ante una de las personalidades más complejas y ricas en recovecos que han participado en estas elecciones, muy alejada del estereotipo facilón del independentista.
Antonio Baños Boncompain es hombre de mucho escribir y de todavía más hablar, así que no resulta difícil rastrear unas cuantas definiciones que ha dado de sí mismo. Una de las mejores fue aquella en la que se describió como un auténtico catalán: «Es decir, con los cuatro abuelos de fuera de Cataluña», puntualizó. Tampoco estuvo mal la manera de presentarse ante Pablo Iglesias, después de que el líder de Podemos animase a los descendientes de emigrantes a no avergonzarse de sus orígenes: «Baños. De barrio, abuelos murcianos e indepe», le respondió en siete palabras. Y, para un esbozo menos político, viene bien su breve autorretrato en una entrevista con 'El Agitador': «Un cuarentón de Nou Barris (Barcelona), periodista de oficio y adherido a la precariedad. Se me puede acusar de todo excepto de haber tenido éxito».
Empecemos por el barrio, al que tanta importancia atribuye siempre este «indígena de la Meridiana». En realidad, la familia de Baños ya estaba allí antes de que la Meridiana existiese, cuando la urbe todavía no había fagocitado el lugar: a su bisabuelo lo contrataron como vigilante de unos laboratorios rodeados de campos y fábricas, así que se construyó una casita sobre el terreno. Después, sus descendientes siguieron viviendo en uno de los pisos que se levantaron en el solar, cuando la avenida se zampó definitivamente las huertas y los descampados. «Mi patria es la Meridiana», insistía el año pasado Baños en una conversación con el escritor Kiko Amat. Su abuelo paterno era alcalde falangista, pero en su formación tuvo más peso el materno, un anarquista de la CNT que le puso a su hija Llibertat e instruyó a su nieto en el orgullo obrero, el rigor ético y el uso apropiado de la corbata. El padre era carbonero y chatarrero, pero Antonio Baños pudo escapar de esos curros en fábricas con los que traza el árbol genealógico de buena parte de su familia: hijo único, lo metieron a estudiar en un colegio privado de ideología progresista y acabó licenciándose en Periodismo.
Ha trabajado para medios como RNE, 'El Periódico', 'La Vanguardia', la SER, TV3 o 'Público', pero lo más entretenido de su currículum son las colaboraciones menos ilustres, en cabeceras como 'Panadería y molinería', 'Apnea' o 'Vida apícola'. También ha publicado tres libros, que combinan la profundidad temática con una actitud de choteo irreverente, buscando un espacio común para las referencias eruditas y la risa sin barreras. Se titulan 'Posteconomía', 'La economía no existe' y 'La rebelión catalana', y este último incluye algunas claves sobre lo que podríamos llamar su independentismo independiente: «He celebrado a gritos el gol de Iniesta y he llorado de emoción en la Vía Catalana, y me siento miembro de los pueblos de España y adversario del Reino de España. Admiro la literatura española, el periodismo de Camba y Cunqueiro, el cine de Berlanga y el flamenco de José Mercé». En medio de tanta exaltación nacionalista, o quizá frente a ella, él defiende «una rebelión antioligárquica que va tanto contra los señores de Madrid como contra los de La Caixa».
Los Amaya y Eskorbuto
Antonio Baños piensa en castellano y es miembro destacado de Súmate, la plataforma de castellanohablantes en favor de la independencia. Su activismo no arrancó en los grupos catalanistas, sino en la izquierda radical y antiglobalizadora, donde su trayectoria política le ha convertido en una rareza: «De mi ambiente, en la militancia, nadie es independentista. Yo soy como el gay de una familia de legionarios», ha resumido. Enemigo de la ortodoxia y los rebaños, le repele particularmente la idea de una Cataluña arcádica de castells y sardanas: al fin y al cabo, él ha ejercido de cantante y guitarrista de Los Carradine, grupo de rock de canciones urgentes y lírica atípica que editó un álbum en 2007. Durante la campaña electoral, Baños ha aprovechado el perfil de Twitter que se abrió por obligación para ir compartiendo canciones: el resultado, limpio de sedimento 'indepe', incluye a artistas como Elvis Costello, Aviador Dro, The Clash, Los Amaya, Eskorbuto, The Jam o Billie Holiday.
En aquella larga charla con Kiko Amat, publicada en la web 'Gent Normal', Antonio Baños se declaraba menos militante de lo que parecía: «Sobre todo, por temas de lenguaje. Porque estoy todo el rato diciendo que me chupen la polla, utilizo lenguaje sexista, estoy a favor del porno...», ironizaba. Después le eligieron como cabeza de lista de la CUP en Barcelona, pese a no estar afiliado a la formación, así que habrá tenido que apañárselas para moderar su labia brava sin perder el gancho. Al popular García Albiol, en un debate televisivo, le espetó: «¡Dios me libre de ser presidente de la Generalitat! Más que nada, porque en la CUP queremos una presidenta de la República catalana». Y, cuando la firma Pronovias anunció que tal vez se marcharía de una Cataluña independiente, reaccionó con un «viva el amor libre».
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