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«Si esto pasara en la Gran Vía seguro que ya estaba solucionado, pero como esto es Basarrate, un barrio alejado del centro y obrero pues pasan de nosotros como de la mierda...y de eso ya ves que tenemos mucho». La frase la pronuncia ... Sergio, dueño de la panadería Katy, ubicada en la calle Médico Eguiluz, y resume el sentir de un vecindario que convive desde hace meses con un río de aguas fecales que sale de una lonja precintada desde abril de 2023 por orden judicial. Allí estaba la barbería de Said, un hombre que acabó en prisión tras protagonizar varios violentos incidentes que incluyeron amenazar a una vecina con una katana, robar a otra y atrincherarse en la lonja junto a dos perros malinois y una oveja. El problema es que en el bajo comercial se encuentra la arqueta que da servicio a la comunidad de vecinos del número 22 y que desde hace más de un año no ha podido ser limpiada.
En los últimos meses los líquidos residuales que inundan el local han saltado a la acera y el hedor en esa parte de la calle es nauseabundo. Los peatones evitan pasar por allí y acaban transitando por la calzada para sortear charco. No pocos sueltan maldiciones durante la maniobra de escape y los despistados o quienes optan por atravesarlo pese a todo se detienen en la zona seca para desprenderse de pringue dando un pequeño zapateado.
Hasta este jueves, las persianas de la antigua barbería permanecían bajadas y en ellas se había pintado la frase «Ojo, aguas fecales». Sin embargo, en las últimas horas «alguien ha levantado una de ellas y ahora se ve a perfección lo que hay dentro», describe asqueado el responsable de la panadería.
Un vistazo rápido, -la arcada impide detenerse mucho tiempo en el detalle-, deja ver un suelo inundado con distintas tonalidades y texturas de líquidos. Restos de toallitas y celulosa higiénica se acumulan en el borde de la puerta, ya en el exterior. «Cuando alguien tira de la cadena en su casa enseguida parece lo que echa, abajo en la calle», cuenta Juan Antonio Madrid, presidente de la comunidad del número 22. Es él quien confirma a EL CORREO el rumor de que el alzamiento de la lonja por parte de un juez, inicialmente previsto para el próximo 2 de octubre, «no se producirá hasta el 27 de enero».
Varios factores juegan en contra de los residentes y comerciantes. Por un lado el episodio violento que allí tuvo lugar y por otro que los dueños del espacio mantienen activa una demanda contra Said por impago de alquiler. Como él cambió la cerradura y el contrato de alquiler no se ha dado por extinto nadie puede acceder excepto el barbero, que tras salir de la cárcel no está localizable, o el juez, foco de las críticas de muchos. «Se nota que no vive aquí porque si no seguro que se ponía las pilas. Primero que para el 3 de octubre y ahora que para el 27 de enero...vamos a tener que recoger firmas o cortar la calle para que hagan algo», lamenta una vecina del número 24 que prefiere no identificarse. Ella, residente en los pisos bajos del bloque sabe lo que es llevar meses sin poder abrir la ventana. «Suben unos olores....esto es intolerable».
Desde la puerta de su panadería Sergio y su socia mirar con desesperación y enfado el reguero maloliente e insalubre que cruza a pocos metros de su establecimiento, abierto hace un mes. «Mira, si lo llegamos a saber no alquilamos este sitio», confiesan antes de desvelar otro temor: «Es que cualquier día se cae alguien y verás como se rompa algo». Es efectivamente uno de los miedos de la comunidad que preside Juan Antonio Madrid. «El Ayuntamiento no puede hacer nada porque está el tema judicializado, la policía tampoco y si pasa una desgracia igual pagamos nosotros», advierte.
Comerciantes y vecinos intentan buscar salidas por su cuenta para agilizar un problema que con la llegada de las lluvias de otoño puede agravarse y extender el hedor por toda la calle y las cercanas. «Algunos están intentando localizar a Said para que abra y deje entrar a los del saneamiento, otros les han pedido a los dueños que retiren la denuncia por impago para que así se resuelva automáticamente el contrato de alquiler y se pueda entrar.... a ver qué nos dicen la semana que viene», detalla un Madrid bastante pesimista. Mientras, una joven levanta su larga falda blanca para evitar mancharla y un pareja con el carrito de un bebé esquiva el repugnante charco bajando a pie de calzada. «Bilbao siglo XXI», suelta un paseante desde la acera de enfrente.
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