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El Obispado de Bilbao celebrará el 24 de marzo un acto solemne en la catedral de Santiago para «pedir perdón ante Dios» a las víctimas de abusos sexuales. La cita, que estará presidida por el titular de la Diócesis, Joseba Segura, pretende ser un momento ... de encuentro al que invitarán a los afectados para arroparles. Las víctimas consultadas por este periódico consideran «positivo» el paso dado, en un lugar además tan emblemático como el templo que se levanta en el corazón del Casco Viejo. También valoran la labor desarrollada por la Comisión de Protección de Menores y Prevención de Abuso Sexual, la UPV/EHU y la Universidad de Deusto para destapar los casos de pederastia, aunque creen que todavía «queda trabajo por hacer».
Josefa Calvo no estará presente en la «liturgia de oración» que se celebrará dentro de algo menos de un mes. Y no acudirá, en parte, porque reside desde hace décadas a 1.000 kilómetros de Bilbao. Pero también porque no ha vuelto a cruzar el umbral de la catedral desde 1970. Fue allí, en ese lugar en el que se reconocerá de forma pública el dolor causado, en el que se lo infligieron a ella, siendo la «solista del coro». Su agresor fue Fidel Ibarguchi, organista de Santiago, y el calvario al que la sometió cuando era apenas una cría de 12 años duró dos.
Josefa Calvo
Catedral de Santiago
«No puedo volver allí, empezaría a tiritar. Era una niña con una pasión por esa Iglesia... y lo que me estaba haciendo en ella...», relata aún con la voz entrecortada. Ve «bien» que se pida «un perdón serio» de forma pública y que se intente ayudar a las víctimas, pero los avances que se están dando, dice, no compensan que «a mí ése me destrozó la vida». «¿Qué pueden hacer ya por mí, que tengo todo este dolor pegado a mi interior?», se pregunta. Y reclama que se sepa «con nombres y apellidos quiénes han abusado de niños».
La hija de una víctima de la Santa y Real Casa de Misericordia se pronuncia en la misma línea y estima «fundamental» identificar a los pederastas. «No entiendo por qué no dicen abiertamente los nombres de la gente, qué hizo, si se ha muerto, cuánto estuvo allí, qué fue después de él...», enumera. También le ha «llamado la atención» que la investigación sobre el centro benéfico por el que pasaron cientos de huérfanos y niños de familias vulnerables no incluya «cifras» de afectados y «nombres» de abusadores, porque, asegura, además del director del centro entre 1961 y 1978, José Luis Pérdigo, «hubo más».
Juan Mari Arregi
Seminario de Derio
En cualquier caso, destaca que la Iglesia vizcaína «haya dejado» la elaboración del informe «en manos de un organismo externo» como es la UPV/EHU y considera que la Diócesis «lo está haciendo bien». «En la presentación, el portavoz fue más allá de lo que han ido en otros lugares, en los que dicen que fueron casos sueltos, y le vi afectado, sincero», considera la joven, que narró las vivencias de su padre a Jone Valdueza, la autora de la investigación.
En términos similares se expresa Juan Mari Arregi, que sufrió tocamientos a comienzos de los años 50 en el Seminario de Derio a manos de Manuel Estomba, quien fuera director espiritual del centro entre 1953 y 1956. Echa en falta «propuestas concretas» de futuro. Para «evitar estas situaciones», defiende que la Iglesia debe adoptar un «compromiso contundente y público de aislamiento total de todo pederasta que se infiltre» en su seno. «Tolerancia cero y no caer en lo que se cayó, de hacer traslados y ocultar lo que pasó», emplaza.
Hija de una víctima
Santa y Real Casa de Misericordia
En segundo lugar, anima al Obispado a liderar «una apuesta clara y decidida» por implantar un «celibato opcional», a «abrir ese debate» porque, recuerda, uno de los tres sacerdotes abusadores contabilizados en el seminario dejó el ejercicio por «problemas de naturaleza sexual».
Lo que ha hecho la comisión, a pesar de ser «insuficiente», es a su juicio, «positivo», ya que «se ha intentado analizar la situación». Y lamenta que, en el informe de la Universidad de Deusto, «haya salido una miseria de lo que fue aquello». «Y la culpa no es de los investigadores. La gente no quiere salir. Yo sé de muchísimos compañeros que pasaron por la misma situación que yo, decenas y decenas y decenas, pero nadie habla y al final no se expone la trágica realidad que fue aquello», lamenta.
Los informes del Seminario de Derio y la Santa y Real Casa de Misericordia han puesto de relieve las dificultades para contactar con víctimas de la pederastia eclesial. Jone Valdueza, autora de la investigación del orfanato, solo obtuvo ocho testimonios, y dos de ellos eran de hijas de afectados, ya que sus padres no querían hablar. «Han sentido que hasta ahora no se ha hecho lo suficiente y no se fían; creen que su testimonio no va a cambiar nada», lamenta la criminóloga.Pero, si algo le llamó la atención, fueron las menciones a los suicidios. Los entrevistados le refirieron que algunos de sus compañeros se habían quitado la vida o habían intentado hacerlo. No hay registros oficiales, pero «las víctimas quieren que se hable de ello». «Para ellas es reparador, porque lo cuentan por las personas queridas que perdieron, están satisfechas de darles voz. Quieren que se hable de lo ocurrido con quienes no pudieron soportarlo y tuvieron que quitarse la vida», explica Valdueza.
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