De los 545 migrantes subsaharianos que han llegado en Euskadi en los últimos quince días, más de 400 entraron por Bizkaia. La masiva afluencia, favorecida por una climatología propicia para el cruce del Estrecho, ha desbordado los dispositivos y ha obligado a la apertura de ... un albergue con capacidad para 48 personas. Pero la realidad ha desbordado todas las previsiones. «El albergue está completamente lleno», admiten desde Cruz Roja, que trabaja ya con las instituciones para «abrir otro de 40 camas o buscar una nueva ubicación en Bilbao que nos permita alcanzar las 88 plazas en un único sitio».
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El alcalde de la capital vizcaína, Juan Mari Aburto, recordó ayer que este colectivo «no tiene como destino Bilbao, sino otras ciudades europeas», y admitió que las instituciones están estudiando «cuál es la ubicación más adecuada (del albergue), aunque lo más importante no es dónde, sino que esté disponible». El regidor recalcó que «hay que ser prudente y ver cómo evolucionan las llegadas». De hecho, ambas instalaciones serán temporales. La necesidad acucia.
Cruz Roja está trabajando a destajo. Cuarenta voluntarios y trabajadores de la institución humanitaria se están dejando la piel en el primer albergue para refugiados de la ciudad. La mitad habla francés, lengua mayoritaria de estos migrantes. «Son jóvenes de origen subsahariano, generalmente varones, de entre 20 y 30 años», según el perfil que esboza Manu Calvo, coordinador de la ONG en Bizkaia. «Llegan frágiles, tras un viaje por África muy duro. Su primera necesidad es comunicar con sus familias. Tenemos algunos móviles y, sobre todo, puntos para cargar las baterías. Les damos asesoramiento, priorizando a los últimos que llegan, a mujeres y a niños».
545 migrantes en tránsito han llegado a Euskadi desde el pasado 20 de junio. De ellos, 400 han entrado por Bizkaia. El primer albergue para acogerlos, dotado con 48 plazas, se ha saturado en menos de una semana.
Varones jóvenes El perfil de estas personas: son varones jóvenes, de entre 20 y 30 años, que provienen de países subsaharianos. Han cruzado África en un viaje muy largo y llevan tiempo esperando en la costa africana. El buen tiempo les empuja a cruzar el Estrecho, generalmente en pateras.
88 plazas en un sólo albergue o dos diferentes (de 48 y 40 plazas, respectivamente) es la propuesta que manejan actualmente tanto Cruz Roja como las instituciones. En ambos casos, estarán en Bilbao.
Entre los que buscan un hueco para pasar su primera noche hay pocos menores. Si no están al cargo de familiares, son derivados a la Policía y su tutela recae en la Diputación. No se trata de menores extranjeros no acompañados (más conocidos como 'menas'), cuyos centros de acogida también están saturados en el territorio: la mayoría son magrebíes y estas últimas oleadas provienen de países africanos más al sur. «Esta semana llegó una madre con tres hijos. Hay pocos menores sin algún familiar», recalcan fuentes forales. La coordinación entre Gobierno vasco, la Diputación de Bizkaia, el Ayuntamiento de Bilbao y entidades como Cruz Roja, Cear y Cáritas, está siendo «constante y fluida», según todos los agentes implicados. «El acuerdo con las instituciones contempla mucho más que el albergue de urgencia, que es algo que no todos necesitan porque algunos tienen redes de apoyo. Estamos reforzando todo el proceso de acogida».
Diputación
CRUZ ROJA
Hay una última barrera que todos los migrantes tienen grabada. En el albergue no pueden pasar más de dos días. Ayer, algunos se quedaron a las puertas. «Sólo puedo decir que acogemos a todos los que podemos y que tenemos el firme propósito de ampliarlo», admite Calvo. Durante el día, no pueden permanecer en el albergue, sino que acuden allí para pernoctar. Xabier Orueta, de la Fundación Vicente Ferrer, descartó ayer en unas jornadas celebradas en Bilbao que se tengan que instalar «campamentos de manera estable» para dar respuesta a esta crisis: «No se plantean casas modulares ni tiendas de campaña porque deben estar dentro del entorno urbano y con calidad, evitando los guetos».
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«Es muy pequeño el porcentaje que se queda aquí. Bilbao es una parada», insiste el coordinador de Cruz Roja, que desvela que «el martes, por ejemplo, no llegó nadie. Hay un flujo muy claro desde la costa andaluza». Francia y Bélgica son el Dorado con el que sueñan desde que suben a las pateras. «Este albergue es un recurso de 48 horas, que está pensado para una primera acogida. Por eso deben pensar cuál es su proyecto vital, adónde van», reconoce Teresa Laespada, diputada foral de Inclusión Social, de viaje en Senegal. «Estas llegadas son frecuentes, pero no en estas cifras. Los servicios que teníamos no podían asumir esos flujos. En quince días hemos conseguido montar un dispositivo entre las instituciones y bajo la coordinación de Cruz Roja. También nos han dicho desde Madrid, desde Inmigración, que van a hacer alguna aportación seguramente, porque la competencia es suya». De fondo, lo que ha cambiado es que la primera línea de la ayuda humanitaria se ha trasladado de Tarifa a Bilbao.
El colectivo de Ongi Etorri Errefuxiatuak, por su parte, volvió a criticar que la asistencia está resultando «deficitaria», en una jornada de protesta en la que sus voluntarios se echaron a la calle para un reparto solidario de ropa y comida. Fue después de manifestarse ante las escalinatas del Ayuntamiento, a quien señalaron como el principal responsable por «la falta de recursos públicos para acoger a los migrantes y refugiados de la villa». Txus Blanco, participante en la cacerolada, advirtió que «el albergue no es una solución permanente y este problema no es un problema de ahora, sino estructural. Se podría haber previsto».
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