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Hoy es un agente de los servicios secretos británicos que quiere desbaratar el plan del Kremlin para explotar una bomba nuclear. Sí, suena al argumento de 'El cuarto protocolo', escrito en 1984 por Frederick Forsyth, el libro que Plamen Petrov tiene esta mañana entre sus manos, sentado sobre una bolsa con sus pertenencias a los pies de una entidad bancaria de la Gran Vía de Bilbao. No le es ajeno el ambiente soviético que describe la historia; Petrov nació hace 47 años en Varna (Bulgaria), un país de la órbita comunista, ligado a la URSS durante la Guerra Fría.
Trabaja cuando puede de albañil, pintor... La que era su profesión en su país, y dice que es bastante bueno. «Me enfado si me contratan para hacer chapuzas porque me gustan las cosas bien hechas». Así que dice que no a propuestas donde la calidad del trabajo brilla por su ausencia o cuando lo que falta es la ética del contratador, que busca aprovecharse de una persona en situación de vulnerabilidad.
Plamen Petrov Bulgaria | 47 años
Habla muy bien español porque se ha empeñado en ello, porque lee mucho y porque llegó hace ya 10 años a nuestro país, la mayor parte del tiempo en Bilbao, donde en distintas etapas ha vivido en la calle, en albergues y en pisos alquilados. Tiene dos hijos mayores de distintas mujeres que viven en su país. Él escapó de allí huyendo de una mala vida, no por falta de cosas, sino más bien por exceso de ellas. Un día se levantó, no encontró sentido a su existencia y salió huyendo. En la calle destaca mucho porque hoy día no es fácil encontrar a alguien leyendo un libro de papel, ni a persona con hogar ni sin él. Y ahí está Plamen, devorándolos, a razón de 20 al mes, esta noche a la luz de la farola, protegiendo su tesoro de la lluvia con un paraguas. «Ayer acabé las últimas 200 páginas de 'El puño de Dios'», desvela. Le gusta Forsyth, está claro.
Europa celebra hoy el Día de las Personas Sin Hogar. Plamen es una de ellas, pues no puede considerarse como tal un albergue, en su caso el de Uribitarte, aunque suponga un buen apagafuegos, una manera de evitar la calle de noche, que quita años de vida y puede resultar fría y peligrosa. Pero tener que abandonar a las 9 de la mañana la habitación que comparte con otras personas con las que no tiene relación y no poder regresar hasta las ocho de la noche, ya estén cayendo 40 grados o chuzos de punta, no es precisamente el concepto que nadie tiene de hogar.
Aun así, a Plamen le gusta bastante, no se queja y lo valora. «Una cena caliente se agradece, y está rica». También la litera limpia donde descansar el peso de todo el día en la acera. Y le gustan los monitores, dice que le tratan muy bien. Uno de ellos confía a este periódico que Plamen es «un gran tipo, un máquina», dice.
Aunque no siempre ha dormido a cobijo. En estos diez años ha habido ocasiones en que lo ha hecho mirando las estrellas. Justamente este verano pasó por una mala racha: «En febrero sucedió algo que me afectó mucho. Y dejé de interesarme por las cosas, me daba igual si dormía. Estaba apático, no me importaba nada». Pasó las noches en el mismo sitio donde pide dinero con su cajita del móvil comprado de segunda mano; la entidad bancaria tiene unas repisas bastante amplias donde esta noche se han guarecido dos personas con sus sacos y un perrillo que tiembla porque su mantita se ha resbalado y está en el suelo, mojada por la lluvia. «Te tapas bien y tampoco pasas mucho frío», asegura él desde su experiencia.
Plamen Petrov Bulgaria | 47 años
«Guardo mis cosas en la taquilla del albergue y en la casa de algún amigo». Aunque un malentendido con un colega que le contrató hace meses le hizo perder sus herramientas, lo que dificulta su regreso al mercado laboral. También provocó que tuviera que dejar la casa de alquiler donde vivía, unos 600 euros al mes en Santurtzi que un día no pudo pagar porque, entre otras cosas, tuvo que enviar una suma de dinero a su familia. Y a las calles volvió. En su país nunca pasó por este trance. «Allí vivía bien. Tenía dinero, amigos, mujeres... Y vicios que se volvieron excesivos». De ellos escapó dejándolo todo atrás. Lo mismo había hecho la madre de uno de sus hijos, recuerda, abandonándolos a él y al pequeño cuando este tenía solo año y medio. «Al de cinco años apareció otra vez, sin dar explicaciones. Yo pensaba que la habían matado». La vida se complica a veces. Y un día, cuando el crío tenía ya 15 años, él también huyó. «Los amigos me decían si estaba loco, que no tenía problemas, que por qué me marchaba a empezar de cero». Pero él sentía que tenía que hacerlo. «En 2020 tuve que volver un año a mi país, a cuidar de mi madre enferma, que al final falleció. Y ahí volví a caer en las cosas que no me gustan, arrastrado por el entorno. Aquí en España se sale los fines de semana, pero en Bulgaria salen todos los días, y eso es un problema».
Llega la Navidad. Él no es creyente, pero las luces, la actividad, la alegría típica (allí en Bulgaria también celebran a su manera) lejos de entristecerle, le aporta una pequeña dosis de felicidad. «No soy sentimental, no siento nostalgia de las cosas, lo que soy es sensible, me entristecen los dramas que veo delante. Pero la Navidad me alegra de alguna manera, lo celebramos en el albergue con una cena, está bien». Si necesita hacer sus necesidades, acude a los baños de la Estación del Norte. Hay gente que le trae bocadillos, y si no, compra pan con queso y ya. «Este está muy rico, te lo recomiendo». Por la tarde, antes de ir al albergue, un par de cervezas, como muchos.
De sus peores momentos le salva la lectura. «Así no pienso en otras cosas, me meto entre las páginas, me concentro en la historia. Precisamente gracias a ello pude salir este verano del agujero en que me había metido. Puedo leer unos 20 al mes. Los pillo en la tienda Libros en Movimiento (iniciativa que cumple diez años en bilbao, en la calle Bailén), los cojo, los dejo... Y hoy una mujer me ha traído esta bolsa». Dentro, unos 8 volúmenes que pesan como solo lo hacen los libros.
Plamen Petrov Bulgaria | 47 años
Si se le pregunta por cuál es la cosa más bonita que tiene, o la de mayor valor, no sabe qué contestar: «No guardo muchas cosas, como te he dicho, no soy muy sentimental. Doy valor a mis documentos, por ser extranjero. Bueno, tengo en la cartera una foto de uno de mis hijos que no me gustaría perder, aunque sé que en mi país tengo más. Y eso que en el edificio donde vivíamos, uno de los vecinos, con síndrome de Diógenes, prendió fuego a la casa y perdimos casi todo. No soy de asuntos materiales, pero elijo un libro que tengo guardado, 'Los pilares de la Tierra', de Ken Follet, me gusta mucho».
Su miedo más grande es precisamente a perder los documentos o que le roben el móvil. «Pero también me asusta no llegar a realizarme como me gustaría. La mayoría de la gente piensa que solo quieres el dinero que te dan y no es eso. Yo necesito poco para vivir, no tengo grandes vicios. Me gusta conocer a las personas y hablar con ellas, estar con la gente. Y quiero trabajar en lo mío, soy bastante bueno. Pero es difícil, hay desconfianza hacia los extranjeros y prefieren contratar a los de aquí». Precisamente trabajo es lo que necesita para salir de la situación en la que se encuentra. Una corta temporada percibió la RGI. «Pero yo soy autónomo y quiero seguir pagando la cuota para volver a estar activo cuanto antes».
Plamen Petrov Bulgaria | 47 años
Lo que más le gustaría es lo que muchos se han olvidado de apreciar: «Yo solo pido poder tener un hogar donde estar y guardar mis cosas, y una persona con quien compartir, en quien confiar del todo, y ser feliz. Pero es bastante difícil para un extranjero que está en la calle». ¿Se ha enamorado aquí? «Una vez me gustó una chica y yo a ella, pero la dejé por que no me parecía bien no tener nada que ofrecerle. No soy de esos que piensan que es el hombre el que tiene que pagar, pero hay que aportar algo».
Plamen Petrov Bulgaria | 47 años
Asegura que no le miran mal al pasar por delante de él cuando está sentado en la calle: «En mi país no había mucha gente sin hogar y me habían dicho que aquí tampoco, así que me sorprendí mucho cuando vi la cantidad de gente que hay en esta situación. Y creo que a algunos les gusta vivir en la calle, es mi opinión. Conmigo se para bastante la gente a hablar. Hay algunos que ni te miran, pero no puedes obligarles a ello».
Dice que en estos años como persona sin hogar no ha tenido grandes problemas: «Una vez, durmiendo, me robaron de la mochila el cinturón y las chancletas. También me he encontrado de todo, hasta una pistola, entre dos contenedores. Soy muy pacífico, nada agresivo, no me meto con nadie. Creo que soy buena persona y a veces eso no es lo mejor porque la gente piensa que te puede manipular. También puedo ser divertido, y con un par de cervezas digo cosas graciosas».
Plamen Petrov Bulgaria | 47 años
En su facebook, hay abundantes fotos, paisajes de Bilbao e imágenes de muros de ladrillo, alicatados en pisos, techos pintados... una muestra de su buen hacer. En la información personal se lee esto: «¡Simpático, creo! ¡Divertido, ojalá! Don't happy aún. Bueno y bastante pobre. Pero no pierdo la esperanza. Te quiero muchísimo».
¿Que le gustaría a Plamen Petrov que supiéramos de él? «Que soy una persona normal, como cualquiera de vosotros». Sin embargo, hoy es Jack, un detective de homicidios que siendo niño viajó a un mundo paralelo para salvar a su madre.
Toca 'Casa Negra', de Stephen King. «Hasta ahora no me ha gustado mucho, cuenta cosas un poco horribles, pero seguro que mejora».
Texto Isabel Ibáñez
Fotografías Yvonne Iturgaiz e Ignacio Pérez
Audiovisual Pablo del Caño
Diseño web Anartz Madariaga
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