Oneka Zaballa se crió envuelta en heno y a sus 33 años no recuerda ni un sólo día en el que haya estado lejos de una vaca. Su pasión por el campo es palpable a simple vista. Se podría decir que incluso contagiosa. Para comprobarlo ... sólo hace falta detenerse unos minutos a escuchar cómo esta joven vizcaína es capaz de llamar por su nombre de pila a cada uno de los cien bovinos de la raza limusina que tiene en la explotación ubicada en Dima y de la que es propietaria. De un vistazo y sin pensárselo demasiado, conoce cuál es la descendencia de todas sus cabezas. Desde los terneros, hasta las vacas más viejas. «No me imagino mi vida sin ellas. Sería muy duro no tenerlas, son como una familia», dice mientras acaricia a Radha, la que considera su mejor ejemplar.
5.734
explotaciones ganaderas
estaban registradas en total el año pasado.
38%
de las granjas
que hay en los municipios vizcaínos están gestionadas por mujeres.
1.700
explotaciones bovinas
estaban inscritas en el territorio a finales de 2023.
Dedicarse casi a tiempo completo a la ganadería siendo mujer no es algo habitual, pero Oneka quiso romper todas las barreras. «Por desgracia seguimos sufriendo la discriminación de género, también en el campo. No hay facilidades para que podamos vivir de forma digna y si te digo la verdad, no me viene a la cabeza ni una mujer joven que quiera dedicarse al sector», confiesa. Una «grave problemática» que también quiso compartir con la media docena de trabajadoras que acudieron al Encuentro Internacional de la Red de Mujeres Rurales en Acción organizado esta semana en Derio con motivo de la VIII Conferencia Global de Agricultura Familiar que se ha celebrado en Vitoria.
El comienzo de Oneka en el sector primario no fue casual. Arrancó de la mano de su tío, Fidel Abans, el encargado de fundar hace treinta y cinco años la ganadería que todavía mantiene su nombre y que ahora ella misma dirige junto a su madre, Iciar Rodríguez, y su perrita Noa, su fiel ayudante. A la pregunta sobre si siempre quiso ser ganadera, la respuesta es tajante: «¡Sí!». Y así fue. Después de estudiar Derecho en la Universidad de Deusto como «plan B por si la explotación no salía adelante», aprovechó la jubilación de su tío para coger las riendas del negocio. Una decisión que «sin duda volvería a tomar». «Si pienso en trabajar entre cuatro paredes, como en una oficina, me hundo. Sé que es un negocio, pero también un estilo de vida. Dejarlo sería un mazazo», comenta.
Así, y a pesar de las «grandes dificultades» a las que se enfrenta el sector agrícola y ganadero, que llegó incluso a paralizar con sus tractoradas las carreteras del país para reivindicar unos precios justos y criticar la competencia desleal de otros países con normativas medioambientales más laxas y la «tiranía de los precios» impuesta por las grandes cadenas alimentaria, mantiene la esperanza de poder vivir de sus animales «toda la vida». «La situación es complicada. Yo he tenido que compaginar este trabajo con otro por las tardes para no tener que depender tanto económicamente del ganado. Todos los costes han subido (los veterinarios, el pienso, los forrajes...), pero a nosotros nos siguen pagando la carne al mismo precio. Es triste, pero lo único que nos queda es protestar», explica.
Explotación
Con apenas 33 años de edad, Oneka cuenta con un centenar de cabezas de la raza limusina en su finca ubicada en Dima
Reivindicaciones
«Lo único que pedimos es que los ganaderos podamos vivir de forma digna sin pasarlo mal para llegar a final de mes»
Medidas concretas
La joven solicita que se impulsen políticas para concienciar sobre la importancia de consumir productos de proximidad
Es consciente de que sacar el negocio familiar no es fácil. Menos aún si tiene que ser lo suficientemente rentable como para alimentar a los cuatro miembros que conforman la familia. Cuenta que su despertador suena toda la semana antes de las siete de la mañana y hay días en los que hasta pasadas las doce de la noche no vuelve a la cama. «Hay jornadas más tranquilas, en las que si no pasa nada, claro que podemos tener vida social y salir a cenar. Pero es verdad que si una vaca se pone de parto, hay otra enferma o se produce alguna rotura, mi responsabilidad es no salir hasta solucionarlo», detalla.
La calidad de su ganado se ve reflejada nada más entrar en la finca, donde decenas de placas agrícolas recuerdan las «incontables» competiciones de vacuno que han ganado a lo largo de los años con sus limusinas. Y es que para ellos tan importante es la cría, como vencer en aquellos certámenes que se organizan a nivel local, nacional e incluso internacional. Esto, además de un soporte económico, les ayuda a certificar la calidad de los animales. «Invertimos mucho tiempo en la mejora genética».
- ¿Mejora genética?
- Cogemos y cruzamos ejemplares que sabemos que dan buenos resultados. Toros y vacas con una buena morfología y que sus descendientes también han sido buenos. Los mimamos con la esperanza de que crezcan bien, que no se rompan nada, ni que tengan problemas de salud. Con este tipo de cruces lo que conseguimos es mejorar la raza y lograr que los bovinos cumplan con las características necesarias para ganar los concursos, que en gran medida es también lo que nos da el dinero para poder subsistir.
Ayudas para el sector
El futuro no parece ser muy esperanzador para un sector en el que los titulares de las explotaciones tienen una media de 58 años y hay una falta de relevo generacional. Así, mientras que en el año 2000 había unas 5.000 explotaciones de bovino en Bizkaia, la cifra se redujo el pasado ejercicio hasta las 1.700. En total hay 5.734 ganaderías inscritas.
¿Y a qué se debe? Zaballa cree que la «inseguridad» genera «un rechazo» en los jóvenes que no descartarían vivir del campo. «Es un oficio que requiere mucha inversión, sacrificado y poco valorado al que, además, se le dedican muchas horas y se cobra lo mínimo. Existe una flexibilidad horaria que no hay en las oficinas, pero la inestabilidad es mayor y si una mujer quiere quedarse embarazada, la baja será deficitaria», matiza. Para revertir la situación, pide a las administraciones «más garantías» y «políticas para concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de consumir producto de proximidad».
También solicita facilidades. Entre ellas, que se ceda terreno público para el ganado. «En Bizkaia tenemos muy poco suelo sin pendiente, lo que nos obliga a invertir en naves y más alimentación». Al mismo tiempo cree necesario implantar políticas educativas centradas en la alimentación y en el mundo rural. «En la lucha por la sostenibilidad, lo lógico es consumir producto local. Hay familias que no pueden hacerlo por cuestiones económicas, pero si yo vendo mi carne a un euro, y las cadenas la revenden a nueve, ¿dónde está el problema?, se pregunta de forma irónica.
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