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En Bilbao somos bastante civilizados y cada vez se atropella menos a la gente. Hace sólo un par de años, en 2016, se produjeron 183 arrollamientos en la ciudad, uno cada dos días. En 2017 la cifra bajó a 166. Y en los primeros ocho ... meses del presente ejercicio se han contabilizado 96. Es decir, uno cada tres días. Se va mejorando.
El desglose de datos aparece en una respuesta del Ayuntamiento al grupo municipal de Udalberri, y lo más curioso de todo no son las cifras globales, sino la cuestión de género. «Aquí, las mujeres también salimos perdiendo», se duele la portavoz del partido morado, Carmen Muñoz. Se está refiriendo a que quienes más arrollan son los hombres, mientras que entre las víctimas hay más féminas.
El primer asunto es el más llamativo, y hasta sangrante. De los mencionados 96 atropellos contabilizados este año, 79 fueron provocados por conductores varones, frente a 11 mujeres. En seis casos no consta el sexo de quien conducía. En todo caso, estamos hablando de que ocho de cada diez implicados son hombres. ¿Cómo es esto posible?
Hay varias explicaciones y casi todas son bastante evidentes. Las expone Eduardo Martínez, director general del Real Automóvil Club Vasco Navarro (RAC). Pero, de entrada, dice lo más claro de todo: «No hay ninguna explicación genética que determine que un género conduzca mejor que otro». Aclarado. ¿A qué se debe, entonces, la prevalencia masculina entre los arrolladores? Lo primero, a que «hay más hombres que conducen». Sobre todo en el ámbito urbano. Y sobre todo, dentro de los sectores que más kilómetros hacen y que, en ocasiones, se manejan con más laxitud a la hora de contemplar las normas de circulación. Habla de «mensajeros, gente que conduce furgonetas de reparto, etcétera». Profesionales del volante y de las prisas. Se trata de actividades muy masculinizadas, que obligan a circular durante casi toda la jornada en tornos urbanos y que, por lo tanto, es normal que protagonicen más accidentes.
A continuación está la explicación en la que, seguramente, está pensando el lector: «Estadísticamente, las mujeres tienen menos siniestralidad». Esto es una evidencia científica y, de hecho, hasta hace no mucho los seguros eran más baratos para ellas por este motivo. Un lógico criterio de no discriminación por género prohibió esta práctica de las aseguradoras.
Entonces, ¿ellas conducen mejor que ellos? ¿No quedamos en que no había razones biológicas ni genéticas? Pues no. Desde el RAC Vasco-Navarro esgrimen estadísticas para revelar que si las mujeres padecen menos siniestralidad es, esencialmente, porque hacen menos kilómetros en sus desplazamientos. Por ejemplo, según el informe 'La perspectiva de género en el análisis de la movilidad laboral', de las doctoras María Isabel Olmo Sánchez y Elvira Maeso González, ellos hacen diez kilómetros de media, por los seis de ellas. Además, las mujeres emplean más tiempo en sus viajes. No corren tanto.
En cuanto a las personas atropelladas, ocurre lo contrario. Es decir, el sexo femenino es el protagonista. Pero el desequilibrio no es ni mucho menos tan abrumador. Este año, hasta agosto, hubo 54 arrolladas, frente a 49 varones en Bilbao. En todo 2017 la proporción fue de 92 a 84. Y el año anterior, 103 a 95. «No es una gran diferencia», apunta José Julio Zaramillo, jefe de Tráfico del Ayuntamiento de Bilbao. Pero el desequilibrio existe y es recurrente. ¿Por qué? Pues, esencialmente, porque la franja de edad que sufre más atropellos está entre los 60 y los 79 años, y en ese colectivo, las mujeres son mayoría.
El último análisis más o menos detallado sobre el asunto de los arrollamientos a año completo fue presentado por el Ayuntamiento el pasado mes de marzo con datos de 2017. Ahí se revela que casi en dos de cada tres casos (el 63,3%) la culpa fue del conductor, sobre todo, por no respetar la prioridad de los caminantes en los pasos peatonales. En el restante 36,7% de los casos los responsables fueron los peatones «por irrumpir en la calzada de manera indebida». El 66,8% de los atropellos se producen en vías rectas y el 28,3% en intersecciones.
La mayoría de los peatones, igual que los animales en la sabana, tenemos propensión a la línea recta. «A menudo cruzamos por donde nos viene bien, por donde nos es más rápido, y no por donde debemos», abronca José Julio Zaramillo, jefe de Tráfico del Ayuntamiento de Bilbao. Eso, además de ser una imprudencia, es sancionable. Multa de 90 euros. «45 por pronto pago», apunta.
En lo que va de año la Policía Municipal ha impuesto 45 multas a peatones por este motivo. Una cifra mínima si se compara con las 179 que se firmaron en los primeros ocho meses del año pasado. Por supuesto, esta bajada no es exclusivamente achacable al creciente compromiso de los viandantes con la seguridad vial. ¿A qué se debe? Pues depende de las campañas de concienciación que se hayan llevado a cabo, de la velocidad con la que el funcionario de turno haya metido tacos de expedientes en el ordenador... Vamos, que con estos parámetros no se pueden hacer ni comparativas ni análisis.
Lo que sí dice Zaramillo es que la sanción no es el fin último. Lo que se pretende es sensibilizar. «Y cada vez hay más gente que espera a que el semáforo se ponga en verde, o que se desvía para cruzar por un paso de cebra». Es más, cuando un agente detecta a alguien cometiendo una infracción «lo normal es que le dé una pequeña amonestación, que le haga ver que lo está haciendo mal. Si el peatón no lo asume, o le da igual, o persiste en su actitud, es cuando se le denuncia», explica el jefe de Tráfico. ¿No es eso algo arbitrario? ¿Cómo se mide si el infractor asume o no su falta? «Hay un lenguaje no verbal, miradas... Y también ese tipo de personas que directamente desafían y sueltan un 'si me quiere multar, múlteme, que tengo prisa'».
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