Balance de cuatro años

ETA anunció el abandono de la violencia tras ser derrotada por el Estado. Esfumado el espejismo de una negociación con el Gobierno sobre presos y desarme, da bandazos en busca de estrategias alternativas para salir del paso

Florencio Domínguez

Martes, 20 de octubre 2015, 01:36

El cuarto aniversario del anuncio de ETA de abandono del terrorismo no es una fecha redonda -lo será el año que viene, cuando se cumpla un lustro-, pero es un momento válido para examinar lo ocurrido en este tiempo vivido sin la amenaza de las armas. Coincide, además, con el final de una legislatura que comenzó justo después del anuncio de la banda.

Publicidad

La decisión de abandonar la violencia fue adoptada por un grupo de dirigentes de ETA y consultada a posteriori a los militantes de la banda en un debate que tardó casi dos años en cerrarse. Aunque hubo algunas resistencias -por algunos indicios se puede estimar entre un 20% y un 25% la representación de los críticos contrarios a la renuncia al terrorismo-, la mayoría ratificó el fin de la violencia y la minoría disidente aceptó la decisión con resignación, pero sin plantearse continuar adelante con las armas. ETA dio ese paso derrotada por el Estado, aunque la Conferencia de Aiete le hizo creer que tendría una posibilidad de dignificar su final mediante una negociación con el Gobierno sobre presos, desarme y retirada de efectivos policiales del País Vasco. Ese espejismo se vino abajo cuando el Gobierno de Rajoy dejó claro que no habría negociación y Noruega expulsó a los representantes etarras que esperaban en Oslo el inicio del diálogo.

Desde entonces ETA se ha movido dando bandazos para buscar estrategias alternativas con las que salir del paso. Con los presos, dado que no había opción a negociar su excarcelación, optó por aparentar una aceptación ficticia de la legalidad penitenciaria a condición de que sirviera para sacarlos de las prisiones. En realidad, la preocupación principal de ETA en todo este tiempo ha sido mantener el control de los reclusos y evitar movimientos individuales. Este verano el número de etarras encarcelados era algo más de cuatrocientos, casi un 40% menos que los que había cuando la banda anunció el final del terrorismo.

En lo concerniente al desarme, ETA ideó la forma de ganar tiempo estableciendo un procedimiento de sellado que sería previo a la negociación para deshacerse de sus arsenales. La escenificación que realizó, en febrero de 2014, del sellado de una cantidad ridícula de armas mató la credibilidad del proceso, por más que haya grupos internacionales deseosos de intervenir. Mientras los gobiernos de Francia y España no acepten implicarse no hay futuro para estas iniciativas que, por lo demás, tienen más de componente propagandístico que de solución efectiva. ¿Quién puede acreditar que ETA no ocultará armas a los inspectores como hizo la guerrilla salvadoreña o el IRA, que le vendió armamento a los etarras en lugar de destruirlo?

La única estrategia real de ETA en estos últimos dos años ha sido la de dejar pasar el tiempo, esperar a que acabe la legislatura y que se celebren nuevas elecciones para ver si después tiene posibilidad de volver a la casilla de partida y plantear la negociación pendiente. Pero eso es algo que no conseguirá ni con un gobierno del PP ni tampoco con uno del PSOE.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad