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La nueva inyección de fondos es la consecuencia lógica de la revisión del proyecto que se llevó a cabo en 2021. «Fue cuando se concluyó que había que extender dos años la construcción, y ahí se adquirió un compromiso por parte de los trece países ... de seguir para adelante. Era un acuerdo esencial para mantener la credibilidad tanto del Estado como de Euskadi en la apuesta por la ciencia y la tecnología de vanguardia», resume el director ejecutivo de ESS-Bilbao, Mario Pérez López.
- ¿Detecta sintonía entre las dos administraciones?
- Yo me incorporé en mayo de 2018. Antes había habido discusiones, visiones diferentes, pero desde entonces están muy claros los objetivos y he percibido no solo sintonía, sino un apoyo claro de ambas administraciones. También se llegó a un acuerdo entonces sobre las contribuciones, que son dos tercios del Gobierno central y un tercio del vasco.
- ¿Por qué se han modificado las exigencias de seguridad?
- Cuando se produjo el accidente nuclear de Fukushima, los organismos reguladores de todos los países actualizaron las exigencias de seguridad, sobre todo de los edificios. En algunos casos, se llegaban a plantear escenarios que rondaban la ciencia ficción. Esto afectó al ESS y a otros grandes proyectos. Hubo que reforzar parte de los cimientos, pero también reevaluarlo todo, y eso genera retrasos. El covid también influyó bastante.
- ¿Y la guerra de Ucrania?
- En la extensión del proyecto no, pero nos afectó en el precio de los materiales. El acero, el aluminio y el cobre se dispararon. Y también repercutió en las cadenas de suministro de componentes electrónicos: de plazos de seis meses pasamos al doble o el triple. Pero hemos podido encajarlo.
- ¿Existen cifras sobre el impacto del ESS en nuestra industria?
- La contribución española y vasca al proyecto se considera ya un éxito desde el punto de vista del retorno industrial, económico, y a esto habría que sumarle el retorno científico. Hasta la fecha, las empresas españolas y vascas han conseguido contratos directos de ESS-ERIC por valor superior a 35 millones de euros, y nosotros, a través del consorcio, también hemos contratado unos 35 millones. Incluso se han conseguido contratos para contribuciones de otros países. Además, esto capacita a las industrias: trabajar para un proyecto de este tipo es una referencia para acceder a otros. Se produce una internacionalización, al establecerse relaciones con científicos e instituciones europeas que suponen nuevas oportunidades. Es beneficioso el efecto en la marca de España y Euskadi y, además, son proyectos que atraen a científicos e ingenieros de muy alto nivel.
- ¿Cuál ha sido el momento cumbre de su participación en el proceso?
- Un hito importante fue el test de vacío y presión de la vasija. Nosotros éramos responsables de entregar la vasija y varios componentes que van dentro, así que supuso una validación del trabajo de muchos años. Lo que es la prueba puede durar un día y se pasan muchos nervios: nosotros hemos garantizado que nuestros componentes funcionan, los testeamos en casa, pero eso llega allí y se integra con otros componentes. Si algo falla...
- ¿Y aquí se celebra el éxito, como en la NASA?
- Claro. No es como un lanzamiento, que dura segundos, pero por supuesto que lo celebramos. Somos una plantilla joven pero muy valiente: como quien dice, un grupo de chavales que estamos entregando componentes a una de las instalaciones científicas más avanzadas de Europa.
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