Pudimos leer ayer en estas páginas un artículo firmado por varios representantes de Bildu pero encabezado por el portavoz de la formación que aporta los votos a esa coalición, Hasier Arraiz. Ese artículo podría quedar muy bien para publicarse, por ejemplo en Colombia, lugar al ... que acaban de mandar a uno de sus representantes para aplaudir su proceso de paz, o en cualquier otro sitio fuera de España. Lugares en los que un lector poco avisado puede dar por buenas las lágrimas de cocodrilo que resbalan a través de cada una de sus líneas, pero veo más difícil que el engaño surta efecto entre quienes vivimos en el País Vasco y conocemos, por haberlo sufrido, lo ocurrido en los últimos años y las responsabilidades de cada uno.
El artículo lo titulaban Nuestra decisión, la paz y a través del mismo nos hablan de su anhelo de paz, de los esfuerzos que por ella han hecho y de lo poco o nada que otros hemos colaborado a «este proceso de paz unilateral tantas veces despreciado, repudiado y agredido por las autoridades españolas». Debo reconocer que quizá en eso tienen razón ya que para el Gobierno no ha habido un proceso de paz. Lo que todos hemos visto en estos cuatro últimos años es una banda terrorista que no solo no se disuelve sino que pretende seguir condicionando nuestra vida y por ello la contribución a la paz ha sido la que se espera de cualquier gobierno democrático en un Estado de Derecho: no sentarse a negociar nada con los terroristas y dirigir con eficacia a las Fuerzas de Seguridad del Estado para que los terroristas que aún quedan en libertad y tienen causas pendientes sean detenidos y puestos a disposición de la Justicia -más de un centenar en esta legislatura.
Frente a esta posición existe obviamente la alternativa de paz de Sortu, Bildu, Amaiur y demás siglas herederas de lo que en su día fue Herri Batasuna, es decir el brazo político de la banda terrorista ETA. Una alternativa que considera a los terroristas, también se podía leer ayer, «presos políticos vascos» o «represaliados políticos». Una alternativa que cuando es detenida la cúpula de ETA la semana pasada dice que la operación es propia de «psicópatas». Una alternativa que cuando la Guardia Civil actúa contra los abogados a las órdenes de ETA afirma que hay que dar «jaque mate a la Guardia Civil». Una alternativa, tan neutral en definitiva, que sitúa al frente de la misma a imputados por pertenecer a la propia banda terrorista como Hasier Arraiz o a condenados por haber formado parte de ella como Arnaldo Otegi o Rufi Etxebarria.
La paz que Bildu nos ofrece ya la conocemos, no es nueva y no debemos dejarnos engañar porque los lobos se presenten ahora con piel de cordero. Su paz es la derrota de la verdad, la amnesia colectiva, la ausencia de justicia, la disculpa de los terroristas y la ofensa a sus víctimas. La derrota de la verdad porque tratan de hacernos creer la teoría del conflicto, dos bandos enfrentados cada uno con sus razones -«les contaremos que la violencia es siempre el peor camino; incluso cuando uno piensa que no hay ninguna otra vía», dicen en su artículo-. La amnesia colectiva porque necesitan pasar página para que todos olvidemos de manera que se diluyan las responsabilidades y los autores de 857 asesinatos y las decenas de miles que los aplaudieron puedan pasearse con naturalidad por nuestras calles como si no fueran culpables de nada. La ausencia de justicia también, porque en su opinión sobran lo que ellos llaman «políticas de venganza» y en todo caso lo que procede es una Justicia transicional que abra las puertas de las cárceles para que todos los terroristas salgan a la calle y los que quedan por entrar no lo hagan jamás. La disculpa de los terroristas porque tiene que ser muy difícil levantarse cada mañana y no sentirse por lo menos incómodo, si a uno le queda algo de conciencia, al recordar las manifestaciones, los insultos, el acoso o el chivatazo con el que se ha contribuido a que los asesinos puedan cometer sus crímenes sintiéndose arropados. Y, por último, la ofensa a las víctimas, esas a las que en los programas de fiestas de tantos pueblos gobernados por Bildu se hiere cuando se homenajea a los terroristas con chupinazos, comidas y concentraciones. Esas a las que se humilla de nuevo al equipararlas con terroristas que se suicidan o con los que mueren enfrentándose a tiros con la policía cuando van a ser detenidos.
Lo decía al comienzo, nadie se va a equivocar en el País Vasco al interpretar lo que supone la paz de Bildu y el coste moral que conlleva, pero conviene que se siga contando lo que aquí hemos vivido para evitar lo que dijo Burke: «Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada». Estoy convencido de que la mayoría de los vascos somos buenos, lo que ahora necesitamos, además, es no ser desmemoriados.
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