Yvonne Iturgaiz

Un paseo por Balmaseda con Aitor, el Cristo de la Pasión: «¡Que lo crucifiquen!»

Preparado para el suplicio. ·

«Aquí lo vivimos desde pequeños, también mi padre salió de Jesús», explica este fisioterapeuta de 27 años, mientras la villa encartada experimenta su metamorfosis de cada Semana Santa

Lunes, 3 de abril 2023, 01:24

Balmaseda completa estos días su metamorfosis de todos los años. O, más bien, son muchos balmasedanos quienes empiezan a llevar una chocante doble vida a medida que se va acercando la Semana Santa. Superficialmente, todo parece igual y cada uno atiende a sus quehaceres como ... el resto del tiempo: solo la abundancia de tipos barbudos puede delatar que, bajo esa engañosa rutina de pueblo plácido, se está produciendo una mutación que asombra al forastero. Ese hombre que pasa al volante de su furgoneta es también Poncio Pilato, la chica que toma el aperitivo en una terraza acusará dentro de unos días a San Pedro, el tipo que se apresura hacia la peluquería es un severo sacerdote del siglo I, el chico jovial que pasea a su perrita se prepara para infligir suplicio con el látigo... Y Aitor Martínez, con su camiseta Adidas verde, su moño y sus gafas de sol, va recorriendo las calles con la cabeza en otro sitio, porque encarnar a Jesucristo en la Pasión Viviente es algo más que un papel.

Publicidad

«Aquí tengo la segunda caída», dice al llegar a la plaza de San Severino, donde está descargando una furgoneta de Bimbo. «Aquí es la tercera, ¡mejor no pensarlo!», comenta en la plaza de San Juan, rodeado por el enjambre de jóvenes de una excursión escolar. Y, con un tiempo verbal más inesperado, levanta la mirada al pasar por detrás del Ayuntamiento: «¡Ahí me crucificaron hace diez años!», evoca, porque el Cristo de este año ya protagonizó entonces la versión juvenil de la Pasión. También las personas con las que se va cruzando reconocen a Jesús, como si su identidad real se hubiese subordinado al destino provisional que le aguarda: «¡La que te espera!», le dice uno; «¡Poco te queda!», le saluda otro.

Con su padre, Óscar, mirando una foto de la Pasión de 1992, cuando él salió de Cristo. Con el abuelo Domingo en la huerta y bromeando con Óscar Moraña. Yvonne Iturgaiz

«Aquí vivimos la Semana Santa desde pequeños. Para un chaval de Balmaseda, participar es una ilusión. Y, para mí, es tradición del pueblo pero también tradición familiar», puntualiza este fisioterapeuta de 27 años. ¿Familiar? «Mi aita salió de Jesús en 1992. Yo no había nacido aún, pero toda la vida he visto fotos y vídeos de él. Este año hará de Cirineo, el que me ayuda a llevar la cruz. Mi tía Lourdes será la Virgen María. Y mi aitite, que tiene 90 años, va a salir de sayón. ¡Eso me hace una ilusión...!». Le interrumpe uno de los organizadores de la Pasión, para señalarle un Ecce Homo que están trasladando a la exposición del Palacio Horcasitas. «Mira, ¡esa es la postura!», le indican. Y Aitor se fija en la talla y desarrolla la idea: «Pie izquierdo adelantado, las rodillas flexionadas... Hay que tener referencias de esculturas, de cuadros...».

Encarnar a Cristo tiene mucho de desafío físico, pero a Aitor le preocupa más la faceta interpretativa: «Es mucho diálogo, cada vez más: yo creo que en la pandemia tuvieron tiempo para pensar y, el año pasado, añadieron mucho. Ha habido que empollar, practicar, ir dando sentido y forma a las palabras». ¿Y qué hay de esa cruz que, como manda la tradición, todavía no ha podido cargarse al hombro? «Me dicen que al final, estés como estés, la cruz la llevas. ¡Será la adrenalina! Pesa casi 80 kilos, diez más que yo. Es verdad que las caídas dan respeto, porque cargas mucho peso y tienes que hacerlas con realismo pero sin que te pase nada».

Publicidad

–¿Qué tiempo le gustaría que hiciese el día del vía crucis?

–Veinte grados. No, quince y nublado durante el recorrido y veintidós y con sol en la crucifixión.

El otro reto, el de acomodar los rasgos a la apariencia del Cristo de las estampas, ya parece superado: «Ayer me probé la ropa. Hasta ese momento no me veía, pero me miré en el espejo y... ¡Jesucristo! Yo suelo ir afeitado y con el pelo corto. Ha sido año y medio de dejarme la melena y medio año de barba. Después me lo cortaré: creo que solo hubo uno que se dejó el pelo largo». Para las fotos, se suelta el moño en el centro del pueblo y las reacciones son puro Balmaseda: unos le dicen que parece Cristo y otros, rizando el rizo, que es igualito a su padre cuando hizo de Cristo.

Aitor examina la figura del Ecce Homo en el Palacio Horcasitas. Yvonne Iturgaiz

El padre, Óscar Martínez, está montando la muestra en el palacio junto a otros hombres barbudos. «Hice de Cristo en el 92, el mismo año que me casé. ¡Lo hice todo ese año! Empecé a participar a los 16, con barba postiza, y salí de Cristo con 27, los mismos que tiene ahora Aitor. Él tiene más pelo, pero el que me ha conocido de joven dice que somos iguales». Padre e hijo contemplan juntos una de las fotos de la exposición, en la que es Óscar quien acaba de morir en la cruz. ¿Qué consejos le da a Aitor? «Que sea él mismo, que se exprese a su manera y no imite a nadie». Para ascender un nivel más en esta combinación de genealogía e historia sagrada, hay que acercarse a una huerta de las afueras, donde está labrando el abuelo, Domingo, un hombre chispeante con una agilidad que parece desmentir su edad. Él fue el Cirineo con Óscar, de la misma manera que Óscar lo será ahora con Aitor, pero el personaje que más le gustó interpretar fue el de Judas, el apóstol traidor y, en su caso, también traicionado: «En un ensayo –se ríe–, me hicieron la broma de dejarme colgado del arnés con el que se ahorca Judas y se largaron. Pero me pude soltar».

Publicidad

Pasear por la villa encartada con el Cristo del año es una experiencia tan curiosa que casi dan ganas de narrarla en versículos. Aparece con su perrita Óscar Moraña, uno de esos balmasedanos que han tenido la experiencia de ser crucificados: «Sí, me han puesto en el palo. Hice de Dimas, el buen ladrón, y fue un pasote. Te dicen que cierres los ojos cuando te suben, pero yo los tuve abiertos y es lo más bonito que puedes ver. Dentro de unos años me gustaría salir de Gestas, el ladrón malo». ¿Y este año? «Este año flagelo a los ladrones. Se da intentando no hacer daño». En la terraza del Skamata está tomando algo Josu López, el Cristo de 2014. «Es algo que quieres hacer desde crío. Todo el mundo te habla, todo el mundo te para, todo el mundo se vuelca contigo». Aquí se trata de una idea inconcebible, pero... ¿repetiría si pudiese? «No lo tengo tan claro. Lo recuerdo tan bonito que a lo mejor se desvirtuaba».

Estos días, en Balmaseda, todos los caminos conducen al Calvario. Desde tabernas y comercios, conocidos y no tan conocidos reciben a Aitor con el eco de frases de hace veinte siglos: «¡Que lo crucifiquen!», clama uno. De uno de los bares sale Florencio Benítez, con su uniforme de barrendero, y le da una palmadita en la espalda a Aitor.

Publicidad

–Y usted ¿de qué hace en la Pasión?

–¿Yo? De barrendero.

  1. Arkotxa Luis Alberto Castellano

    «Hacía de Cristo en el recreo»

Pankra Nieto

Luis Alberto Castellano lleva toda la vida metido en la Pasión: «¡Desde chiquitín! De críos jugábamos a esto en el recreo. Nos fabricábamos una cruz de madera y yo hacía de Cristo», relata. Ya asumió el papel protagonista del vía crucis de Arkotxa en 2013 y este año repite, con 39 años. ¿Un poco mayor para ser Jesús, no? «Sí, ya me he pasado de la edad, pero la otra vez no llegaba, así que haciendo la media doy casi justo», bromea.

La de Arkotxa siempre ha sido una representación con fama de crudeza: «La flagelación es dura. El látigo va a la carne y pica: tampoco es que te desgarre, pero marcas deja». Uno de los que le van a azotar es, precisamente, su cómplice en aquellas crucifixiones del cole, hoy director de la Pasión. De todas formas, él teme más al texto que al suplicio: «Todo es complicado, pero la Última Cena me da respeto porque lleva mucho diálogo. Yo ya me sabía el viejo, pero lo han cambiado. ¡He empezado a hacerlo bien hace dos ensayos!».

Publicidad

Luis Alberto, que trabaja de encofrador, procura estos días no mirarse al espejo para no toparse con Cristo: «La fecha se acerca y los nervios ya están aquí. El pelo me ha crecido menos que la otra vez, ¡será la edad!».

  1. Durango Mikel Ceide

    «Ya han caído algunas lágrimas»

Ignacio Pérez

En cierto modo, Mikel Ceide está en esto desde antes de nacer: «Mis padres participaban en la Pasión y mi madre hizo de pueblo embarazada de mí». En esa cadena de personajes tan característica de todo veterano de estas representaciones, los últimos años le había tocado interpretar al mal ladrón y a Judas, así que hacer de Cristo constituye todo un cambio moral. «Sí, he pasado al lado bueno. Pero el de Jesús es un personaje muy completo: también se enfada y tiene momentos, no ya de chulería, pero sí de rebelarse contra el poder establecido». Su condición para protagonizar la Pasión fue que su madre encarnase a María: «En los ensayos ya han caído algunas lágrimas. Mías no tanto, pero mi madre... Ya le digo: 'Mariola, a ver si te va a dar algo el día que me veas con la sangre'».

Noticia Patrocinada

Mikel tiene 25 años, juega al baloncesto en el Zornotza («el pelo largo me agobia») y entrena a un club de Plentzia. «Las 'junior' han convencido a los padres para venir todas con la cámara preparada. Voy a tener 'stickers' en el WhatsApp para los restos. Y mis compañeros de equipo también vienen, van a coger una fila entera», comenta. Vaya, serán gente muy alta... «Sí, les diré que procuren ponerse detrás».

  1. Castro Urdiales Alejandro Izurieta

    «Cada día somos más»

Ignacio Pérez

Alejandro Izurieta es otro reincidente en el personaje de Cristo: lo interpretó en 2019, pero ahora, con 25 años, se ve más seguro y decidido que entonces. «Esta vez ya tengo experiencia», dice, aunque hay cosas que imponen como el primer día: «La flagelación siempre es lo más llamativo. Es una paliza, la cruda realidad. Ahí la cuestión es aguantar esos tres o cuatro minutos. Tienes que pensar en los motivos por los que haces este papel». ¿Y cuáles son esos motivos? «Yo lo hago por rendir una ofrenda a mis abuelos, que fueron de los que impulsaron la Pasión de Castro y han fallecido. Somos una familia intensa y vivimos esto muy intensamente. Al principio, intentaré no pensar en nada, pero, cuando me tenga que morder la lengua, recordaré momentos con mis abuelos», planea Alejandro, que tiene una empresa de ocio infantil.

Publicidad

Esas emociones a flor de piel son, a su juicio, uno de los motivos por los que la Pasión sigue interesando: «Cada año somos más, hay un grupo grande de gente joven. Creíamos que la pandemia iba a ser mala, pero qué va, ha habido un repunte. Hemos tenido que comprar telas para trajes nuevos. Volvieron las emociones y la gente quiere verlo, sentirlo».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad