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Orgullosos de ser la villa más antigua de Bizkaia (1199), el coronavirus nos ha dado de bruces contra lo impensable, contra lo que jamás pensamos que pudiera suceder: que Balmaseda se quedara sin su Semana Santa y sin sus procesiones. Nadie en el peor ... de sus sueños habría imaginado algo así.
La maldita pandemia ha arruinado las ilusiones y expectativas de cientos de personas; peor aún, de todo un pueblo en suma, que llevaba desde hace cinco meses trabajando en los preparativos de un montaje que se repite todos los años y que, sin embargo, jamás resulta igual al del anterior. No llegaron a escucharse en los ensayos los redobles de tambores de una guardia romana que permanecerá hoy en silencio. La Asociación Vía Crucis Viviente decidió suspenderlos el pasado 13 de marzo viendo lo que se nos venía encima.
El año pasado me tocó entrevistar a Gonzalo Menéndez, que hizo de Jesús, el mismo papel que su tío, de igual nombre y presente en la entrevista, encarnó en 1990 cuando su sobrino solo contaba 10 meses. No supe quién de los dos estaba más emocionado, mientras alargamos la charla con unas cuantas cervezas en un bar de la Plaza San Severino, la misma que hoy despertará muda. Es habitual que sagas familiares se sucedan en la representación.
Somos un gran pueblo pequeño, castigado estos días de forma inmisericorde por el impacto del Covid-19, y rara es la familia balmasedana en la que algún miembro no acaba participando de forma directa en la Pasión Viviente. Mi padre dirigió durante muchos años el Paso del Cristo del Cementerio en la cada vez más celebrada Procesión del Silencio, que arranca cuando empieza a caer la noche del Viernes Santo, y una de mis hermanas esperaba ansiosa todos los años aparecer en la lista de los penitentes. Mi madre protagonizó en otra ocasión a una de las Tres Marías. Lo mismo da, porque en este pueblo, guardián de sus tradiciones, se celebra con igual júbilo realizar algún personaje importante que salir de 'gente del pueblo'.
Lo realmente significativo es volcarse en una seña de identidad que este año se nos ha arrancado de cuajo, como ya sucedió en 1964, aunque por razones bien diferentes. Nos han arrebatado unas procesiones que se cultivan desde niño y crean cantera de aficionados con la ilusión de los más pequeños de salir algún día 'en la de los mayores'. Las mismas procesiones que las instituciones vascas utilizan de reclamo turístico porque se tratan, sin duda, de las más espectaculares del norte de España.
Por eso, se hará raro no escuchar hoy en El Frontón las últimas palabras de Cristo antes de morir crucificado o de presenciar, muchas veces con los ojos cerrados, como les sucede a tantos visitantes, alguna de las Tres Caídas. Pero lo mejor está por venir: nos levantaremos y esperaremos al Vía Crucis de 2021. Este año han decidido que nos toca hacer penitencia. Suena música de réquiem.
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