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LAURA GONzÁLez
Jueves, 22 de diciembre 2022, 00:02
José Julio Badillo se suele levantar cada día a las cuatro y media de la madrugada, y una hora más tarde ya se encuentra en la parte trasera de su negocio, ubicado en la céntrica e histórica Foru Plaza, empezando a dar forma a los productos, todos artesanos, con los que agasaja desde hace décadas a sus vecinos y a los visitantes de Orduña, única localidad de Bizkaia que puede presumir de tener el título oficial de ciudad. De entre toda la oferta de Mantecadas Badillo, en la que destacan las tartas y los turrones en Navidad, sobresale sin debate el dulce que da nombre al negocio.
Las mantecadas son el postre más típico y reconocido de la localidad y de todo su entorno, que se asemeja a una magdalena o un sobao pasiego, pero con un sabor especial, ese que le otorga el mimo en su elaboración y la frescura de sus ingredientes -principalmente mantequilla, huevos, harina y azúcar-, unido a la larga historia y tradición que atesora. Y es que se trata de una receta bicentenaria, cuyas primeras referencias se remontan nada menos que a 1.800, y que la convierten en singular, o más bien en inimitable, como reza el lema de su envoltorio.
Su actual dueño desconoce el nombre del antepasado que la creó, y que sin esperarlo convirtió a este pequeño bizcocho alargado en un dulce legendario, y a este negocio en uno de los más ilustres de Bizkaia. A José Julio le desveló el secreto familiar su propio padre, Javier, hace medio siglo, a quien relevó en el negocio tras su fallecimiento, en 1983, estando al frente en ese momento su tía Felisa, la tía Pele, con quien estuvo mucho tiempo mano a mano haciendo la masa, controlando el horno y atendiendo a la clientela.
Al igual que ella, este confitero no piensa en ningún momento en bajar la persiana. Casi por obligación, para mantener vivo el legado, pero también porque es lo que da sentido a su vida. Tiene 62 años y es consciente de que nadie se hará cargo de su obrador, en el que trabaja de sol a sol, para poder mantener viva la tradición y que no pase a formar parte del recuerdo de los habitantes de Orduña.
República Dominicana
«Yo estaré aquí como mi tía, hasta que fallezca. Como autónomo, estaré haciendo mantecadas hasta que la muerte nos separe», declara con una medio sonrisa y bastante resignación. «Estoy soltero, no tengo hijos ni sobrinos, así que no va a quedar más remedio», añade, mientras sentado envuelve mantecadas, una a una, como cada día.
Unos dulces que vende durante todo el año, aunque más en las festividades de la localidad, «en 'Ochomayos', el día de la Coronación, el de Nuestra Señora de la Antigua...», relata. Pese a la crisis, Badillo asegura que su clientela «más o menos» se ha mantenido, y aunque él, como el resto, está sufriendo el encarecimiento de los precios, tanto de la luz (mantiene su horno en funcionamiento unas tres horas diarias), como de las materias primas (una caja de 30 docenas de huevos antes le costaba 40 euros, y ahora 56), el kilo de mantecadas (24 euros) no lo toca desde hace dos años. «Ya veremos si lo subo, no lo sé».
Este manjar esponjoso tiene una gran fama. Todavía sigue enviándolo a algunos domicilios en Madrid. La tía Pele se encargaba de promocionarlo y llegó a encontrárselo a más de 6.500 kilómetros de distancia. «Una vez fue a hacer una visita a Puerto Rico, y de ahí pasaron a la República Dominicana. Fueron a la Casa Vasca a tomar un café y le dijeron, 'le vamos a dar algo que nos han traído'», relata su sobrino. Boquiabierta se encontró con una caja de sus propias mantecadas, que habían cruzado el charco sin su propia dueña saberlo.
La historia de estas mantecadas de Orduña están llenas de curiosidades, y una de ellas es que esta receta secreta de confitería artesanal, sin ningún aditivo, fue utilizada como la primera prima a terceros en el fútbol en España. En concreto fue un kilo por jugador, en 1930, y lo desveló muchos años después el periodista y escritor Lucio del Álamo, en un artículo de opinión que llevaba su firma en el periódico deportivo Marca.
El de Amurrio fue también futbolista. Jugó en el Valladolid después de disputar varios partidos amistosos con el Athletic. Antes, había formado parte de la primera plantilla del Círculo Artesano, conjunto de su localidad que hace 92 años se llevó este suculento premio por firmar un triunfo ante el Padura de Arrigorriaga, que permitió al Club Deportivo Orduña ascender a Tercera Preferente. Esta última entidad no dudó en obsequiar a sus colegas de profesión con una caja de mantecadas a cada uno de los integrantes del equipo. Un dulce que sigue conquistando a propios y a extraños, y que José Julio seguirá fabricando hasta que la salud y la vida se lo permita.
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