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A finales del siglo XIX, para los vecinos del valle de Arratia ir hasta Bilbao era toda una odisea. Los viajes en carro eran el medio de transporte más habitual para llegar hasta la capital vizcaína y se prolongaban durante horas. Pero en el año 1898 todo cambió. En esa fecha se produjo un anuncio que revolucionaría la vida de los vizcaínos: una conexión en tranvía entre Lemona, Durango y el botxo.
Hubo que esperar hasta el verano de 1902 para ver materializada esta vía de comunicación electrificada, ya que desde 1899 funcionó de forma provisional con tracción animal. Su recorrido se iniciaba frente al teatro Arriaga y discurría por La Peña, Basauri, Galdakao, Usansolo, Bedia y Lemona. Desde este último municipio, considerado centro neurálgico, donde también estaban las cocheras, se podía tomar la dirección hacia Amorebieta y Durango, o continuar hacia los pueblos de Igorre, Arantzazu, Artea, Areatza y Zeanuri. En este último existía entonces una conexión con Vitoria mediante servicio de autobús.
De la historia de este transporte y lo que supuso para los vizcaínos es buen conocedor Jon Urutxurtu, que acaba de sacar a la luz el libro 'Historia gráfica del tranvía de Arratia (1902- 1964)'. Una recopilación de fotografías, textos y noticias de prensa que dan cuenta de la transformación que registró la zona de la mano de este mítico transporte.
El tranvía posibilitó el acercamiento de los habitantes del valle y del Duranguesado «a las fábricas de Basauri, Galdakao y al puerto de Bilbao», ofreciendo nuevas formas de empleo a los vecinos de los caseríos. Además, dio trabajo en la zona y muchos residentes se convirtieron en «revisores, cobradores o conductores», cuenta el autor.
La conexión entre el mundo rural y el urbano también benefició a los bilbaínos ya que los acercaba «a la zona del Gorbea y los balnearios». El trayecto completo podía alargarse «más de dos horas» y el primer servicio arrancaba «sobre las cinco de la mañana», expone Urutxurtu.
La vida del tranvía se mantuvo durante décadas y aunque no estuvo exenta de atropellos y descarrilamientos, o de sufrir los efectos de inundaciones, seguía sirviendo como medio de transporte para el trabajo, el ocio y los quehaceres de un importante volumen de vizcaínos. Para hacerse una idea, en 1929 transportó a más de cuatro millones de viajeros y cerca de 90.000 toneladas de mercancías.
Así fue hasta 1937, cuando los bombardeos de la Guerra Civil dañaron el tramo entre Durango y Amorebieta y nunca fue reparado. Pese a esto, las cifras de viajeros seguían aumentando hasta llegar al récord de 6.749.914 en el año 1952. Pero la generalización del uso del automóvil se convirtió en la crónica de una muerte anunciada para el tranvía, que comenzó a perder usuarios.
Tras la supresión de varios tramos, el tranvía desapareció de forma definitiva en 1964. Los entresijos de esta historia se pueden descubrir en la obra de Urutxurtu, que toma como base las investigaciones realizadas por Juanjo Olaizola, director del Museo Vasco del Ferrocarril. El libro, editado en euskera y castellano por la Diputación de Bizkaia, tiene un precio de doce euros y se puede adquirir en la Biblioteca Foral y en la web de la institución. Al trazado de este antiguo tranvía aún le queda vida por delante. La Diputación está construyendo en parte del itinerario una senda ciclable y peatonal que unirá Basauri y Bilbao antes de que concluya este año.
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