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iratxe lópez
Jueves, 1 de junio 2017, 13:37
En Elizondo siempre ha habido turistas. Antes llegaban invitados por la belleza del lugar, la buena comida y el tesoro natural que abriga la zona. Ahora lo hacen con la intención de reconocer entre sus calles y edificios el mundo ideado por Dolores Redondo, de poner forma a la casa de la tía Engrasi, a la comisaría de la que Amaia entra y sale con urgencia, a las nubes que precipitan su llantina sobre un pueblo nublado por el misterio. Es el precio que la localidad debe pagar por la fama. No todos los días un emplazamiento se convierte en escenario de una historia devorada por millones de lectores.
Toda la culpa la tienen esta donostiarra y su trilogía del Baztan, cuyas páginas han mantenido en vilo a sus seguidores desde la publicación del primer libro, 'El guardián invisible' (2013). El cóctel de mitología e investigación policial dio en el clavo. Basajaun abandonaba el monte para colarse en los salones de las casas, donde ojos ávidos le sentían acercarse por encima de frases y párrafos. Las lamiak fluyeron por la corriente de los ríos hasta las bibliotecas. Y la policía foral cruzó la frontera de Navarra propagando su nombre por todo el mundo más de cuarenta países han traducido esta historia, con China y Japón como últimas incorporaciones.
En Elizondo siempre ha habido turistas pero ahora hay más. Los vecinos ya se han acostumbrado a su presencia, por eso cuando los ven reunidos frente al Ayuntamiento solo miran de soslayo. Desde el Consistorio parte la visita en la que fanáticos y no tanto empiezan su periplo narrativo, repasando la trama con la ayuda de una guía que trata de no desvelar finales, para que los últimos incorporados disfruten con la sorpresa. «Amaia llegó a la plaza sintiendo el viento entre los pliegues de su bufanda mientras observaba la explanada demasiado luminada que, sin embargo, no poseía hoy ni la mitad del encanto que debió de tener en el siglo pasado, cuando sobre todo se usaba para jugar a pelota. Se acercó al ayuntamiento, un noble edificio de finales del siglo XVII que a Juan de Arozamena, un famoso cantero de Elizondo, le llevó dos años construir. En la fachada, el eterno escudo ajedrezado». Son las palabras de la novela que abren boca al animado público. Hablan de un edificio pero también de los baztaneses, nobles todos ellos, de ahí la cantidad de blasones asomados a las fachadas.
Tradición manda, aunque a veces la novedad también se hace norma. Lo explica la cicerone, Beatriz, cuando cuenta el origen de la piedra presente junto al edificio. «Servía para sacar el lance en el juego de pelota hace cientos de años. Desde que nuestra protagonista, Amaia, afirma que tocarla da fuerza, todo el mundo pasa su mano por encima, incluso los vecinos». Las siguientes paradas avanzan por la calle Jaime Urrutia: hasta el Palacio Arizkunenea, construido en 1740 según inspiración francesa; y la Casa de la Serora, donde se distingue hasta qué altura llegó la inundación de 1913. En el segundo libro, 'Legado en los huesos' (2013), otra crecida sorprende a los habitantes. Tras las contraventanas del ruinoso hospital de peregrinos, una luz anuncia complicaciones dentro de la ficción. Ahora es de día, no hay peligro.
«Observad el número 27. Hay un pasaje que llega a la calle de Santiago. Si habéis visto la película estrenada hace poco, Marta Etura lo atraviesa. Lo impactante para quienes conocemos la zona es que al otro lado no aguarda Elizondo sino la plaza de Irurita, un pueblo vecino». He ahí la magia del cine.
Dolores Redondo no elige los nombres de sus personajes por casualidad. Amaia Salazar se apellida así por Alonso de Salazar y Frías, el inquisidor que se negó a creer en las acusaciones de brujería vertidas sobre las mujeres de Zugarramurdi durante el Proceso de Logroño, en el siglo XVII. Lleva, además, como segundo apellido Iturzaeta porque es el que aparece en la tumba del ángel, la que inspiró el enterramiento ficticio de la familia Arbizu y el siguiente pasaje «() sobre el panteón reposaba un ángel que, indolente y con gesto aburrido, ajeno al dolor de los humanos, parecía observar a los enterradores que habían apartado la losa haciéndola rodar sobre unas barras de acero. Amaia se situó junto a Jonan, que parecía absorto en la base del crucero». Otro ejemplo de sus homenajes pasa por el nombre de su suegra, Clarice, un guiño a la agente del FBI Clarice Starling, protagonista de 'El silencio de los corderos'.
Tras superar la arcada donde tenía lugar el mercado de abastos, es hora de asomarse por el puente del barrio de Txokoto. «A este rincón viene a llorar Amaia en el filme». Derrama sus miedos sobre el río Baztán, igual que se derrama la fuerza del agua precipitándose por el salto que antaño movía molinos. Nadie escapa a los encantos de este balcón.
Tras obtener la mejor foto hay que continuar hasta la casa de tía Engrasi, el 38 de Braulio Iriarte. «Cuando publicó el primer libro, Dolores no la conocía por dentro. Su fama le abrió las puertas de Txarrenea». Allí recuerda el grupo las partidas de esa medio bruja con sus amigas. Junto al que sería el obrador familiar, la sonrisa se dibuja en los rostros de cada asistente. Un par de críos con visión de negocio venden pulseras y anillos sobre una mesa portátil. Sus caras de profesionales serios se ganan a la concurrencia, que cambia monedas por alhajas antes de bajar a la orilla del río, donde el clamor del agua ensordece, tal como describe la autora.
Toca partir hasta la comisaría con forma de cubo. «Dolores la describió a partir de infografías que se publicaron en la prensa cuando aún no estaba construida». El personaje ha hecho ese edificio tan famoso que dentro existe una placa en la que puede leerse: 'Éste es el despacho de Amaia Salazar'.
Casas del Mercado Nuevo, funeraria, Arco de Arizkunenea... desfilan camino a la Pastelería Malkorra, dulce parada en la que hincar el diente al chocolate local y a los txantxigorris. «Antes solo se consumían en los caseríos pero, como todos los visitantes preguntaban por ellos, comenzaron a producirlos».
En la parroquia de Santiago, donde se celebra el funeral de la peligrosa madre de Amaia, finaliza la excursión para quienes quieran evitar la pendiente hasta al cementerio. ¡Afróntala sin temor! «Del mismo modo que sobre las puertas de una ciudad se coloca un escudo con sus armas y sus valías, en la puerta del cementerio presidía una calavera que vigilaba desde sus cuencas vacías a los visitantes, avisándoles de que entraban en los dominios de aquel particular gobernador de la ciudad de los muertos», escribe Redondo. En uno de sus panteones se inspira el de la familia del juez Markina, muy presente en 'Ofrenda a la tormenta' (2014). Y allí aguarda la tumba de la familia Arbizu, con un ángel velando el descanso eterno.
El premio al esfuerzo queda concedido en la panificadora, final de trayecto donde aún puede verse el cartel de 'Mantecadas Salazar', atrezzo de la película. Degustación de magdalenas, pastel y txantxigorri de nuevo, para volver a casa con el estómago saciado.
En Elizondo siempre ha habido turistas. Ahora hay más. Tú puedes convertirte en uno de ellos.
DÓNDE DORMIR
Ubicado en uno de los rincones más bellos de Elizondo, el Hostal Trinkete Antxitonea ofrece habitaciones cómodas en las que relajarse leyendo cualquiera de las tres novelas que inspiran la ruta. Dentro del bar de mismo nombre, desayunará el hospedado, allí donde Flora y Montes son vistos por primera vez juntos. La descripción de la taberna en el libro es exacta, con su barra semicircular y la curiosidad de contener un frontón al fondo. A orillas del río Baztan, esta casona del siglo XIX en pleno casco antiguo, se localiza en uno de los rincones más emblemáticos, el barrio de Txokoto. (Braulio Iriarte 16. Elizondo. 948 58 18 07. www.antxitonea.com)
DÓNDE COMER
Si quieres mantenerte fiel a las novelas, tendrás que pedir mesa en el Restaurante Santxotena, donde James propone a Amaia comprar Juanitaenea. Comerás de lujo, cocina tradicional basada en productos de la tierra de primera calidad. (Pedro Axular s/n. Elizondo. Tf. 948 58 02 97. www.santxotena.es)
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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