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Da la sensación de que lo que va a salir de la estación de Abando no será esta vez un tren, sino el futuro. Eso ... causa una lógica inquietud. No es lo mismo enfrentarse a una realidad física que pesa varias toneladas e incorpora una bocina que hacerlo a la pura expectativa.
Es más fácil esquivar un tren.
Lo habitual es que te pase por encima la expectativa.
Por eso en Bilbao es hoy frecuente que alguien se detenga en el puente de Cantalojas mostrando una gravedad infrecuente. Nada de manos en los bolsillos y mirada soñadora. Todo concentración, cálculo y visión espacial. Es el paseante dejando sitio al urbanista. Mirar hacia las vías del tren no es ya un ejercicio poético, sino uno más bien de arquitecto, de ingeniero, de estadista.
¿Recuerdan al protagonista de la canción de 'Platero y tú'? Se paraba en el puente, a una hora tardía y en un estado francamente mejorable, para ver salir un tren. En él viajaba «una chica de las Cortes» que se largaba a Madrid porque ya no lo aguantaba más. A él. Al protagonista. El silencio en el puente se podía cortar. Se rompía una botella. El hombre se ponía a llorar.
Es probable que, de seguir en la zona con sus cosas, hoy el protagonista de aquella canción terminase siendo apartado, con educación, pero apartado. «Disculpe, arquetípico mártir del 'rhythm & blues' y el paradigma romántico patriarcal. ¿Podría irse a llorar un poco más allá? Me distraen sus gimoteos y estoy intentando entender lo que va a suceder aquí».
Lo que va a suceder en esa zona de Bilbao es que el tren de Alta Velocidad llegará (algún día, se supone que pronto) soterrado a la vieja estación del Norte. Y que eso cerrará la trinchera que separa Bilbao La Vieja y Abando, soldando una fractura que ha terminado siendo mucho más que física.
El cambio será enorme y su influencia puede ser decisiva. Aguarda en él una de esas reinvenciones a las que esta ciudad se ha vuelto adicta. Por eso asomarse hoy al puente de Cantalojas es todo expectativa. Sabemos que se conservará la cubierta característica de la estación. Y la perspectiva seguirá estando dominada por el rascacielos del BBVA, transformado en la Torre Bizkaia que ya va avanzando en lo de mudar de piel.
Pero el resto va a cambiar y casi se advierte la fuerza de esa transformación concentrándose en un vórtice de energía urbana: el choque entre el paisaje que se va y el paisaje que llega.
Maite Perdices siempre ha estado interesada en los trenes, ya que como motivo aúnan líneas, perspectiva y significado.
Pinceladas de bilbao
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