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¿Qué pasa en Bilbao, que no dejan de cerrar bares y tiendas? La crisis que atraviesa la capital vizcaína desde hace un año se ... deja sentir con la clausura de decenas de establecimientos. Algunos que llevaban una vida unidos a la villa. El último en anunciar que baja la persiana es el míticos restaurante del Casco Viejo Pentxo. Ubicado en Belosticalle pone fin a cuarenta años, que se dice pronto, de una comida en vías de extinción. Apagará sus fogones el sábado. Pentxo y Loli, su mujer, se jubilan. Quieren disfrutar de la compañía de sus nietos, ya que ninguno de sus dos hijos ha decidido tomar las riendas del negocio.
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Con su cierre se va uno de los locales de toda la vida. «Me da mucha pena ver en qué se ha convertido el Casco Viejo. No tiene nada que ver con lo que fue y hay ahora«, reconoce Pentxo, natural de la localidad leonesa de Mansilla de las Mulas. Punto neurálgico de la villa y parada obligatoria de visitantes, su imagen ha ido mutando con el paso del tiempo hacia unas Siete Calles que para muchos nada tienen que ver con la esencia del Bilbao de siempre. «Todo son franquicias, comida congelada y todo está enfocado hacia el turismo», se lamenta el hostelero.
«Hay clientes que nos lo dicen, que es una lástima que se vaya lo de casa y que se consienta», añade Loli. «En el Casco Viejo te ponen muchos impedimentos. Para hacer obras y para todo... Luego llegan las franquicias y se les permite todo. Así, el pez grande se come al pequeño», añade.
La despedida del Pentxo se suma a la que hace menos de un año protagonizó otro histórico del Casco Viejo. El restaurante Baste, un clásico de la hostelería bilbaína ubicado en la calle María Muñoz dijo adiós. Era otra de las ya pocas apuestas por la cocina tradicional. Un local del que los clientes salían chupándose los dedos con sus croquetas y mejillones. Sus 'tigres' eran una parada obligatoria en la ronda de pintxos. Hasta 800 llegaban a despachar en un fin de semana. Hasta que sus dueños se jubilaron y el restaurante se reconvirtió en un bar-restaurante entregado al culto al cerdo. Con nuevo nombre, 'Casa Pezuñas', es una invitación a la degustación de morros, callos, torreznos...
Y después del Baste, llegó el turno del Rotterdam, de la calle El Perro, y estandarte de la cocina de cazuelitas de pimientos rellenos, callos, albóndigas, mejillones, anchoas, txipirones... Arantza Alberdi y Javi González, la pareja que trabajó mano a mano durante las últimas cuatro décadas en el local, anunciaron a principios de 2023 que lo ponían a la venta y que cesarían la actividad tan pronto como encontrasen un inquilino apropiado. No querían traspasarlo «a cualquiera« en un momento, ya lamentaron entonces, en el que los restaurantes castizos van a menos, acorralados por el auge del turismo y la invasión de franquicias.
A las bajas en la hostelería, se suman también las comerciales. Si bien el cierre de tiendas parecía darse más en zonas como Indautxu, el Casco Viejo ya no es ajeno tampoco a esta sequía. En pocos días la zona antigua de la villa ha asistido a la desaparición de emblemas que transmitían una sensación de rentabilidad y seguridad. Vas, la zapatería que operaba junto a la joyería Larrucea, también ha bajado la persiana. Mantiene el local de Rodríguez Arias, esquina con la Plaza Campuzano, pero ha vaciado el de la Calle Correo. Sigue una línea anunciada hace una semana en estas páginas por la experta en comercio minorista Pilar Zorrilla tras advertir de que a las grandes marcas tampoco les tiembla el pulso cuando no les salen los números.
Su cambio recordó al de Calzedonia, que ha priorizado su permanencia en la Gran Vía. La compañía italiana de Verona tampoco se lo ha pensado mucho. Se decantó por su tienda de Abando frente a la del Casco Viejo. Una cascada de cierres que confirma la debilidad del sector y el cambio que está experimentado el sector de la hostelería, como bien apunta el dueño del Pentxo.
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