Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
JORGE ALACID
Martes, 16 de junio 2015, 20:58
¿Después de Sanz, qué? Y, sobre todo, ¿quién? Porque entre las peculiaridades que distingue la manera de ejercer el poder del presidente del PP riojano, que lo es en funciones de la Comunidad Autónoma, sobresale un aspecto central: un acusada propensión a la opacidad. ... A no dar pistas. Mejor dicho, a ofrecer alguna señal de sus filias y sus fobias de modo bizantino, en clave. A partir de guijarros que va dejando caer para que luego otro rellene la línea de puntos y acierte con la solución al enigma. O no. Porque a Sanz también le ha gustado siempre jugar al despiste, sobre todo en materia sucesoria: a lo largo de sus 20 años de gobierno, pero sobre todo en las últimas legislaturas, ha preferido amagar o regatear antes que rematar a gol. De modo que quien se ha movido en esa foto que apuntaba hacia el día después luego ha salido desenfocado.
Un guión del que San ha seguido sin apartarse hasta hoy, así que la pregunta que encabeza estas líneas todavía aguardaba esta tarde respuesta: quién sucedería a Pedro Sanz. Dentro de su partido, las quinielas (o, más bien, las preferencias de quien las rellenaba) apuntaban en múltiples direcciones: una vez fue Gonzalo Capellán, gran esperanza blanca en fuga permanente y por lo tanto descartado. Hubo quien apuntó un día hacia Conrado Escobar, pata negra del PP, tachado también de la lista porque en su caso concurre la misma circunstancia que elimina a otros aspirantes: para sustituir a Sanz hay que ocupar escaño en el Parlamento. Una condición que también borra a otro de los delfines, Emilio del Río, uno de los que además podía reclamar para sí el estatus de presidenciable puesto que cuenta con experiencia en el Ejecutivo... pero no se sienta en el Legislativo. Su jefe lo apartó de esa carrera por la sucesión cuando le puso en el puesto número 17 de la lista, que franqueaba la mayoría absoluta: como no hubo tal, tampoco hubo un Del Río diputado... salvo que ahora asistiéramos a una pirueta de proporciones pasmosas.
Por eliminación, las opciones debian en consecuencia limitarse a tres dirigentes. Los tres, parlamentarios en la naciente Cámara regional. Concha Arruga, que llegaría desde el Gobierno; Carlos Cuevas, que vendria desde el partido; y José Ignacio Ceniceros, que procedia del Parlamento.
Bingo. A su perfil institucional Ceniceros añade otro flanco decisivo: también es 100% PP. Un dirigente respetado en el interior del partido, donde no cuenta con grandes enemigos, que permitiría un aterrizaje suave a la nave popular ahora que despide a su sempiterno capitán. A favor de Ceniceros juega también otro elemento crucial en esta hora convulsa: es uno de los pocos líderes del PP riojano con quien sintoniza a la perfección el propio Sanz, que se supone que algo tendrá que decir en cuestiones sucesorias. Porque si algo tienen claro en su partido es que Sanz no dejará que su legado se malgaste en guerras sucesorias, las mismas querellas entre familias que le auparon a él en su momento al liderazgo interno. De allí vinieron luego el resto de hazañas, toda esa colección de mayorías absolutas que perecieron en el fatídico 24M: el día en que Sanz comprobó que, en términos políticos, es mortal.
El día en que supo que llegaba la hora del adiós.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.