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No está teniendo suerte Bilbao con el puente Zubizuri. Tras una historia pródiga en polémicas y conflictos, y ahora que todo lo malo parecía superado y la pasarela de Calatrava se limitaba a cumplir sin estridencias con su función como lugar de paso y como ... icono de la ciudad, va y se funde. A oscuras no funciona bien ni como lugar de paso ni como icono de la ciudad. Se aprecia su aspecto inconstante en la imagen de aquí al lado, tomada el lunes. Ayer, tras consultar al Ayuntamiento en busca de explicaciones, a última hora de la tarde fuentes municipales informaron de que el problema era que había saltado el diferencial. Los mismos medios aseguraron que ya estaba reparado.
Aprovechando el suceso, merece la pena hacer un recorrido histórico por las peripecias que tienen como escenario esta obra del arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Se levantó con vocación renovadora, casi como símbolo del nuevo Bilbao que estaba naciendo. De hecho, fue inaugurado en mayo de 1997, cinco meses antes que el Guggenheim y cuando aún nadie se esperaba la dimensión del revolcón que transformaría la ciudad. También respondía a una necesidad: conectar ambos márgenes de la ría en un punto emblemático, entre el Ensanche y el Campo Volantín.
Su estructura majestuosa y limpia, alejada de la grisura aún dominante, fue motivo de orgullo hasta que la gente se empezó a caer. Hubo muchos enfados y muchas burlas también. ¿Cómo es posible que nadie hubiese pensado que una superficie acristalada sería fatal en un lugar con este clima? Cada vez que llovía había resbalones. Se idearon soluciones provisionales como tiras antideslizantes y nuevas baldosas transparentes pero al final se optó por lo conocido, esa especie de moqueta negra que le quita categoría a la obra pero al menos es un entorno más seguro para los paseantes. Se sustituyó en 2019 y hacerlo costó casi 50.000 euros. Además, las 580 losetas transparentes se rompían con facilidad. Cambiar cada una de ellas cuesta 560 euros y hasta el año 2010 se habían sustituido 660. Por si todo esto fuera poco, Calatrava denunció al Ayuntamiento por unir su puente con las torres Isozaki por medio de una pasarela. Los jueces entendieron que el arquitecto tenía razón y condenaron a Bilbao.
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