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Una vecina muestra en una fotografía daños del incendio. ainhoa gorriz

«No podemos convivir con una bomba de relojería dentro del edificio»

Una comunidad vecinal de Uribarri reclama que se impida el regreso a casa de una mujer detenida por incendiar su piso en septiembre

Lunes, 7 de noviembre 2022, 01:09

Sobre las dos de la tarde del día 9 de septiembre, un incendio en el primer piso del número 3 de la calle Calixto Leguina de Uribarri, en Bilbao, alarmó a los vecinos del bloque. Una mujer y sus dos hijos menores tuvieron que ser ... rescatados por los bomberos del balcón porque quedaron atrapados por las llamas en su propia casa. Una buena parte del resto de los residentes también fueron evacuados por los servicios de emergencia, mientras que los de los pisos superiores tuvieron que esperar a que sofocaran el fuego para poder abandonar sus viviendas.

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No pudieron hacerlo antes porque el humo impedía la visibilidad en las escaleras. «Fue un bombero retirado el que dio la voz de alarma», cuentan los vecinos. «Si no llega a hacerlo, podría haberse producido una desgracia», añaden.

La Ertzaintza inició entonces una investigación para tratar de esclarecer el origen del fuego. Las pesquisas permitieron determinar que el incendio había sido provocado por la inquilina del propio piso, ya que se detectaron hasta tres focos diferentes en el interior de la vivienda. La mujer resultó detenida por este hecho, aunque el magistrado decidió dejarla en libertad provisional. Ahora los vecinos tienen miedo, por que la mujer volverá pronto a residir en la vivienda.

El incendio causó numerosos destrozos en las zonas comunes y dentro de algunas viviendas del bloque

El suceso causó numerosos destrozos tanto en las zonas comunes como en el interior de algunos hogares. Y en el rellano del primer piso todavía hay un fuerte olor que, pasados unos minutos, se vuelve insoportable. Muchos vecinos continúan con el miedo en el cuerpo y más aún después de que la responsable de la administración de la finca les haya informado del regreso de la inquilina del primero a su piso una vez sea rehabilitado. Está gestionado por Alokabide, el servicio de vivienda social dependiente del Gobierno vasco.

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El bloque está compuesto por más de una treintena de viviendas y sus residentes han celebrado recientemente una reunión en la que han mostrado verdadera preocupación por el regreso de la mujer. «No podemos vivir con una bomba de relojería dentro del edificio» sentencia uno de ellos. «Temenos que vuelva a ocurrir un suceso de este tipo, puesto que tenemos serias dudas de la estabilidad emocional de esta persona y de que pueda controlar su comportamiento».

Miedo a que vuelva a ocurrir

La alarma crece con el paso de los días, porque «da la impresión de que no se encuentra en sus cabales. Nadie que queme su propia casa lo está». De momento, todos los vecinos han redactado un texto conjunto en el que muestran su preocupación por lo acontecido. que se plantean entregar en las instituciones correspondientes, y en el que piden que no se la permita regresar. «Solo podemos expresar la alarma, inquietud y el desconcierto que nos causó a todos la noticia de que cinco días después del incendio, un juez había puesto en libertad condicional a la presunta autora de este suceso, a la vez que decretaba que se le devolviesen las llaves de la vivienda incendiada para que pudiese volver a vivir en ella», reza el escrito. En él se añade que «no nos merecemos estar pasando por este estado de incertidumbre y angustia y solicitamos que este caso se vuelva a revisar en el juzgado teniendo en cuenta toda la información relacionada con el suceso».

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Los residentes piden que «se tenga en cuenta la situación límite en la que están todos los vecinos afectados por esta situación». Tampoco descartan acudir a los tribunales en el caso de que no se ponga una solución al problema. Los vecinos coinciden en que no es la primera vez que esta inquilina provoca algún conflicto, «pero esto ha sido muy gordo». Recuerdan que «no respetó las normas de convivencia desde el primer día» y cuentan que solía «poner la música demasiado alta, a la hora que fuera, por ejemplo un martes pasadas las doce de la noche». También aseguran que «los gritos eran una constante en su casa» y que en alguna ocasión «un vecino tuvo que recoger en la calle a sus hijos porque era muy tarde y estaban solos por ahí».

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