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Cualquiera que pasara la noche del miércoles frente a la casa de Pablo Olmos, en Zalla, podía muy bien pensar que la Navidad se había adelantado. Él y su mujer, Conchi, vibraban de emoción con lo que en ese momento estaba ocurriendo ... a 17.200 kilómetros de distancia. El desencadenante era un sencillo SMS enviado por Unai Llantada desde la cima del monte Vinson, con 4.892 metros, el punto más alto de la Antártida: «¡Pablo lo hemos conseguido! Dar Dar en la cumbre».
La desolación más absoluta, precipicios de pesadilla, un frío paralizante. Y, en medio de todo eso, un océano de sentimientos. Los dos amigos consumaban así una aventura que había echado a rodar hace poco más de un año, un desafío compartido por dos mendizales experimentados: Unai, que acaba de completar los Seven Summits, el proyecto que le había llevado a coronar las cumbres más altas de los siete continentes; y Pablo que, recluido en una silla de ruedas tras contraer ELA, celebraba la victoria como propia, las lágrimas asomando a unos ojos que conservan toda la vitalidad que le falta a su cuerpo.
«Está exultante», relataba Pablo a mediodía con la fe del converso en las posibilidades de su compañero. «Ha salido buen día y poco viento, así que han decidido adelantar el asalto a la cumbre». Su comunión es absoluta. «Las condiciones son duras, pero me transmite mucha emoción. Dice que el entorno es indescriptible. También le he notado el peso de la responsabilidad, aunque no puede estar más motivado».
Cuando Unai despegó del aeropuerto de Loiu hace trece días, cinco vuelos le separaban del campamento base. En Punta Arenas (Chile) se aprovisionó y voló en un carguero a Union Glacier Camp, abierto sólo cinco meses al año debido a las condiciones extremas del lugar (la temperatura ahora, en plena primavera austral, roza los –40º). La espera no ha estado libre de sufrimiento, con dos porteos antes de hacer cumbre. Tampoco para Pablo, «preocupado» con cada retraso. Su relato saltó a las redes sociales hasta que las dificultades técnicas redujeron las comunicaciones al mínimo.
«Baterías, cargadores solares, calefactores...todo en orden. Y tiene que fallar el teléfono vía satélite, no sabemos por qué –se desgañitaba Pablo horas antes de hacer cumbre–. Llevamos así seis días». El problema lo han resuelto parcialmente con «un GPS bidireccional que nos permite envíar mensajes de SMS y con el que nos comunicamos a diario», explicaba Pablo mientras los minutos pasaban con desesperante lentitud. Las conversaciones de viva voz tendrán que esperar hasta que Unai regrese a Punta Arenas. Un abrazo trasatlántico que los dos esperan con ilusión. La cima estaba inicialmente prevista para el jueves, pero las condiciones meteorológicas permitieron adelantar el programa un día. «¡Ánimo, que la cumbre es nuestra! Arriba te espero». El uno tirando del otro. Un equipo.
Pablo Olmos | Montañero con ELA
El momento que los dos llevaban meses esperando llegó a las siete de la tarde, hora del Vinson. Son cuatro horas de diferencia, así que Zalla llevaba ya tiempo sumergida en las sombras de la noche cuando Unai pudo finalmente rematar la faena. «Reto conseguido», escribe desde la cresta azotada por el viento. Y Pablo suelta el aire que le atenaza el pecho, como si se desprendiera de un lastre. Por su cabeza cruza la imagen de los dos, juntos, levantando el piolet. Inmediatamente, una avalancha de correos electrónicos, de tuits.
Pablo no se ha olvidado en ningún momento de quienes han hecho posible esta aventura. Patrocinadores, colaboradores, otros montañeros... También a quienes velan por él en su día a día. «Los enfermos de ELA dependemos de nuestros cuidadores. Esposas, hijos, padres, amigos... ellos son nuestros sherpas, y sufren como nosotros ante un deterioro progresivo» al que no pueden ponerle freno. Lo saben muy bien Conchi, su mujer, y Shaila, la hija que este jueves no paraba de felicitar a su padre.
«Dar Dar, nombre de la expedición, significa temblar –recuerda Pablo–, la sensación que sentimos los montañeros por frío, miedo o simple emoción. También las personas que padecemos ELA tenemos ese frío. Hoy, nuestra victoria es la suya. Tengo mucha experiencia en la montaña, la mente muy abierta y estas dos semanas lo he vivido todo con mucha intensidad, igual que si estuviera allí Se puede hacer cima teniendo ELA, no es ningún impedimento. Yo lo he conseguido».
El Vinson, con 4.892 metros, es la cumbre más alta de la Antártida. Unai Llantada ha compartido su escalada con Pablo Olmos, su compañero de cordada y enfermo de ELA.
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