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Vista nocturna del palacio Chávarri.

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Vista nocturna del palacio Chávarri. Jordi Alemany

El palacio Chávarri, de mansión en un descampado a emblema de Bilbao

La residencia del industrial, testigo del avance de la villa, cumple 125 años

Sábado, 2 de marzo 2019, 00:51

En 1861 la reina Isabel II sancionó una ley, insistentemente reclamada, que permitía a la villa de Bilbao extenderse hacia el Ensanche a costa de algunas anteiglesias vecinas, como la de Abando. Las grandes familias vizcaínas, asentadas entonces en el Robledal de las Ibarras –el actual Campo Volantín–, no tardaron en incluir aquellos terrenos entre sus objetos de deseo. La mayoría de las fortunas de la villa optaron por mudarse a la zona más desarrollada, cercana al puente del Arenal. Los Sota levantaron allí Villa María en 1890 y sólo una década después se mudaron al palacio de Ibaigane. El industrial Víctor Chávarri, en cambio, adquirió una parcela alejada, rodeada de huertas y salpicada por terraplenes y algunas chabolas. Sólo él, con su olfato adiestrado en mil negocios, parecía ver allí el epicentro de una ciudad próspera que estaba por nacer. Aquel descampado es hoy la plaza Moyúa.

Imponente, la antigua residencia de Víctor y Benigno Chávarri preside la plaza 125 años después. Las obras concluyeron en 1894 y los dos hermanos se mudaron inmediatamente. Los trabajos habían seguido los planos de los arquitectos Paul Hankar y Atanasio Anduiza –suegro de Chávarri– y se inspiran en la Gran Place de Bruselas. El bloque respeta una fuerte simetría pensada para resaltar la unión de dos viviendas similares: a la derecha mirando desde la plaza, Benigno, y a la izquierda, Víctor. Tenían accesos diferenciados en los extremos, que hoy se han reconvertido en ventanas y no existía esa majestuosa entrada central que luce desde que se convirtiera, allá por 1943, en el Gobierno Civil. Desde 1997 es la sede de la Subdelegación del Gobierno en Bizkaia.

Vídeo. Un recorrido en primera persona por el edificio. Marta Madruga / Pablo del Caño

Minas en Triano

El estilo neoflamenco y ecléctico «lo convierte en un edificio único», según la tataranieta de Víctor, Susana Chávarri. «Él había estudiado ingeniería en Lieja y de ahí proviene la influencia flamenca», explica la coautora, junto a Álvaro Chapa, de 'El Palacio de los Chávarri', una obra que se acaba de reeditar. En ella rememora los orígenes de la fortuna familiar. El padre de Víctor fue un industrial de Güeñes que había heredado minas en Triano y su madre una acaudalada representante de la burguesía comercial. Él nació en 1854 en Portugalete, donde tiene una estatua en su memoria, y murió joven, con sólo 46 años, mientras navegaba por el Mediterráneo. Susana Chávarri lo define como «un hombre de carácter fuerte y con una gran capacidad de trabajo de quien todavía no se sabe mucho».

Los símbolos de la industria y la minería aparecen en los salones como vestigio de los principales sectores que hicieron prosperar, pero fue un personaje polifacético. Fundó el ferrocarril que une Bilbao y Santander, mantuvo un periódico –'El diario de Bilbao'–, fue uno de los fundadores de la Sociedad Bilbaína de la Bolsa y creó el Banco de Comercio, que se fusionaría con el Banco de Bilbao. También participó en política, siendo elegido procurador en Cortes por Balmaseda y senador. De convicciones liberales, se dijo de él que era «el muñidor de las elecciones» ya que lideró 'La Piña', una suerte de lobby político de la época. Pero su mayor éxito profesional fue la siderometalúrgica 'La Vizcaya', donde importó las modernas técnicas de transformación que había conocido en Bélgica. Aquella empresa se fusionaría años después con Altos Hornos.

El palacio Chávarri ocupa una superficie de 3.000 metros cuadrados, con tres plantas y un semisótano donde estaban las cocinas. La imponente fachada mezcla policromías y piezas de sillería labrada, con decenas de balcones y miradores, y termina en una cubierta de pizarra donde sobresalen pináculos y cuerpos abuhardillados. En la parte trasera del jardín se construyeron las cocheras. Cada sala contiene chimeneas únicas, una de ellas labrada en mármol en una sola pieza, otra con metales preciosos y una que procede de los Países Bajos. La simbología recorre todas las estancias, desde un sol que los expertos atribuyen a los masones a un búho con los ojos cerrados junto a un niño con los ojos abiertos. En lugar de frescos hay lienzos clavados al techo y valioso mobiliario. No hay vestigios de estancias religiosas como en otras mansiones de la época y en una de las tres grandes reformas se instaló uno de los primeros ascensores que hubo en Bizkaia, con un elegante asiento de cuero. Uno puede acceder a él desde una puerta disimulada en la marquetería en una sala contigua.

Son muchas las leyendas que circulan sobre el palacio, desde que contiene piedra de los cinco continentes a que no hay en él dos ventanas iguales. Pero de otras no hay duda. Cerca de unos preciados jarrones japoneses está la cama en la que descansó Juan Carlos I tras aquella convulsa sesión en la Casa de Juntas en 1981. Es probable que el salón de los espejos, que conserva la decoración de finales del XIX, sea su mayor tesoro. Podría ser el artesonado o la escalera de caracol en mármol que unía las casas de Víctor yBenigno. O quizá sea todo más simple y el secreto resida en esas vistas privilegiadas de la plaza Moyúa, esa estampa que Víctor Chávarri supo ver cuando aún no existía.

Víctor Chávarri

Nació en 1854 en Portugalete en el seno de una familia adinerada. Eran 9 hermanos. Murió en Marsella a los 46 años.

Benigno Chávarri

Su hermano mayor le acompañó a Lieja y en sus aventuras políticas y empresariales.

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