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La seguridad ciudadana resulta relativamente fácil de reducir a números, porque basta poner en relación la cifra de delitos con la de habitantes. La percepción ... de la seguridad ciudadana es una cosa más compleja: se trata, al fin y al cabo, de una sensación subjetiva en la que influyen muchos factores, desde el urbanismo hasta la estructura social, además del hecho insoslayable de que las personas hayan sido víctimas de más o menos robos y actos violentos. El Ayuntamiento de Bilbao mide esa variable con una encuesta anual que refleja un descenso constante en la confianza de los ciudadanos: en 2022 todos los distritos puntuaban la seguridad percibida por encima del seis, mientras que en 2024 ya solo uno ha alcanzado esa nota, y por los pelos. En estas páginas daremos un paseo por Deusto y Rekalde, que encabezan y cierran la tabla, para indagar sobre los miedos de los vecinos y sus razones.
Lo cierto es que a las diez de la mañana de un jueves soleado, en el centro de Deusto, los temores no parecen pesar mucho. El tejido social de una zona se puede evaluar por la cantidad de gente que se encuentra casualmente por la calle y se detiene a conversar, y Deusto, barrio con corazón de municipio, es rico en esos lazos. Su calificación en la encuesta es un 6,02, ese es el enfoque positivo, pero hace solo un par de años se situaba más cerca del siete, en 6,83. «Yo sí le pondría una buena nota. Esta zona del centro me parece segura, las orillas ya no sé», apunta Tarsicio Rodríguez, que está charlando en Lehendakari Aguirre con Mari Cruz Soladana, y luego añade un comentario medio en serio, medio en broma: «Yo creo que tenemos tan cerquita la comisaría de la Ertzaintza que eso influye». Ella, en cambio, no lo ve todo tan luminoso: «Como estoy sola, siempre tengo miedo. Muchas veces vienen llamando a las puertas y no sé qué hacer».
–¡Serán testigos de Jehová, mujer! –tranquiliza Tarsicio.
–No, testigos no son. Y también llaman tantas veces al teléfono... El otro día me ofrecieron un trabajo, a mi edad.
–¡Eso sí que da preocupación!
En una esquina de la calle Iruña se han detenido Juan García y Nino Pardo, de Deusto de toda la vida, y de nuevo se filtran sombras de inquietud. «La verdad es que por las noches te da palo salir. Yo intento evitarlo», admite Juan. Es la tónica general de las opiniones en Deusto, como una traslación directa de ese 'bien pero no tan bien' que establece la puntuación en la encuesta. Pero tampoco hay que buscar mucho, ni hacer expedición hacia esas orillas de las que hablaba el vecino, para encontrarse con la experiencia directa de la inseguridad. «Es un barrio iluminado y yo nunca he pasado miedo, pero también es verdad que me robaron el móvil de aquí mismo –sopesa la quiosquera Isabel Lopategi, señalando el teléfono que tiene sobre el mostrador–. Me pidieron alguna revista en inglés, se pusieron a curiosear, me di la vuelta... ¡Caí!».
Hay vecinos que, al ser consultados, sacan sus teléfonos y buscan mensajes recientes sobre asaltos cercanos: «Mira, este es de hace unos días, en un portal del barrio». Y también hay quien lleva su propia estadística. Arrate García, que es de Erandio pero trabaja en Deusto, se está fumando el pitillo de media mañana junto a la boca de metro de Lehendakari Aguirre. «En la oficina somos unos cincuenta y hay cinco o seis a los que les han robado el móvil aquí mismo en 2024. Se colocan en esas galerías –dice, mirando hacia el Centro Bidarte, un fantasma de lo que fue– y de repente te roban, se meten por las escaleras del metro y vuelan. Me lo decía un conocido: 'Cómo se ha puesto Deusto de chungo'».
En Rekalde, a mediodía, se repite la sensación de que hablar de inseguridad resulta casi impropio, como sacudir a la gente en mitad de un venturoso letargo: la plaza del barrio, su centro neurálgico, está abarrotada de personas mayores que evitan cuidadosamente la banda de sombra que traza el viaducto. Rekalde, con un 5,52, estrena este año el último puesto en la encuesta del Ayuntamiento: en la correspondiente a 2023 tenía por detrás los distritos de Ibaiondo y Begoña y en la de 2022, con un 6,5, también los de Abando y Basurto-Zorroza. Julio Gulín, del bar Plaza, sobresalta a sus interlocutores al aporrear con fuerza la barra: «¡Toco madera! Yo he sido el único al que no han robado. Hay temporadas que son la hostia: tirones, hurtos... Al pobre de aquí al lado, que ahora tiene cerrado por el año nuevo chino, le han roto los escaparates al menos tres veces», detalla. «Hay que ver esto a partir de las diez de la noche, a oscuras», añade, mientras un parroquiano asiente, como contagiado de tanta vehemencia.
Este paseo no pasa de ser un sondeo informal y aleatorio, eso es obvio, pero llama la atención la facilidad con la que van apareciendo víctimas de robos. Tres señoras –Brígida Frechilla, Josefa Cardama y Juliana Corchado– se están despidiendo ante un portal de Gordóniz. «El verano pasado –relata Josefa– iba por la calle Villabaso y se acercó uno en bicicleta, con el gorro de la sudadera puesto, y me llevó la cadena de un tirón. De seguridad estamos mal, de día y de noche. A mi consuegra, le dieron un abrazo y le quitaron un reloj de su difunto esposo».
Un hombre que pasa, José Manuel Sáenz, se para a escuchar.
–¿Usted también ha tenido alguna mala experiencia?
–Yo no, a lo mejor me ven cara de mala leche.
–A mí ni siquiera me vieron la cara –replica Josefa–, vinieron por detrás. Después ya te quedas con miedo, vas mirando por todos lados.
En la plaza, el matrimonio de Ángel Arranz y Rosario Rubio también tiene su historia de terror. «A mí me robaron la cadena y la medalla en el quinto piso. Venía del Simply y en el portal había uno sentado que entró conmigo al ascensor. Me dijo que iba al sexto, a ver a un tal Javi. Era grande como un camión: al salir, me enganchó por detrás y me arrancó la cadena», va contando Ángel. Ahí interviene Rosario, que abrió la puerta del piso al escuchar ruido y se encontró la violenta escena: «Le había hecho el mataleón –aclara–. Pareció que quería entrar en casa, pero le dije: 'Lo tienes clarinete, te rompo la cabeza contra el marco'». Y su marido remata el relato: «Después vas a denunciar y te ponen delante el 'Libro Gordo de Petete', con un montón de fotos, para ver si reconoces. ¡Qué vas a reconocer!».
También en Rekalde, cómo no, hay vecinos que no comparten esa sensación de inseguridad. «Yo creo que es por todo lo que se oye, porque el barrio lo veo igual que siempre», descarta una mujer. «Si vienes por mi calle, Moncada, ya ves que no es segura: pasan cosas, tenemos poca luz...», hace contrapeso una compañera de corrillo. En un banco, Txelu Díez, Sixto Barberá, Txano Garmendia y el resto de su cuadrilla comparten recuerdos en torno a unas fotos 'gran reserva' de la Sociedad Deportiva Iturrigorri. «Seguridad ya no hay en ningún sitio, y aquí tampoco. El remedio sería un poquito más de presencia policial, porque pasan con el coche pero no los ves paseando», reclaman, y Txano trae a colación una experiencia de hace días: «Ahí, en el semáforo, dos chavales le quitaron el teléfono a un señor. Yo iba detrás y pensaba que era la cartera. Agarré a uno: '¿Qué le has cogido, cabrón? Espera, que viene mi cuadrilla'. Y se lo devolvió. No echaron a correr porque uno era cojo».
–¡Le tocó intervenir!
–Ya ves, aquí la seguridad la damos nosotros.
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