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Pedro Ontoso
Miércoles, 8 de abril 2015, 00:46
Las celebraciones programadas en todos los rincones de España con motivo de la Semana Santa han tenido un lleno absoluto. Una mezcla de devoción, de cultura y de tradición que funciona como un imán para decenas de miles de turistas. El antropólogo granadino Rafael Briones, ... estudioso de esta expresión de la religión en Andalucía, lo relaciona con la revalorización de todo aquello que se identifica con el pueblo. Quizás por eso los partidos políticos, incluidos los de la izquierda, no solo muestran una postura de respeto, sino hasta de entusiasmo y apoyo, y sus líderes se dejan ver en las procesiones, entre obispos y cardenales. Hasta el rey Felipe VI es consciente de esa dimensión y este año ha recalado en Sevilla y la Familia Real ha mantenido la misa de Pascua pese a la coronación laica del Monarca, aunque esto obedezca a otras circunstancias.
Los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas en materia religiosa concluían que el 69,3% de los españoles se declara católicos si bien el 60% de ellos confesaba que no asiste casi nunca a misa u a otros oficios religiosos. Existe un catolicismo sociológico que es asimétrico entre creencia y práctica, del que se salvan bodas, comuniones y funerales, y, por supuesto, la Semana Santa. "Que no la toquen", vienen a decir sus seguidores. En Córdoba, un feudo tradicional de Izquierda Unida, todos los partidos la apoyan. Y si alguien levanta la mínima sospecha sobre su desapego a esta tradición, acaba crucificado. Y si no, que se lo pregunten a Begoña Gutiérrez, líder de Podemos en Sevilla, que tuvo que rectificar en horas tras sugerir una posible consulta sobre las procesiones. Un mal paso, un traspiés político.
Reflexiono sobre todo esto el día de Jueves Santo tras ver por televisión al actor Antonio Banderas en Málaga, ensimismado ante el paso de los legionarios con su Cristo de Mena cantando el 'El novio de la muerte' horas antes de la procesión de El Cristo de la Buena Muerte. Al día siguiente llamo a mi sobrina Arantza (Canibe) para felicitarla por su 25 cumpleaños y la localizo en Gumiel de Izán, emocionada en la procesión del Descendimiento, en el que todos los años mi tío Cándido (Ahumada), una persona muy decente, participaba tocando el tambor. Resonancias afectivas. Los pueblos tienen memoria y las familias trasmiten y guardan recuerdos. Hablo con Rafael Aguirre, gran biblista y teólogo de prestigio internacional, para preguntarle sobre la cuestión. "Hay cosas que son idolátricas", contesta. Y prosigue: "En efecto, la gente se emociona porque hay un espíritu religioso, familiar y de tradición cultural. Hay cosas que hay que respetar, pero hay otras que hay que purificar y otras que hay que apagar. En algunos episodios se da una mezcolanza militar-religiosa que supone un anacronismo", zanja.
Sí, la Semana Santa en España es muy distinta. Hay zonas en las que persiste un valor religioso fuerte (Zamora, por ejemplo), con raigambre cultural, y otras en las que que han surgido dentro de la superficialidad y el folclore, fomentadas porque suponen un gran aliciente turístico. O porque forman parte de un proyecto eclesial conservador y sin raíces. Pero es cierto que la religión tiene unas raíces culturales muy hondas que no se pueden obviar. Ese ha sido el gran error de la izquierda, coinciden no pocos teólogos progresistas. Los partidos políticos la suelen utilizar para obtener réditos electorales.
El Domingo de Ramos, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, desfilaba con la tradicional palma en la catedral de Toledo, ajena a las acusaciones de 'mala fe' de compañeros de partido. La presidenta de Castilla y León no se pierde ninguna de las celebraciones de Semana Santa, que apoya con subvenciones y declaraciones de interés turístico, y siempre carga con su particular penitencia. Lo mismo que la presidenta de Andalucía, Susana Díez, que ha vivido desde pequeña el ambiente de las cofradías y hermandades en el barrio sevillano de Triana. Para los andaluces es su "Semana Grande". Aunque la procesión también en este caso vaya por dentro en espera de cómo se dilucide su investidura y el pulso por el timón en el seno del partido, el Gran Poder. Las promesas de Pedro Sánchez de denunciar los acuerdos Iglesia-Estado pueden esperar a tiempos de campaña.
La religión confiere identidad y tiene una fuerte representación simbólica. El rey Felipe VI protagonizó una coronación laica, sin Biblia y crucifijo, porque vivimos en un Estado aconfesional. Era un gesto simbólico a una España moderna y muy secularizada en la que la política y la religión tienen esferas diferentes. Luego sí hubo misa privada en la capilla del palacio y el primer viaje al exterior fue al Vaticano. El pasado Lunes Santo, don Felipe viajó a Sevilla, donde presenció varias procesiones. No había acudido a la Semana Santa andaluza desde 1984, entonces como Príncipe de Asturias. Alfonso XIII estuvo en dos ocasiones, en 1906 y en 1930. El Rey recupera ahora una tradición, lo mismo que con la presencia de la Familia Real en la misa de Resurrección en la catedral de Mallorca. Son guiños a una sociedad pluricultural.
Pero quizás una de las estampas más significativas de la Semana Santa haya sido la protagonizada por el sacerdote y periodista Antonio Pelayo. El corresponsal de Antena 3 y de la revista 'Vida Nueva' en Roma dictó una valiente homilía, el Sermón de las Siete Palabras, en Valladolid, en la que arremetió contra los políticos corruptos y los clérigos "que se atreven a violar las conciencias y los cuerpos de niños y adolescentes". Algo atípico en los pregones, que siempre tienden a agradar al público y a la tierra.
Pelayo, un magnífico periodista y muy informado en los ambientes vaticanos, metió el dedo en la llaga con un discurso de nuestro tiempo. Entre quienes le escuchaban, además del cardenal Blázquez presidente de los obispos españoles se encontraban el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, muy relacionado con la Iglesia pese a sus desencuentros en asuntos de inmigración. Y la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, quizás por aquello de que Valladolid su ciudad natal, por otra parte es tierra de secano. Y en en tiempos de sequía electoral... ya se sabe: hay que preparar la cosecha de votos.
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