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Iñigo Macías, productor de miel de Orozko, de la empresa Gozatzeko Eztia. Maite Bartolome
El último apicultor del Gorbea

El último apicultor del Gorbea

Iñigo Macías, de Orozko, ha tenido que buscarse otro trabajo al resultar insostenible el negocio al desplomarse a la mitad la producción de miel por culpa de la sequía

Leire Pérez

Orozko

Jueves, 13 de abril 2023, 01:17

Hasta hace unas semanas Iñigo Macías ejercía como apicultor profesional. Los ingresos le llegaban principalmente de su negocio de miel en el Gorbea, pero la sequía tan tremenda que ha azotado Euskadi, sobre todo, a finales del año pasado, le ha obligado a buscarse un segundo sustento para llegar a fin de mes y poder pagar las facturas. Aunque ha podido mantener las colmenas que puso en marcha hace una década, curiosamente animado por un picotazo que le dieron los aguijones de los insectos del tío de su mujer, el negocio este año no le ha dejado buen sabor de boca.

«Mi producción ha caído a menos de la mitad, es algo que nos ha sucedido a todos los que nos dedicamos a ello», revela este vecino de Orozko a EL CORREO. «Esta sequía ha sido horrible, nos ha repercutido y de qué manera. Si a eso sumamos la subida de los piensos, del gasóleo y de todo, más de uno se ha quedado en la estacada, otros como yo han tenido que buscar otro empleo y los que han podido han tirado de los ahorros», señala el último apicultor del en torno del parque natural de Gorbea.

Sin agua las flores están secas y no producen néctar. Y sin el jugoso elixir las abejas no han tenido que llevarse a la boca. Ha sido muy complicado alimentar a las melíferas en los últimos meses. «Hemos tenido que darles de comer con unos costes increíbles, darles azúcar y este año lo hemos comprado a un euro y medio el kilo cuando hace dos estaba a 70 céntimos. Si a esta subida añadimos que la producción ha caído a menos de la mitad, lo que sucede es que es completamente insostenible el negocio. Los gastos se han incrementado un 100% y nuestros ingresos se han reducido. Es un año para olvidar», lamenta el apicultor.

Macías vende sus productos en la comarca Nervión-Ibaizabal, pero también era un asiduo a las ferias como la de Santo Tomás en Bilbao, San Antontxu en Mungia y la de su pueblo, Orozko. Puntualmente iba a Gernika, Abadiño y Ermua. Este año únicamente los parroquianos bilbaínos y los orozkotarras han podido disfrutar su melada. No ha tenido excedente para dejar sus sabores por el resto del territorio. Justo ha podido atender a los clientes que le compran en una serie de tiendas de proximidad.

Desde la asociación que envasa para Eusko Label, Giez-Berri, certifican lo nefasto de este año y aportan cifras. «Ha habido mucha menos miel, un año normal estamos cerca de los 55.000 kilos y en el último se ha llegado justo a los 25.000», señala Aitor Sendon.

«Lo bueno de este producto es que aguanta tres o cuatro años y si un año has producido mucho el resto compensas», añade Pedro Gallarreta, uno de los apicultores más veteranos del territorio y que lleva al frente de su negocio más de tres décadas. «Aquí hay años buenos y malos y este pues nos ha tocado», afirma.

Batalla contra la varroa

En estos momentos Euskadi cuenta con alrededor de dieciséis productores de miel que trabajan con el sello de Eusko Label, media docena de ellos desarrollan su trabajo en el territorio vizcaíno. Comercializan miel de flores, del bosque y del brezo. Los que acuñan en su poder un número de panales reducidos y no son capaces de cumplir los requisitos de la marca o quieren mayor independencia, comercializan a su aire, en su entorno. «Para estar aquí hay que poseer al menos 150 colmenas y eso limita porque hay muchos que acumulan poco más de 50, además de una serie de obligaciones», recuerda Sendon.

Todos en mayor o menor medida han padecido los efectos de un cambio climático que no hace más que desbaratar un negocio que pelea además contra la varroa, un ácaro que empaña las últimas temporadas a los apicultores. Les chupa la grasa, lo que las lleva a la muerte. Pero además, el temor a encontrar el parásito fuera de las colmenas, así como toparse con la avispa velutina hace caer la producción, porque los insectos prefieren estar a buen recaudo, lo que les lleva también a fallecer.

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