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Pedro Asua Zubiaur murió con solo 21 años. Había combatido en favor de la República, en el batallón Zabalbide, encuadrado dentro del Ejército de Euskadi, y una vez capturado, fue enviado como prisionero a un pelotón de trabajo, con base en Jaca. Antes había pasado ... por el campo de concentración de Miranda de Ebro y por Asturias. Pedro fue víctima de una traición.
El 28 de enero de 1938 fue denunciado por dos personas que consideraba de su confianza: dos soldados nacionales que le conocían y que le habían visitado en el lugar donde estaba recluido. Solo diez días después, el 7 de febrero, fue fusilado tras ser sometido a un juicio sumarísimo. ¿Su delito? Decirle a los que consideraba sus amigos que «los rojos ganarían» y que entonces «todos regresarían a casa».
Pero Pedro nunca volvió a Galdakao. Varios reclutas del bando sublevado le arrebataron la vida junto a una tapia de la localidad oscense tras ser delatado y acusado de rebelión. Su cuerpo fue tirado a una fosa común. La misma que los expertos de Aranzadi han estudiado en los últimos meses para hallar y clasificar sus huesos. Ayer exhumaron sus restos, que el mes que viene serán devueltos a su familia. De esta forma, se cerrará un círculo. Asua Zubiaur podrá descansar en casa, en el cementerio de Elexalde. En un camposanto que, paradojas de la vida, se levantó en terrenos que eran propiedad de sus abuelos.
La recuperación de los restos de Pedro (y también de su memoria) ha sido posible gracias a la labor del Gobierno vasco, el Ayuntamiento de Galdakao, del historiador Ander Aperribai, de una sociedad memorialística local, de sus allegados y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. El alcalde de la localidad, Iñigo Hernando, mantuvo hace unos meses una reunión con su homólogo en Jaca. Ambos acordaron que había que traer al miliciano de vuelta a casa.
La de Pedro es la historia de un joven que fue fusilado en tiempo récord, tras ser acusado de un supuesto delito de rebelión por una simple charla que mantuvo con dos conocidos. La denuncia (contenida en apenas diez líneas) fue presentada por Basilio Astarloa y Miguel Orbezua, soldados del Regimiento San Marcial. Posiblemente eran vascos o navarros. Y puede ser que conocieran al miliciano de Galdakao por su procedencia.
El documento histórico de la denuncia se puede encontrar en el archivo de la Biblioteca Virtual del Ministerio de Defensa. Dice así: «Que con motivo de ir a hacer una visita a un conocido de ellos, llamado Pedro Asua, éste les dijo que Teruel era de los rojos el día 21 de diciembre. Y que Huesca estaba cercada y que para marzo, con el triunfo de los rojos, marcharían todos a casa. Que todo esto que denuncian se lo hicieron presente al Teniente de la Compañía, el que les indicó que formularan la presente denuncia en Falange, los que a la vez les mandaron a este Gobierno Militar».
A partir de aquí, en sólo diez días, se monta un juicio sumarísimo. Pedro niega los cargos de rebelión y propaganda. Alega en su defensa, incluso, que pudo continuar la guerra huyendo a Santander pero que no lo hizo y que nada quería saber del conflicto. Fue en vano. Condenado a la pena capital, fue ejecutado el 7 de febrero de 1938.
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