Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hay una historieta que define muy bien a Beatriz Marcos. Ocurrió cuando la compañía teatral La Cubana trajo a Bilbao la obra 'Campanadas de boda', en la Aste Nagusia de 2013. En un momento de la representación hacían como que buscaban concejales para casar a ... alguien. Pero no aparecía ninguno. «No está ni Beatriz Marcos», clamaban desde el escenario. El gag encierra dos presupuestos evidentes: que la gente de Bilbao conoce a esta política, y que sabe de su omnipresencia en la vida social.
Es verdad que ha tenido tiempo para darse a conocer porque es la concejala que más tiempo lleva en la oposición en el Ayuntamiento bilbaíno. Entró en 1999 con Antonio Basagoiti y cuando lo deje, en un par de semanas, habrá cumplido dos décadas como edil del PP. Se va mal. Con disgusto. Aunque ella dice que no está triste. Lo que ha ocurrido es que el partido no ha contado con ella para el próximo mandato en un proceso de renovación que ha supuesto la depuración de todo el equipo actual en el Consistorio. Pero no es eso lo que le ha dolido, sino la ausencia de explicaciones, el vacío que, asegura, le han hecho. Y, añade, la cuestión de que el PP «se ha radicalizado y no me representa». Por eso ha abandonado las filas populares. Ha roto el carné.
Al margen de pesadumbres y decepciones, la marcha de Marcos de la vida municipal supone la pérdida de una especie de referente. De un pedazo de memoria. Porque, claro está, haber sido concejala del PP en Bilbao durante las últimas dos décadas implica haber vivido muchas cosas. Algunas, durísimas. Ella recuerda todas aquellas veces que salían del pleno «porque habían matado a alguien. Recuerdo el asesinato de Lidón y la sensación de pensar 'esto no se va a terminar nunca'». También tiene presentes las campañas electorales en las que «siempre teníamos a un montón de gente que se nos pegaba con fotos de presos sin dejarnos ni dar dos pasos», y aquella opresión que provocaba «salir de casa y no saber si ibas a volver».
Pese a todo, nunca se arrepintió de haberse metido política. Bueno, una vez. Cuando se extravió su hija pequeña. Ocurrió porque, amenazada como estaba por ETA, el autobús del colegio consentía que sus niñas se bajasen en cualquier parada, no siempre en la misma. Así que la consigna para las crías era que llegasen al final del trayecto, a no ser que se encontrasen a su madre –siempre con su escolta, Manu– en una intermedia. Un día, la pequeña, de tres años, y sin que lo percibiese la mayor, bajó antes de tiempo. «Estuvimos 40 minutos buscándola». Entonces, con un montón de miedos en la cabeza, sí dudó de si todo esto merecía la pena.
Aquellas negruras ya pasaron («ahora, cuando se oye una explosión, es que el Athletic ha marcado») y si por algo es conocida Beatriz Marcos es por su participación en la vida social. De ahí la referencia en la obra de La Cubana. Quizás sea de las personas que más ha salido en 'La Mirilla' de este periódico. Su primera inauguración fue la de «una peluquería en Santutxu» y desde entonces han sido cientos, miles, los actos, presentaciones, homenajes y todo tipo de eventos en los que ha participado. «Me gusta el contacto con la gente, y a la gente le gusta que los del Ayuntamiento vayamos a sus cosas: apoyar a emprendedores que abren un negocio, la presentación de un libro, de una iniciativa social... Tenemos una gran visibilidad y nuestra presencia es un apoyo enorme».
Claro, no siempre es lo mismo. Algunos saraos «son muy serios, formales... En otros hemos terminado disfrazados, en karaokes...». Recientemente, saliendo de un local a las tres de la mañana, la gente de la brigada de limpieza la fue a saludar por su nombre. «'¡Hola Bea!', me gritaron. Esas cosas me hacen mucha ilusión». Pero cuidado. Eso no significa que la vida del munícipe sea una sucesión de excesos y francachelas. «Tengo que dar ejemplo». De hecho, durante sus primeros años, su manera de conciliar vida personal y proyección pública era acudir a los actos con sus hijas («son más majas...»). No había lugar para desmadres.
El faranduleo es una parte importante del trabajo porque en los actos sociales se conoce el pulso de la ciudad –«me he llevado muchos chorreos por cosas que no funcionaban»–. Pero, lógicamente, no es el único cometido de un edil. Y en veinte años la manera de funcionar en el Ayuntamiento ha cambiado mucho. En 1999 había siete grupos municipales y el PNV de Azkuna sólo tenía ocho concejales, lejísimos de los quince que dan mayoría absoluta. «Todo se negociaba entre todos». Pero «ahora no». «Primero fue la mayoría absoluta de Azkuna, en 2011, y ahora el pacto entre Aburto y Gil... La capacidad de negociar se ha ido perdiendo, y es una pena, porque todos representamos a la ciudad».
Tampoco tiene nada que ver cómo se relacionaba con la ciudadanía. «Hace veinte años mucha gente no se atrevía a acercarse a uno del PP; ahora me paran en la calle, en el supermercado, en cualquier sitio». Así que el balance es mucho más que positivo. «Ser concejal de tu pueblo es lo más gratificante, lo más importante que puedes ser. Y me lo he pasado bomba».
Pues ya solo le quedan un par de semanas. ¿Y luego? «Me voy al paro. A pensar. A descansar». Y a coser. Le relaja confeccionar su ropa y acaba de hacerle un pijama a su madre. En su agenda hay muchas citas y destacan dos colores: en rojo, eventos; en verde, visitar a «la jefa». En el futuro no sabe si volverá a abrir su despacho de abogada. «Quiero ser Miss Euskadi», vacila. Como punto a favor, conoce el sector: «He sido jurado de Míster Gay». En su contra, «la edad. Y que no soy fotogénica. Pero me da igual».
Veinte años en la política municipal dan para mucho. Dos preguntas. La primera: ¿De qué iniciativa de las que ha impulsado se siente más orgullosa Beatriz Marcos? «De la señalización del Camino de Santiago por el municipio. Mi padre fue el primer presidente de la Asociación de Amigos del Camino, y es algo importantísimo para Bilbao». La segunda: ¿Qué figuras recuerda con más viveza? «Azkuna era la monda. Si te veía por el barrio haciendo la compra te llevaba a tomar un pote. Antonio Basagoiti es muy inteligente, ágil, ingenioso... E Ibon Areso es un hombre rápido, divertido, majísimo y muy normal. Fue un alcalde fantástico».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.