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Es el último miércoles de mes, así que en el aula estable del colegio Jesuitinas de Bilbao toca día de la compra. Los cinco alumnos - ... Alex, Irene, Urtats, Saioa y Alan- van sentándose uno a uno con la tutora, Laida Iñurrigarro, para preparar la lista de ingredientes que necesitan para elaborar un batido y una macedonia. Algunos eligen sin problema las fichas (unos dibujitos que se pegan con velcro) a medida que se las van pidiendo: el plátano, las fresas, la pera, el azúcar... A otros les cuesta más, y con ellos el trabajo consiste precisamente en eso, en que vayan estableciendo ese esquivo vínculo entre palabra, imagen y objeto. Y está, en fin, Alex, el más verbal de esta clase para niños con necesidades especiales: «¿Lo escribo?», pregunta, y se esmera en trazar las palabras mientras sonríe de oreja a oreja, feliz de demostrar ante las visitas ese poder tan especial.
Más datos
Una sala multisensorial Snoezelen es un entorno con estímulos para los diferentes sentidos. Su presupuesto parte de los 8.000 euros.
El 'crowdfunding' permanecerá abierto hasta marzo en la dirección www. goteo.org/project/atelier-multisensorial
En la puerta del aula, dos letreritos dicen 'me encanta que seamos diferentes' y 'egun on, mundo, que tengas un día estupendo'. Y, al cruzar ese umbral, se entra en el reino de la paciencia infinita: la educación de estos niños es un ejercicio de perseverancia y repetición, de afecto y convivencia. «Tristemente, son los grandes olvidados de la sociedad, pero se puede hacer con ellos un trabajo muy enriquecedor. Se trata de trazar planes individualizados. A lo que damos más importancia es a la comunicación, la autonomía y las habilidades funcionales, que sirvan para la vida: cocinar, ir al súper, fregar... Los logros tardan en verse. No es como en otras clases, que los ves al cabo de un mes: aquí a lo mejor tardas un año», explica Laida, escoltada por las especialistas de apoyo educativo. Al desánimo no se le permite entrar en el aula.
La comunidad de esta escuela concertada está ahora mismo implicada en un proyecto estimulante que tiene por protagonistas -centrales, aunque no únicos- a estos niños. La AMPA ha puesto en marcha un 'crowdfunding' para dotar al colegio de una sala multisensorial, una especie de paraíso de los estímulos que utiliza luces, música, texturas, imágenes, sonidos, aromas, vibraciones... Se trata de entornos de cierto aire psicodélico, provistos de instalaciones que fascinan a los niños, como el tubo de burbujas. «Mi hija no habla apenas, pero, aunque le cueste la vida, dice 'quiero burbujas' y entiende así que el lenguaje sirve para comunicarse. Se trata precisamente de aprovechar sus intereses para motivarlos», resume Inga Aguirreamalloa, madre de Saioa y una de las impulsoras del proyecto. «Para ellos puede ser una maravilla», confirma la tutora, que destaca otra función: «Podríamos trabajar muchas cosas relacionadas con lo sensorial, con lo perceptivo, pero además esa sala sería ideal para la gestión emocional. Aquí tenemos muchos momentos de frustración, de crisis, de códigos cuatro, que es como llamamos a las explosiones desorbitadas de rabia».
El proyecto va más allá del aula estable, hasta abarcar a todos los alumnos de cursos inferiores. Pero también va más allá del colegio: «La idea es abrir la sala a Bilbao, que puedan beneficiarse de ella, por ejemplo, residencias de ancianos: es un trabajo muy importante para personas que tienen alzhéimer, o para combatir la apatía. Creemos que puede animar a crear una familia más grande, a la vez que trasladamos a los niños un mensaje de pertenencia a la comunidad», desarrolla Inga. A la directora del colegio, Josune Extremiana, le apasiona esa posibilidad de que los ancianos entren al cole: «¡Qué bonito tener en un mismo pasillo los dos extremos de la vida! Es un elemento de ilusión, de sentir que puedes aportar: lo cuentas y notas que la gente te escucha con ganas», celebra. Y no es la única: la iniciativa ya ha recibido generosas aportaciones de figuras públicas como Aitor Ocio -el exfutbolista se ha convertido en su entusiasta primer mecenas- o Juan Carlos Grijelmo, de las fundaciones Children On The Line y Bakuva.
Eso sí, dentro del aula estable no se está hablando de 'crowdfunding', sino de plátanos y peras. Como todos los últimos miércoles de mes, los niños y sus profesoras emprenden la expedición hacia el Eroski de Zurbaranbarri para convertir su lista de la compra en una sabrosa realidad. Alex va controlándolo todo («¿vienen coches?», «¿estamos todos?», «ahí hay un perro», «no pasa nada», «Irene está muy guapa»...) y la pequeña aventura transcurre sin sobresaltos. Una vez en el supermercado, lleva un rato buscar los ingredientes por ese laberinto de baldas (mira que es difícil siempre dar con el azúcar), pero sobre todo hay que velar por que no aparezca en la cesta algún producto imprevisto: no, esa tableta de Milka Oreo no figuraba en la receta del batido ni en la de la macedonia. Está claro que, a su estilo tradicional y discreto, el chocolate también sigue siendo un poderoso estímulo.
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