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La Plaza Nueva se estrenó hace 175 años, después de seis décadas de proyectos y obras. Fue el símbolo del Bilbao ilustrado y ahora hace aguas. Es que la fachada tiene filtraciones. En marzo van a arrancar unas obras que buscan actuar en el balcón ... corrido del primer piso y así evitar afecciones al techado de los soportales. No se sabe muy bien en qué estado está este techado, así que se va a aprovechar para analizar cómo le han sentado tantos años de aportes de agua indebidos. Las obras, que vestirán de andamios un lugar crucial en la vida de la ciudad, se van a prolongar durante alrededor de un año con el parón obligado de agosto, mes en el que se tratará de dejar la zona lo más despejada posible para Aste Nagusia.
El asunto, como todo lo que tiene que ver con actuaciones urbanísticas en el Casco Viejo, es competencia de Surbisa, cuyo presidente es el concejal de Regeneración Urbana, el socialista Jon Bilbao. «Llevamos tiempo preparando esta actuación», desvela. «El problema es que los materiales de la fachada son muy porosos, de manera que nos encontramos con filtraciones de agua al interior del edificio». Especialmente, «en la balconada corrida de la primera planta».
Según añade, en este punto, y a lo largo de todo el perímetro de la plaza, el agua de lluvia se queda estancada y acaba empapando la estructura. Así que «puede llegar a meterse en el suelo de madera, que es también el techo de los soportales». Es decir, donde se desarrolla una parte muy relevante de la vida callejera de la ciudad, y donde conviven bilbaínos y turistas alrededor de una de las concentraciones de hostelería más importantes.
«Lo que queremos es actuar antes de que esto se ponga peor», avanza el concejal. Durante más de un año desde el Ayuntamiento han estado convenciendo a las 17 comunidades de propietarios de que es mejor actuar ahora que cuando los efectos de las filtraciones sean más graves. Porque, claro, se trata de una actuación que se paga a medias. La factura, según Jon Bilbao, será de 288.000 euros, de los que el 50% lo afrontarán los vecinos, y el otro 50% será una subvención de Surbisa a fondo perdido. Durante los trabajos se va a aprovechar para comprobar el estado de la estructura interior, es decir, la parte no visible del techo de los soportales. En función de cómo se encuentre «igual hay que plantearse en un futuro no muy lejano actuar en él», dice el concejal.
No es un gran presupuesto, pero sí va a tener un impacto muy visible en la Plaza Nueva. Porque para reparar el suelo de la balconada que se extiende por los cuatro puntos cardinales habrá que levantar andamios. Unas estructuras que, además, van a afectar de un modo muy directo a las terrazas que hay en la plaza.
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Para que esa afección sea lo más contenida posible la obra va a ir avanzando de manera progresiva. «Se va a abordar por alas para no dañar demasiado a la hostelería», detalla el concejal. «Los andamios se van a instalar fuera del soportal, donde están las terrazas, por lo que habrá que desplazarlas hacia el centro de la plaza, y en muchos casos van a perder dimensión». El tajo va a empezar en marzo, «en principio el día 3», en el lado «donde está el café Bilbao», es decir, en la parte Sur. Se prolongará durante «dos meses y medio» antes de pasar al siguiente flanco, avanzando en el sentido contrario a las agujas del reloj. «Y se terminará en el lado Este, donde está la sede de la asociación de comerciantes».
Se prevé emplear en cada lado, como queda dicho, dos meses y medio. Y, entre medias, en agosto, la obra se detendrá. El plan es que en ese momento se deje el entorno lo más recogido posible para que el material de obra no sea un estorbo durante la celebración de Aste Nagusia, cuando la Plaza Nueva gana aún más estatura como punto de encuentro y celebración. Durante todo el año de trabajos el Ayuntamiento va a hacer el «control y seguimiento de las obras» ya que afectan a un edificio delicado.
El concejal recuerda que para llegar a este punto, y teniendo en cuenta que la Plaza Nueva «es patrimonio protegido», ha habido que entrar en contacto con el área de Cultura de la Diputación. «Hay que hacer toda la actuación a la vez para que guarde uniformidad». Por eso también hubo que poner de acuerdo a todas las comunidades de propietarios (de las que forman parte el Obispado y Euskaltzaindia) antes de arrancar con el tajo. «Ya han firmado todos el contrato», se felicita Jon Bilbao, convencidas de que «es mejor abordar ahora el trabajo que cuando las cosas se pongan peor».
Durante el año que tenemos por delante los contenedores de obra se ubicarán en la calle Fueros. Se ha optado por esta solución para evitar más afecciones en la Plaza Nueva, donde la presencia de estas estructuras supondría una molestia más para que siga ejerciendo como punto de encuentro y lugar de juegos.
Eso es lo que ha sido durante los últimos dos siglos. Aunque ha sido muchas cosas más: se celebraron ahí corridas de toros, una vez se sustituyó el agua del surtidor central por vino, y en 1872 hasta se convirtió la plaza en un lago para celebrar un combate naval con motivo de la visita de Amadeo de Saboya, notándose ya entonces la audacia de la ciudad en la celebración de eventos.
Los datos
1851 es el año en el que se terminó la Plaza Nueva, de estilo neoclásico, tras seis décadas de proyectos y obras.
66 arcos separan la plaza de los soportales, que conforman uno de los espacios más animados de la ciudad.
288.000 euros es el presupuesto para contener la filtraciones que se producen desde el balcón corrido del primer piso.
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