El nuevo Boulevard echa a andar «con la esencia de toda la vida»

Para la puesta a punto de la barra del viejo café, ambientada con luces tenues y cálidas, habrá que esperar hasta el final de la inminente Aste Nagusia. La coctelería, situada en la planta baja, cuyos comedores se reservarán para la celebración de eventos privados, tardará aún más tiempo en funcionar.

Sin embargo, el remozado establecimiento, el mejor ejemplo de estilo 'art décó' existente en Euskadi, mantiene la esencia de siempre gracias a una cuidada restauración llevada a cabo por Verno, la empresa de Fernando Enales, convertida en aliada de innumerables negocios de restauración bilbaínos.

«Hemos tratado con muchísimo respeto un patrimonio que nos encontramos en un estado lamentable. Era un horror», explica el hostelero Félix Parte, que sigue aumentando la amplia nómina de espectaculares establecimientos -cuenta ya con 11-, entre los que figuran también el Víctor Montes de la Plaza Nueva.

La decoración, que ha apostado por recubrir sofás y sillas con telas plagadas de formas geométricas y tonos azulones y amarillo caldera, al estilo de lo que se llevaba en aquella época, ha respetado el mantenimiento de los mismos suelos, columnas, vidrieras y molduras que marcaron tendencia a finales de la I Guerra Mundial. Se ha intentado, asimismo, la colocación de luces incandescentes que iluminaban en los años 20 del siglo pasado. Los estucos suponen también un guiño al pasado y representan un trampantojo al imitar al mármol. «Queríamos hacerlo muy bien porque somos conscientes de que nos van a mirar con ojos muy severos, pero es que también queremos ser severos con nosotros mismos», confesó Parte, emocionado por la gran cantidad de turistas y vizcaínos que se asoman estos días a descubrir el nuevo Boulevard.

Ayer, numerosos visitantes de paso por la villa se adentraron en el local pertrechados con sus cámaras fotográficas para inmortalizar un café donde coincidieron en su día Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu. Otros aprovecharon para realizar las primeras reservas, en un ambiente marcado por el jazz. «Quedan cositas por hacer, pero en cuestiones de luz, sonido y climatización lo hemos bordado», destacó Parte para definir un proyecto que comenzó a perfilarse el pasado verano y que se ha llevado a cabo «con mucho tiento y con un trabajo totalmente artesanal» en el que han trabajado más de 150 operarios de 30 gremios diferentes. «Se ha extendido mucho», reconoció el hostelero.

La elegancia de los apliques que cuelgan de techos y paredes, realizadas en madera de palisandro, se traslada a los uniformes de los camareros, que vuelven a rescatar las pajaritas de toda la vida y los recogemangas que estilizan los trajes de los 25 empleados que han empezado a trabajar, aunque en función de la marcha del negocio es posible que en poco se amplíe hasta 40. «Ahora solo hace falta suerte», algo que nunca le ha fallado a un hostelero que en su nueva aventura apuesta por «la carne, porque era lo que más se comía entre 1925 y 1935».

Sin embargo, la carta también deja espacio para el bonito de Bermeo, el atún rojo, las vieiras asadas, las ostras y el sashimi marinado y ligeramente ahumado para mantener el pulso actual.