Qué sentido tiene dimitir de un cargo político cuando se atraviesa un momento de éxito sin precedentes; cuando en los nueve meses que hemos llevado en la dirección vasca hemos pasado de ser la quinta fuerza a estar disputando la hegemonía a las fuerzas nacionalistas, ... en un éxito sin parangón en las otras nacionalidades históricas?
La cosas no son tan fáciles como parecen: mientras obtenía esos resultados, la dirección vasca de Podemos ha tenido que lidiar con la oposición feroz de un sector crítico minoritario, en tanto que la dirección estatal se desentendía de sus esfuerzos. Los desacuerdos se sucedían en materia organizativa y en materia de competencia para fijar el discurso en temas vascos especialmente sensibles, como puede ser el de la normalización. La guinda fue la desatención a la dirección vasca en la composición de las listas al Congreso como consecuencia de la confluencia con Equo. Por desgracia, fue esa guinda en lo que se centró la prensa y lo que más ha trascendido. Pero los problemas se acumulaban y las promesas de buscar una solución consensuada no se respetaron. No quedaba otra opción que dimitir o traicionar a las bases que nos habían elegido para llevar adelante un proyecto que se nos impedía desarrollar. Así que dimitimos.
No era buen momento para dimitir, con poca antelación al comienzo de una campaña electoral. En todo caso, hemos querido dejar claro que no abandonábamos Podemos. Vamos a seguir trabajando y a pedir el voto para Podemos. De hecho ya lo estamos haciendo a todas las personas que se acercan a mostrar su apoyo. No voy a ocultar que no voy a votar con la misma ilusión las candidaturas al Congreso y al Senado. Ya he aclarado que votaré orgulloso a nuestras candidatas y candidatos al Senado, elegidos en primarias en circunscripción autonómica y que representan a los inscritos vascos. Las candidaturas al Congreso las voy a votar por disciplina, ya que están conformadas a partir de los electos en planchas masivas en circunscripción única estatal. Sea como fuere, haré campaña para que gane el cambio, con la ilusión puesta en que Pablo Iglesias pueda liderar un Gobierno decente que nos haga olvidar tantos años de resignación y claudicación frente a las imposiciones de los poderosos.
Pero además creo que debemos cambiar Podemos desde dentro, porque hay cosas que hemos hecho que son mejorables. Creo que lo más urgente es reformar la ponencia organizativa. Se han superpuesto dos estructuras organizativas con lógicas radicalmente diferenciadas: una horizontal, la de los círculos, y otra relativamente vertical, la que va de las asambleas ciudadanas a los consejos. Ambas conviven sin integrarse, como el agua y el aceite. Habrá que buscar la forma de integrar ambos planos en una única estructura que compatibilice las exigencias organizativas de la democracia con las de la eficiencia y las de la representación territorial.
También resulta imprescindible cambiar un sistema electoral que no resulta funcional. La conjunción de una circunscripción única estatal y planchas masivas que pueden incluir cientos de candidatos impide una representación territorial adecuada. Que el candidato más votado en cada provincia haya obtenido en primarias más de 60.000 votos y el segundo sólo unos cientos o incluso menos del centenar en algunas provincias indica suficientemente que el sistema es mejorable. Si aspiramos a cambiar la política, no debemos reproducir los males de las organizaciones políticas viejas. Necesitamos una organización más democrática y descentralizada. Nuestra ponencia política se aleja formalmente del centralismo democrático de aquellas organizaciones, pero en la práctica no consigue superar las viejas prácticas jacobinas que tanto daño hacen a los partidos.
Junto a estos dos elementos a reformar con urgencia, habría que hacer también una consideración añadida y es el riesgo de que Podemos acabe, como los partidos tradicionales, perdiendo su función de instrumento de la sociedad civil, para convertirse en mera institución del Estado, como consecuencia de la profesionalización de la actividad política; y que los líderes de la organización acaben convertidos todos en cargos públicos, mantenidos con sueldos públicos. Ya advierte Ferrajoli de que este es uno de los principales problemas de la democracia, que necesita de los partidos como instituciones de la sociedad civil más que del Estado, por lo que aboga por separar la dirección de los partidos de los cargos públicos. Es un debate que se debe abrir y creo que debe ser Podemos quien lleve una vez más la iniciativa.
Hay muchas cosas que mejorar, pero cada cosa a su tiempo. Primero es preciso ganar e inmediatamente después reinventarnos en el plano organizativo y crear un instrumento más eficiente para el cambio que necesita este país de países.
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