«Ya no tiramos comida en Etxebarri»

El reloj marca las 14.00 horas y se pone en marcha el engranaje necesario para que la comida en buen estado no termine en la bolsa de la basura. «Aquí ya no se tira nada. Hay días que salvamos 30 platos y otros menos, depende de lo que haya en el menú, los días que hay san jacobos quedan pocos», comenta como ejemplo satisfecho Mikel Lejarreta, secretario de dirección y responsable del comedor.

Medio centenar de estudiantes colaboran habitualmente en el proyecto impulsado por la asociación Residuo 0 y que contó con la colaboración económica del Ayuntamiento de Etxebarri. El mecanismo es muy sencillo. Los platos que no se llegan a servir –lógicamente los restos se tiran al cubo de la basura– los introducen en un tupper de material reciclado y los someten a un tratamiento para que no se rompa la cadena de frío y no salgan bacterias con una abatidora de temperatura.

«La primera parte la realizan las trabajadoras porque tienen que tener el carné de manipulador de alimento, pero una vez que se lleva a la selladora, son los alumnos los que se encargan del resto del proceso, con una tablet etiquetan el producto y ponen la fecha de caducidad», relata Lejarreta. Cuando ha estado este periódico en el centro, Xabier del Pozo y Lucía García, de 1º de la ESO, han sido los encargados de prepararlos para que así sus compañeros los puedan llevar al día siguiente, en la hora del recreo, a la máquina de vending, que está ubicada junto a la casa de cultura en el barrio de San Antonio. «Esto es todo voluntario, son ellos los que colaboran porque les gusta. Al comienzo fueron 20 y ahora ya hay más de 50. Están involucrados, ven que es una cosa guay, que ayuda y nos reconocen con premios. Están súper orgullosos», explica la responsable de Agenda 30, Nerea Pérez.

En esta ocasión, Naia Valero, Natalia Peña, Olatz Atutxa y Ainize Domínguez, estudiantes de 1º de Bachiller son las que terminan la faena y transportan los platos en una nevera. «La gente pulsa el botón y saca el alimento de forma gratuita, ellos se llevan eso y nosotros aprendemos a valorar la comida y ayudar a la gente más necesitada de nuestro pueblo», admiten las cuatro jóvenes.

Aunque la idea empezó a gestarse antes de la pandemia, fueron los propios estudiantes los que en una reunión con el Ayuntamiento propusieron alguna fórmula para evitar que se tirase tanta comida a la basura, no pudo echar a andar hasta el año pasado.«Hicieron una visita a la nevera solidaria de Galdakao y les nació de la inquietud de hacer algo similar aquí», recuerda Pérez. «Al principio les acompañábamos, ahora les damos la llave y van ellos solos, los mayores que son los que pueden salir del centro. Muchas veces las cosas las vemos como una montaña, al principio dimos pequeños pasos, pero luego vimos que era algo muy sencillo», añade.

El instituto tiene claro que el proyecto está generando beneficios. «Están formándose. Se sienten súper bien, les encanta saber que hacen un bien social, que hay gente esperándoles, incluso les preguntan y les agradecen. Tienen una relación con la gente que suele ir», comenta Itziar Bengoa, otra de las profesoras. Pero además ha roto estigmas. «Puede cogerlo cualquiera que se lo vaya a comer, incluso los propios estudiantes, alguna vez se les ha olvidado traer el 'gozari' y les decimos que se lo calentamos. Lo importante es que no haya desperdicios», insisten. El centro trabaja con el colegio de Kukullaga para que también se pueda hacer allí.