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24 policías aprenden estos días a detectar los engaños y a realizar entrevistas perceptivas, una herramienta que les puede resultar muy útil en su trabajo. El sindicato Erne ha organizado este curso de formación -16 horas a lo largo de cuatro días- y para ello ... cuenta con la colaboración de Juan Ángel Anta, criminólogo y doctor de Mundaka, que entre otros casos ha intervenido en la investigación del crimen de Marta del Castillo. La Policía le pidió ayuda para descubrir las mentiras de Miguel Carcaño, con el que se entrevistó cuando ya se encontraba en la cárcel. También ha participado en otros casos de pederastia y homicidios y realiza peritajes e informes de credibilidad de cara a los juicios.
«Se trata de que los policías aprendan a manejar mejor la comunicación con los ciudadanos para evitar problemas. También la no verbal, cómo acercarse a una persona». Una primera aproximación a la entrevista perceptiva pasaría «por prestar atención a las distintas partes del cuerpo. En la cara se reflejan las emociones y les ayudaremos a distinguir las ocho más básicas, como el enfado, la tristeza o el desprecio». Pero Anta alerta de que al mismo tiempo también hay que ver «qué hace el cuerpo, cuando fingimos los gestos son incongruentes. Cuando estamos muy enfadados, lo demuestra no sólo nuestra cara; el cuerpo también lo refleja cerrando los puños y tensando los brazos».
«Los patrulleros a veces acuden a una actuación en la que dos personas se están pegando. Tienen que detectar la emoción que luego me pueda dar un problema. Si alguien está furioso y le puede llegar a agredir o si una persona junto a una ventana está triste y se va a tirar». En ocasiones, se pueden encontrar con que alguien está gritando. «En principio hay que dejar que se desahogue, pero si empieza a romper cosas o pierde el respeto hacia ti o alguna otra persona, hay que intervenir -anima-. Es lo que llamamos pacificación. A veces también hay que llegar a la contención física».
Para realizar el análisis de la comunicación verbo-corporal, el experto expone una serie de vídeos con gestos para afrontar, por ejemplo, una toma de declaración a una víctima o un detenido y detectar si miente. «Si no quiere hablar, también te está dando información». Fue el caso del falso shaolín, que se negó a ser sometido a examen por los forenses expertos en psiquiatría de la Audiencia vizcaína para que valoraran su estado mental y tampoco declaró en el juicio con jurado que le condenó a 39 años de prisión por el asesinato de dos mujeres, a una de las cuales descuartizó.
Anta aconseja comenzar con preguntas intrascendentes sobre dónde vive o cómo se llama, para «observar su comportamiento natural» y descubrir si dice la verdad. Después vendría «la entrevista sobre el hecho en sí, sobre el robo, el asesinato...» y ver qué nos llama la atención. El criminólogo pone también ejemplos concretos de casos. Cita por reciente el de Ana Julia Quezada, a la que acaban de juzgar por el crimen del niño Gabriel. Para él resultó sintomático cómo contó su versión el primer día del juicio, «todo seguido, sin interrupción». Sin embargo, después, cuando alguno de los abogados le replicó preguntándole por el niño, «bajó la cabeza, el tono de su voz también cambió. Mal asunto. Si lo cuentan de forma diferente, hay indicios de engaño».
Anta, doctorado en comunicación no verbal y detección de engaño, identifica «al menos 10 indicios en la cara, en la comunicación verbal, en qué se dice y cómo se dice, si son peroratas o circunloquios» para considerar un discurso poco creíble. Es la técnica que emplea en los peritajes.
El experto pide a los agentes que «dejen a un lado los prejuicios». «Si tiene cara de malo es un delincuente, si es marroquí, ha robado. A veces acertamos, pero otras muchas nos confundimos, por lo que hay que prejuzgar lo menos posible». Ha conseguido que algunos pederastas confesaran. Su estrategia pasó por «tratar de entenderles. Cuando alguien se siente comprendido, se abre, aunque luego le tengas que decir que aún así le van a caer 16 años de cárcel».
Perfiles
Si el criminólogo Juan Ángel Anta pudiera entrevistarse con la acusada del homicidio de un pensionista vizcaíno en Castro Urdiales a manos presuntamente de su pareja, Carmen Merino, que se encuentra en prisión provisional por este caso, «le preguntaría por la relación que mantenía con su 'marido'». Todos los amigos y familiares de ambos coinciden en que se llevaban bien y que él «la trataba como a una princesa». En ese caso, le diría «por qué al desaparecer él no dio la voz de alarma, no llamó a nadie...». También le sacaría el tema de la «infidelidad» para ver «cómo reacciona su cuerpo».
En algún momento del interrogatorio, sugiere que habría que «presionar» y «poner las cartas boca arriba». «Guardar un secreto durante mucho tiempo es complicado. Los remordimientos, tarde o temprano, terminan saliendo». Como experto en la entrevista perceptiva, trataría de «facilitar que la otra persona se abra mediante la comprensión». Este tipo de criminales, «como los pederastas se sienten incomprendidos, y si tú te pones a su nivel emocional y les dices, entiendo que te gusten los niños o que te enfadaras por una infidelidad... al final se derrumban y para ellos es una liberación».
Con la poca información con que contamos, Anta no descarta que el crimen de Castro pueda tratarse de un encargo a sicarios. La frase que se atribuye a la acusada de que «alguien le dejó la caja con el cráneo a la puerta y la guardó porque era el único recuerdo que tenía de su pareja» le lleva a pensar que puede estar contando sólo una parte de la verdad. «Que se la hubieran dejado como prueba», aventura.
La petición de perdón de Ana Julia Quezada, condenada a prisión permanente revisable por el crimen del niño Gabriel, «en general, a toda España, y también a mi hija», esconde, a juicio de Anta, algo oscuro. «¿Por qué le pide perdón a su hija?», se pregunta el criminólogo. «Habría que investigar bien si tuvo alguna relación con lo que le pasó a su hija de 4 años. Se supone que la niña cayó de forma accidental por una ventana cuando vivían en Burgos», apunta. Ella lo atribuyó a un episodio de sonambulismo. «Si hubiéramos detectado aquello, podríamos haber previsto lo que vino después».
La imagen de Juan Carlos Aguilar, el falso shaolín, durante el juicio, con las manos cruzadas, los ojos cerrados y en actitud relajada era falsa. «No estaba meditando sino cabreado con una mano. Si te fijabas bien estaba apretando los dedos y la mandíbula. Lo que pasaba es que no quería saltar porque es una persona irascible y habría salido un discurso más veraz». Tan sólo pronunció una frase: «Sí, lo asumo todo». En opinión de Anta, resulta muy sospechoso también que un hermano de Aguilar muriera aplastado por un montacargas justo antes de que él se fuera un año a China y volviera presentándose como 'Guang Aguilar'.
Anta entrevistó a Miguel Carcaño, condenado por el homicidio de Marta del Castillo en 2009, a petición de la Policía, cuando se encontraba en prisión para detectar sus engaños. Primero mantuvo con él una charla informal para comprobar su actitud natural y después le preguntó sobre el caso. «Mentía en dos momentos concretos: cómo la mataron y dónde la enterraron. Hubo varios comportamientos incongruentes, decía una cosa y hacía otra. Cuando explicaba cómo la golpearon con el cenicero, se le escapó una mueca de sonrisa. Le dije que su versión era imposible y se puso rojo y tartamudeó».
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