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antonio santos
Lunes, 28 de diciembre 2015, 02:12
«No lo hemos hecho del todo bien». «Hoy nos hemos caído; mañana os necesitamos a todos para levantarnos». Siete meses separan las dos frases anteriores. Una y otra fueron pronunciadas en noches electorales por el portavoz de EH Bildu y presidente de Sortu, Hasier ... Arraiz (Vitoria, 1973). Ambas afirmaciones sirvieron para ilustrar los malos resultados que la coalición independentista había cosechado en los comicios municipales y forales de mayo y en las generales del pasado domingo.
El dirigente de la izquierda abertzale ha asumido en primera persona los traspiés que su formación ha sufrido en el último año. Lo ha hecho en todas las ocasiones reconociendo los errores cometidos, sin paños calientes, y apelando a la necesidad de renovar el mensaje y adaptarlo a una nueva realidad en la que la violencia terrorista queda cada vez más lejos. Y en ninguna de las dos ocasiones ha tratado de aludir a razones externas para justificar el paso atrás.
«Jugar la Champions»
Los dirigentes de EH Bildu son conscientes desde hace meses de que deben actuar de otra manera y actualizar su proyecto político. Saben que los mensajes utilizados después del cese definitivo de ETA han perdido vigor con el paso de los años. Los representantes de la izquierda abertzale -al menos los más jóvenes- han llegado a la conclusión de que el discurso tradicional, el que han venido utilizando durante décadas, les sirve para aglutinar a un determinado grupo de militantes, los más fieles, pero no les sirve en cambio para aumentar el caladero de votantes ni para granjearse las simpatías de otras fuerzas políticas con las que labrar alianzas en su objetivo de desbancar, algún día, al PNV del poder en Euskadi.
La irrupción de Podemos ha desnudado parte de las carencias que EH Bildu ha arrastrado en los últimos tiempos. La formación de Pablo Iglesias se ha convertido, para una mayoría importante de vascos, en la principal referencia de las reivindicaciones sociales. Su lenguaje en contra de la casta y a favor de la redistribución de la riqueza y de un modelo económico más igualitario, donde se acabe con la precarización laboral, ha calado, sobre todo, entre el electorado más joven. La izquierda abertzale ha dejado de ser, en este sentido, la única opción para ese sector social que sufre en primera persona los efectos de la crisis y de los llamados contratos basura.
Los dirigentes suelen comentar que la defensa de las condiciones laborales y la crítica contra el sistema económico actual forman parte «desde siempre» de su lista de reivindicaciones. Y recuerdan que términos como «empoderamiento» no nacieron de la mano de Podemos, sino que también estaba en el léxico de la antigua Batasuna. Sin embargo, como reconocen en privado algunos representantes de los partidos que integran la coalición, ese discurso social ha quedado relegado a un segundo plano en los medios de comunicación frente a cuestiones que integran el proyecto político de EH Bildu, como la necesidad de poner un «punto y final ordenado» a ETA o de solucionar la situación de los presos de la banda.
La coalición quiere invertir esa tendencia y que se le vea como un partido fresco. Aunque la tarea no es sencilla. Se trata de romper con el pasado sin perder la esencia de lo que tradicionalmente ha sido este sector social vasco. Sin que se quede nadie por el camino, pero logrando llegar a nuevos votantes. Esa es la tarea que los dirigentes abertzales quieren tener concluida para la primavera. Con una nueva estructura interna, abierta a personas independientes -sin carné de ninguno de los partidos de la coalición-, y con mensajes más pegados a la calle.
Quienes defienden esta transformación en EH Bildu aseguran que ha llegado el momento de que la izquierda abertzale «juegue la Champions League» y discuta la hegemonía al PNV. Creen que el modo de funcionar vigente hasta ahora ha llegado a su cénit y que deben de optar por otra estrategia que les convierta «de verdad» en una alternativa de Gobierno. Aunque, insisten una y otra vez, la mayor dificultad sea la de romper con la rutina de una manera de comportarse en política durante décadas.
«Hasta ahora EH Bildu ha jugado siempre a la contra. Dejando que fueran otros los que llevaran la iniciativa. Se trata de que ahora seamos nosotros los que marquemos el paso y el juego», explican fuentes de la coalición. Y sostienen que lo del pasado domingo ha sido un golpe inesperado. Lo achacan a que no supieron hacer una lectura correcta de lo que el electorado demandaba el 20-D, que no era la apertura de un proceso en Euskadi por la independencia similar al de Cataluña, sino la necesidad de cambiar las relaciones de poder en Madrid y reforzar el peso de Podemos, el único partido que en su programa incluye la defensa del derecho a decidir y la celebración de consultas soberanistas.
Críticas por los presos
La apuesta de futuro que pretende EH Bildu no está exenta de riesgos. Hasta este año, los éxitos electorales -el sorprendente triunfo en las municipales y forales de 2011, la irrupción como primera fuerza vasca en el Congreso en ese mismo año y los 21 escaños logrados en el Parlamento vasco en 2012- habían conseguido reducir a la mínima expresión las voces críticas dentro de la formación. Los responsables de EH Bildu nunca han ocultado que un sector de su militancia no entendía el giro que la antigua Batasuna dio al romper con los métodos violentos y apostar por las vías exclusivamente políticas. Porque esta minoría de sus bases creía que se había renunciado a tres décadas de lucha sin haber logrado nada a cambio. Sin que se hubiera alcanzado la independencia de Euskadi y Navarra, sin que se hubiera negociado con ETA la manera de poner broche al llamado conflicto violento y, sobre todo, sin haber logrado la libertad para los presos de la banda.
Con el paso del tiempo ha sido, precisamente, esta última cuestión la que más quebraderos de cabeza ha suscitado a la izquierda abertzale. Hasta el punto de que organizaciones como el Movimiento Pro Amnistía -conocido con anterioridad como ATA- se han atrevido a desafiar en público al oficialismo;, convocando, primero, en agosto una manifestación en Bilbao en favor de la amnistía y la excarcelación de todos los presos de ETA apenas un día después de que otra movilización, en la misma capital y con respaldo de EH Bildu, reclamara la puesta en libertad exclusivamente de los reclusos enfermos de la banda.
La izquierda abertzale tiene ya completamente interiorizado que la única forma de que los reos de la organización terrorista recobren la libertad será asumiendo la ley y de manera escalonada en el tiempo. Una posición que ha hecho que, incluso, uno de los etarras con actividad terrorista más reciente -Daniel Pastor, miembro del comando que asesinó al policía nacional Eduardo Puelles, uno de los últimos crímenes cometidos por la organización- haya roto con el EPPK y cargado contra la dirección de Sortu por haberse plegado a la legalidad española y haber abandonado las «reclamaciones tradicionales» de la antigua Batasuna.
Unas críticas que, tras los pésimos resultados del pasado domingo en las urnas electorales, podrían acrecentarse, aunque el mensaje oficial difundido desde el partido en los últimos días sostiene que «en ningún momento» a nivel interno se ha cuestionado la estrategia de EH Bildu y «nadie» duda de que el camino de la renovación es el único posible para el futuro. En ello están empeñados. Habrá que ver si tienen tiempo suficiente. Las miradas están puestas en Hasier Arraiz y su equipo.
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