Pedro Ontoso
Martes, 16 de junio 2015, 23:59
¿Se merecía Maroto una lección política? ¿Es desproporcionado el castigo que se ha infligido al exalcalde de Vitoria? ¿Habría bastado con la penitencia de dejarle gobernar en minoría? El exregidor de la capital alavesa ha sufrido una humillación sin precedentes y con él los ... casi 36.000 votantes que le dieron su apoyo en las últimas elecciones, muchos de los cuales se sienten estafados. Maroto abrazó el populismo cargando contra los inmigrantes por cálculo electoral y quienes le han descabalgado exageraron el escándalo por táctica política. Por las dos partes está contaminada la verdad ¿Quién es más hipócrita? ¿Está EH Bildu capacitada para exhibir músculo moral cuando todavía no ha pedido perdón por el terrorismo de ETA y asume su trayectoria sin pestañear? ¿Y cuál ha sido el papel de la Iglesia en todo esto?
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Los políticos están para hacer pedagogía, sobre todo los alcaldes que son quienes trabajan más cerca de los ciudadanos. El alcalde de Sestao, Josu Bergara (PNV), soltó aquello de que «la mierda ya no viene a Sestao, y si no yo me encargo de que se vayan a hostias», aunque luego pidió disculpas y matizó que se refería a los delincuentes. No solo le salió gratis, sino que el pueblo le ha recompensado con más votos. En Vitoria, Javier Maroto señaló a los magrebíes como un colectivo que holgazanea a costa de las ayudas públicas y cuando vio la que le venía encima lo enmascaró con un debate sobre el fraude de la RGI. Ese populismo también le ha dado réditos electorales, pero ha sido como un bumerán: se ha vuelto contra él y ha servido de pretexto para arrebatarle la alcaldía.
En el caso de Maroto, lo acompañó, además de un slogan que despertó no pocas críticas: Lo primero es Vitoria y los vitorianos, un mensaje a todas luces excluyente. Se lo reprochaba en un artículo Javier Elzo, catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto. «A mí esta frase, mentalmente, me lleva a otras como Deutschland über o Dabord les francais». Ese cóctel de mensajes de egoismo local en el que se convertía a unos beneficiarios de la RGI en enemigos de otros obligó a la Iglesia vasca y a los colectivos que trabajan con inmigrantes y pobres a movilizarse en defensa del sistema de ayudas para blindar el pacto social. Uno de los primeros fue Cáritas.
Los obispos vascos incorporaron en febrero una mención en su carta pastoral de Cuaresma, centrada en el concepto de la misericordia. Los prelados, si bien reconocían que podían darse abusos, defendían la legitimidad de las ayudas sociales y reivindicaban la utilidad de la RGI frente a quienes invocaban un recorte, en un claro apoyo al sistema de protección que gestiona el Gobierno vasco desde el inicio de la transición política. Un mes después, 68 sacerdotes alaveses rechazaban la actuación de la Iniciativa Legislativa Popular, inspirada por Maroto, para llevar al Parlamento la modificación de la ley que regula las prestaciones. En mayo, 129 entidades de diferentes ámbitos, liderados por Cáritas, salieron en defensa de la actual estructura de la RGI.
El izquierdismo eclesial, de moda
La Iglesia estaba obligada a situarse junto a los excluidos, al margen de cualquier juego político de demagogias. Aunque siempre existe el riesgo de que esa buena voluntad, a veces un poco amateur y falta de un análisis serio de la realidad, sea utilizada con fines partidistas. En cualquier caso, el izquierdismo eclesial está un poco de moda tras el revolcón que ha sufrido el mapa político en España. Iván Gil cuenta en su blog que la Iglesia de base está detrás de los partidos emergentes «que impulsan otra Transición» o el «proceso constituyente»: han dado un paso más allá de las organizaciones asistenciales para cambiar la realidad, valora, antes de citar a la monja Teresa Forcades, ya sin velo ni hábito monacal. La benedictina acaba de presentar un libro Por amor a la Justicia sobre la historia de dos activistas obreras y católicas, «que están en las antípodas de CiU».
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Pero ¿se justifica el acoso y derribo de Maroto? Se lo pregunto a un intelectual acreditado, siempre de juicio ponderado. Esta vez está «muy cabreado» con lo que ha pasado. «Lo que hizo Maroto, explotar políticamente la cuestión migratoria, fue algo malísimo, pero es que aceptar el apoyo de EH Bildu es peor. Se rasgan las vestiduras por lo de Maroto, pero se apoyan en el voto de quienes han justificado la violencia», denuncia, convencido de que «antes se quería exterminar al PP y ahora se pretende sacarle del juego político». El problema, prosigue, es que «mientras al PP se le estigmatiza, a Bildu se le tolera todo. La gente quiere pasar página y olvidarse de todo».
Vitoria es una ciudad de derechas, insiste, y Maroto ha tenido un apoyo popular «enorme». ¿Es un voto preocupante? Maroto se aprovechó de una fisura en la conciencia ético-social de la ciudad. La idea del abuso en las ayudas estaba latente en la ciudadanía y Maroto, político avispado, se aprovechó de ese caldo de cultivo que se percibía, incluso, en los pórticos de las iglesias. «Pensar que el voto de Maroto es xenófobo es como considerar que es independentista todo el voto del PNV. No hay finura intelectual o moral en la política vasca», se queja el profesor, que, para rematar su argumento, evoca la cita del Evangelio de San Mateo en la que Jesús llama a los fariseos guías ciegos porque «coláis el mosquito y tragáis el camello».
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La pasada semana había buscado más opiniones sobre el caso Maroto. Se la solicité a un experto en moral, José Ignacio Calleja, profesor de Moral y Filosofía Social y exdecano de la Facultad de Teología de Vitoria. Me remite a su blog, publicado antes del pleno, en el que leo lo siguente:
«Nunca he votado a Maroto, ni me han gustado sus opiniones, propuestas y campaña sobre la RGI. Nada de esto apruebo, sino que lo rechazo de plano, pero de aquí a hablar de posiciones racistas en el alcalde, no lo comparto. El racismo es una actitud política y personal, muy grave, que hay que ponderar bien antes de afirmarla de alguien. No comparto la urgencia de impedir que Maroto repita en la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz. Creo que Maroto se ha movido por intereses electoralistas y por una ideología nacionalista de derechas, primero nuestros pobres. Ha sido más nacionalista y de derechas, que racista o xenófobo. Pero un alcalde no puede permitirse que parezca que tiene esas actitudes en el fondo de su espíritu. Y esto sí que ha ocurrido».
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Y sigue más. «Creo que lo lógico sería, y es, que la oposición se uniera en una moción de censura contra Maroto, cuando haya lugar en su gestión política de la ciudad, y entretanto respetar lo que han dicho las urnas. Mucho más si cualquiera de sus sustitutos aúna muy graves inconvenientes. La señora Miren Larrión, de EH Bildu, representa una opción que, hasta hace poco y buena parte de ella, comprendía que el terrorismo actuara contra conciudadanos suyos por sus ideas políticas. No me parece que, sin ganar las elecciones, se merezca reconocimiento moral añadido. El señor Urtaran (PNV), tengo entendido que un hombre cabal en el que se puede confiar, pero ha sacado un resultado muy pobre como para admitir que sea el alcalde. No puede aceptarlo. En sus condiciones, yo n lo haría. Los candidatos que siguen a estos dos en votos (PSE, Sumando, Irabazi), mucho menos pueden pretender ese reconocimiento político».
Vitoria, motor del Pacto Social
Hay mucha división de opiniones. Busco alguna distinta a las anteriores. Imanol Zubero es de los que aplauden lo sucedido en el Ayuntamiento de Vitoria, aunque desde otras coordenadas. El profesor de Sociología de la UPV-EHU escribe en su blog que «la sustitución de Javier Maroto al frente del consistorio gazteiztarra no es más que el primer paso el menos agradable de lo que debe ser un proceso acordado y explícito de recomposición, en unas condiciones socioculturales y económicas distintas, del gran acuerdo por la solidaridad, la inclusión y la integración social formulado en 1989, tan relevante para la construcción de la Euskadi moderna».
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El analista se hace eco de la posición socialista. «Y lo cierto es que ese primer paso a punto ha estado de fracasar por la desafortunada decisión del PSE de no apoyar a Gorka Urtaran en protesta por el incumplimiento del PNV de apoyar a los socialistas en Andoain. ¿Y por qué no, en lugar de en Vitoria, haber votado en blanco en Bilbao, en Durango, en Oion, o en cualquiera de los muchos ayuntamientos en los que el acuerdo PNV-PSE ha funcionado como un bien engrasado reloj? Pues no, en Vitoria tenía que ser. Alguien en la dirección del socialismo vasco no se ha enterado de qué va lo del caso Maroto. La decisión de sumar votos en Vitoria para sustituir a Maroto debía ser una opción extraordinaria de carácter normativo, no meramente táctico; utilizar la plaza vitoriana para representar una rabieta política resulta particularmente errado y pone de manifiesto una cortedad de miras que asusta».
Zubero, ideólogo del movimiento contra la exclusión, sostiene que el consistorio presidido por Gorka Urtaran «se legitimará en la medida en que sea capaz de convertirse en un referente a la hora de abordar la cuestión de la convivencia en la diversidad y de la incorporación plena de las personas inmigrantes en la ciudad de Vitoria. Y en este camino, creo que el nuevo alcalde dispone de un instrumento aún por desarrollar, pero que ya ha demostrado su capacidad para concitar acuerdos transversales y para animar diversas actuaciones en varios municipios vascos: todo el trabajo realizado desde hace ya cinco años para impulsar un Pacto Social por la inmigración y la diversidad en Euskadi».
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En efecto, los alcaldes están para integrar, no para fracturar la convivencia. Y en estos tiempos de multiculturalismo y mestizaje, los ayuntamientos pueden ser la mejor plataforma para gestionar la diversidad. Sin burbujas ni guetos. La avaricia ha roto el saco.....de votos de Maroto, un «buen alcalde» para muchos, y la ambición ha podido cegar a sus competidores. «De su apetito guiado/ por no consultar al juicio./ Así vuela al precipicio/ el hombre desenfrenado» se lee en la fabula La Paloma, de Félix María Samaniego. El escritor de Laguardia fue socio fundador de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, que en el artículo primero de sus estatutos aboga por «estrechar más la unión de las tres Provincias Bascongadas de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa». Las fábulas de Samaniego son una revisión crítica de la sociedad de las que se sacan muchas lecciones morales. Y sirven para todos.
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