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Iñigo Muñoyerro
Viernes, 1 de abril 2016, 02:13
El Sendero Litoral recorre 25 km de la costa vasca entre Bidart y Hendaya. Sigue el borde de los acantilados azotados por el oleaje y facilita el descubrimiento de calas donde aflora el flysch, playas y pedregales que permanecen ocultos a los menos curiosos. Además ... quince de los kilómetros de 'Le Sentier du littoral' son especiales. El tramo comprendido entre Ziburu-Sokoa y Hendaya el único virgen, sin urbanizar de la costa vascofrancesa.
Allí, sobre una landa que mira al Golfo de Vizcaya se alza el sorprendente y único Château d'Abbadie. Es un castillo de finales del siglo XIX (1864-1884) edificado a petición de Antoine d'Abbadie d'Arrast por el reconocido arqueólogo y arquitecto Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc en estilo neogótico.
Un personaje excepcional
Antoine d'Abbadie fue un personaje excepcional, tanto como su castillo. Nació en 1810 en Dublín de padre vasco y madre irlandesa. Fue un sabio de su época. Miembro y presidente de la 'Académie des Sciences' entre 1862 y 1892 fue un experto en geografía, astronomía y cultura oriental.
También fue un gran viajero. Vivió once años en Etiopía donde aprendió los idiomas del país y cartografió por primera vez. Además visitó las fuentes del Nilo. A su vuelta se convirtió en un defensor de la cultura y lengua vascas y fundador de las fiestas euskaras de Urrugne. Falleció en 1897.
Viollet-le-Duc se inspiró en las plazas fuertes medievales. Mezcló gótico y orientalismo en la línea del castillo de Luis II de Baviera en Neuschwanstein en un edificio único. Este está dividido en tres cuerpos: sobre el central se eleva un observatorio astronómico que conserva una magnífica biblioteca y una capilla con una cripta donde reposan Antonie d'Abbadie y su esposa Virginie. Sorprende la decoración. La exterior, con gárgolas en forma de elefante y gato, y una boa que trepa por la fachada. La interior es abigarrada, una confusión de estilos gótico y siciliano.
Ahora es propiedad de la 'Académie des Sciences' organismo al que d'Abbadie, ferviente católico, legó en 1895 a condición de que el observatorio estuviera dirigido por un sacerdote.
Paseo por el parque
Tan interesante como el castillo es el parque del Domaine d'Abbadia. Un recorrido por una landa salpicada de bosquetes y espesuras intransitables que se asoman a los acantilados. Tiene dos entradas (por el château no hay acceso). Por aparcamiento de Ascoube Fagady encima de la Casa del Parque (Asporotsttipi) o por Hendaya, por el aparcamiento de la Depuradora de Hendaya.
Parking de Ascouby. Al otro lado de la carretera un sendero habilitado para los peatones pasa junto al Château y baja hasta la depuradora. Allí, un camino enlosado sube hasta el caserío Larretxea. Restaurado, rodeado de flores, precioso. Por la izquierda baja un sendero que se interna en un laberinto de madroños y endrinos trenzados por la zarzaparrilla. Vuelan los jilgueros y los mirlos. Llega hasta la costa.
Estamos en el acantilado, sobre un mar embravecido que se estrella contra las rocas. El ruido de la resaca es ensordecedor. En frente destacan dos islotes rocosos, reposadero de gaviotas, llamados Les Jumeaux (Los Gemelos). La marcha continúa (derecha) por un sendero que se sumerge en un túnel de endrinos, avellanos y laureles. Y llega a los búnkeres (blockhaus) de la Pointe Sainte Anne.
Bunkeres reventados
Remontan a la II Guerra Mundial. Las tropas alemanas ocuparon el País Vasco entre 1940 y 1944, pero no fue hasta agosto de 1942 cuando comenzó la construcción del Muro del Atlántico. Constaba de miles de puestos fortificados. En dos años miles de trabajadores forzados emplearon un millón de toneladas de acero y quince millones de metros cúbicos de acero en edificar la muralla defensiva.
Hay varios búnkeres. La mayoría están reventados por el fuego de la artillería a pesar del grosor de sus muros. Está intacto el principal. Ocupa el promontorio del acantilado. Es posible penetrar en su interior y por la aspillera otear la línea del horizonte. Y escuchar los rompientes.
Reanudamos la marcha. Con el castillo a la vista la línea de costa dejamos la línea de costa para entre laureles, brezos y argomas alcanzar un cruce. Por la derecha se vuelve a los caseríos Larretxea y Nekatonea.
Vamos en sentido contrario por un camino bien cuidado que remonta el bosque castigado por la galerna. La espesura permite contemplar bahía de Loia con sus acantilados grises y rosas y el islote. Luego la misma pista sube entre prados y ovejas y llega al límite del parque. Más arriba está Asporotsttipi. Hasta mediados del siglo pasado fue una granja. Luego la discoteca Boléro y ahora, restaurada, es el centro de visitantes (consultar horario). Por la carretera volvemos al aparcamiento de Ascoube Fagady. El paseo se puede realizar en sentido contrario.
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