Urgente Un incendio en un bloque de viviendas desata la alarma en Basauri

La Cuaresma es una estación litúrgica propicia para la rectificación y la purificación, para la revisión de las conductas que han provocado dolor y sufrimiento. Un tiempo para el arrepentimiento y el cambio, para la penitencia de los pecados cometidos: personales, de la comunidad cristiana ... y de la propia Iglesia. Porque el mal también puede anidar en la Iglesia. Un tiempo para reconciliarse con quienes han sido heridos, para la primacía de las víctimas de la pederastia eclesial desde una actitud clara y rotunda de tolerancia cero.

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El obispo Joseba Segura lo ha tenido muy claro desde que ha llegado a la más alta responsabilidad de la diócesis vizcaína. Y ha metido el turbo. Ha atendido a los requerimientos de los medios de comunicación más activos, de la Fiscalía y del Defensor del Pueblo, cuando otros se han hecho los sordos. Y ha solicitado dos informes, que ha hecho públicos. Uno de ellos con un tono más académico, el otro más directo. Ambos rigurosos. Hay que poner en valor la metodología de trabajo y los criterios que se están utilizando en este proceso. La diócesis tomó la iniciativa de investigar buscando fuentes externas, de escuchar a las víctimas, de creer su testimonio veraz y de reconocer las responsabilidades, que es lo que se hizo en el acto de ayer en la catedral de forma contundente y sin omisiones.

Hay que anotar que aquí se jugaba con cierta ventaja porque el periodo a investigar era relativamente corto. La nuestra es una diócesis joven, erigida en noviembre de 1949, y no hay que retrotraerse mucho en el pasado. Y los casos estaban muy localizados, sin la carga de las órdenes religiosas, que funcionan por libre. Pero hubo una decisión firme de llegar hasta el final y de hacerlo de manera diáfana y transparente.

Acoger en el museo sacro la exposición itinerante sobre las víctimas de la pederastia y llevar ahora a la catedral un acto oracional presidido por el propio obispo son actos que hablan de asumir responsabilidades y de transparencia. En la esperanza también de que sean actos con valor reparador para las víctimas. No cabe duda de que el de ayer constituye un gesto inédito. Que cobra más valor cuando hay diócesis que no se han movido ni un milímetro. Hasta el papa Francisco ha tenido que publicar un nuevo decreto para auditar el trabajo que están realizando las diócesis locales. El episcopado español, un avispero clerical muy endogámico, tiene en la Iglesia vizcaína un espejo en el que mirarse.

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El episcopado español, un avispero muy endogámico, tiene en la Iglesia vizcaína un espejo al que mirarse

Joseba Segura no es un obispo que va repartiendo bendiciones, acariciando a los niños y saludando a los que están más lejos. Carece de ese toque populista. Pero también ha demostrado que no es un prelado que se esconde; al contrario, es un obispo que da la cara, con el riesgo de que se la partan. Sufre con un cargo que él no buscaba. Y seguro que se tiene que morder la lengua y callarse cosas. Y seguro que su mensaje de ayer ha colmado los corazones de muchos y encogido el de otros. Pero lo dijo en alto en la Catedral. «Esta petición de perdón era necesaria».

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