Borrar
Danger, durante la entrevista Diego Revuelta
Así es la nueva vida de Danger, el líder de la banda bilbaína La Mina City, tras pasar por la cárcel

Así es la nueva vida de Danger, el líder de la banda bilbaína La Mina City, tras pasar por la cárcel

«Cuando vi a mi hijo por un cristal se me quitó la tontería», señala el exconvicto, que dice estar «rehabilitado» tras un pasado de robos, palizas indiscriminadas y consumo de drogas

T. Nieva

Miércoles, 27 de noviembre 2024, 12:23

«Ahora soy cantante. Hoy en día solo soy cantante. Y soy una persona que ayuda a otras personas a salir de la calle». Danger G, el antiguo líder de la banda bilbaína La Mina City (LMC 04, por el código postal de la zona de Santutxu-Bolueta), el «más agresivo» del grupo, quiere dejar claro que ha dejado atrás su pasado de robos, palizas indiscriminadas y consumo «a punta pala» de drogas después de haber sido internado en dos ocasiones. La primera, a los ocho años, en Barcelona, en un centro de menores; más tarde, ya de adulto, en la cárcel. En esa ocasión, en febrero de 2016, entró en prisión, junto a sus compinches, acusado de haber retenido a un grupo de unos seis chavales en un local y de robarles sus pertenencias bajo la amenaza de un cuchillo jamonero. También por pinchar con un arma blanca a una persona en otro asalto a una lonja, además de fotografiar los DNI de los jóvenes con la intención de intimidarles.

Este hombre, con una vida tormentosa, complicada, marcada por la violencia, cuenta una historia turbulenta, trufada, según se justifica, también de necesidad. La falta de un plato de comida le llevó a la calle, narra en un reportaje realizado por el periodista Diego Revuelta, que se ha desplazado hasta Bilbao para conocer la realidad de Danger y para intentar dibujar una zona, Santutxu y Bolueta, «violenta», que no se corresponde con la realidad del día a día de estos enclaves. Ataviado con una gorra, vestido totalmente de negro, pasea por el que fuera -y todavía es- su territorio: la zona de La Mina del Morro, en la parte baja de Santutxu, entre la calle Georgia y el principio de Sagarminaga. Allí desgrana una vida que parece sacada de una película.

Un filme lleno de la violencia y drogas. «Básicamente, me dediqué al tema de robar, de consumir droga... En mi caso, no tenía ni para comer. Hay otros casos que tenían un plato en la mesa, aunque fuera humilde. Yo no tenía absolutamente nada», expone. Asegura que había días que no podía ingerir nada hasta la noche: «Tenía que buscarme la vida. Éramos chavales desestructurados. Algunos venían de una familia mejor, otros peor... Pero éramos gente que no encontraba lo que quería de verdad». ¿Y qué deseaban? «Lo que se veía en el cole. Nosotros robábamos a personas que sabíamos que tenían dinero, que sabíamos que sus padres se lo iban a volver a comprar. Yo no sentía envidia, solo quería tener cosas», desliza.

Una consola, el primer conflicto

Todo eso le llevó por primera vez a un centro de menores. Tenía 8 años. Fue en Barcelona. Estuvo hasta los 12. ¿Qué le llevó a ingresar en este lugar de internamiento? Lo cuenta. «Tenía un pensamiento de niño pequeño. No tenía una consola y todos a mi alrededor la tenían. Mis padres no me la daban, no la podía conseguir. Yo vi la posibilidad, como había visto en mi vida, de quitárselo. Yo no quería robar, sino quitárselo. Ahí se me partieron las notas. Y me hacían una especie de maltrato psicológico mis compañeros. Además, si tenía algún problema, mi padre me enseñó a boxear. Sabía pelear. Con 5 años di el primer puñetazo. Y vi el poder que tenía. Me metí en peleas. Y llegó incluso un momento en el que no necesitaba pelearme porque me respetaban».

Cuando salió, empezó a robar «por necesidad». «A partir de ahí, además, tienes dos cosas. Una, la fama de malo. Te da poder. Salí con 12 años con una fama. Y yo nunca había sentido cariño. Además, mis compañeros me excluían. Entre todo ello, se me revolucionó la cabeza», confiesa.

Y comenzó una espiral de autodestrucción con la droga, pero también de peleas, robos, de hacer daño por simple placer a otras personas... «Consumíamos droga a punta pala. He hecho de todo menos pincharme. He fumado hasta caballo en la cárcel. Cinco veces. Menos mal que me sentó mal». Su paso por prisión, admite, resultó tormentoso. Confiesa que dentro «las liaba mucho», también que se hizo varios tatuajes -destaca el de la ley del silencio- con una chincheta, e incluso desvela que estuvo a punto de matarse y explica cómo lo intentó. Sin embargo, un episodio que vivió cuando estaba entre rejas provocó un cambio de chip: «Cuando vi a mi hijo por un cristal se me quitó la tontería».

Eso sí, recalca que de la «calle no se sale». Él, afirma, ha dejado atrás «lo malo», pero que sí tocan a su familia, le van a encontrar. De hecho, indica que el día 2 de diciembre tiene un juicio pendiente por lesiones debido a que el vecino de su madre la amenazó de muerte. Danger acudió en su auxilio, el hombre «sacó un palo y yo le di un estacazo». No se ahorra palabras para definir lo que hizo.

El ritual de iniciación

Como tampoco para dar más detalles de su pasado. Subraya que al principio LMC 04 estaba formada por seis personas. Y que poseían una especie de ritual de iniciación. «Nuestras movida era echar un chorrito de Negrita (una marca de ron) en la cabeza y tenías que zumbar al primero que pillases. Solía pasar de fiesta, había chavales liantes». Eso sí, tenían sus propias normas. «No podías pegar a un anciano, a una mujer o a un niño pequeño. No se podía pegar a un abuelito porque te caía la del pulpo», dice este hombre que dice que se ha peleado «en innumerables veces, mínimo unas tres a la semana».

En el vídeo, señala los puntos en los que realizaban sus robos -al lado de una guardería ya cerrada-, dónde guardaban sus cosas -en la actualidad esa lonja es un punto de encuentro familiar de la Diputación-, dónde empezaban a beber a primera hora de la mañana -justo al lado de un parque infantil cubierto-... «Nos tomábamos un chupito de whisky si el día anterior habíamos conseguido dinero. Nos sentábamos en las escaleras, nos drogábamos...», señala un Danger que dice que ha cambiado. Por aquella imagen de su hijo al otro lado del cristal y también debido a que se encontró con Dios. «Esa es la forma de salir».

Asume que pegó «por la cara» a mucha gente, que los ciudadanos a los que atacó le guardan rencor y que le desean lo «peor», aunque a él le gustaría sentarse con ellos «a tomar algo». Recalca que todo lo que hizo fue «por necesidad» y lanza un consejo a los más jóvenes: que no se unan a ninguna banda. Comenta que en España se puede ganar la vida aunque sea con la venta de chatarra. Y él, ahora mismo, aparte de a la música - «creo que nací para esto»-, se dedica a sacar a chavales de la calle. Y también a luchar contra los «niñatos» que venden droga en la Mina. «Antes de meterte en eso, piensa las cosas bien», expone Danger.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Así es la nueva vida de Danger, el líder de la banda bilbaína La Mina City, tras pasar por la cárcel