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Marina León
Martes, 25 de enero 2022, 23:03
Elsa García Lizundia tiene el privilegio de poder decir, a sus 55 años, que ha vivido siempre de la música. Reside en Zeberio, en el barrio de Gorositu, en un caserío que reformó con sus propias manos y que se ha convertido en su «remanso de paz» y el lugar perfecto para practicar con su saxofón, «siempre dentro de casa para no molestar», asegura. Se mudó en 1999. «No sabía ni dónde estaba Zeberio». Nació en Trapagaran, junto al funicular, y podría decirse que la música le ha acompañado siempre. Ya de pequeña era autodidacta con la guitarra y cantaba en la iglesia junto a sus vecinas del barrio de La Escontrilla. Estudió solfeo y después eligió como instrumento el saxofón, a los 18 años, «por una canción pop que sonaba en los 80. Me llamaba la atención un sonido que no reconocía y cuando descubrí que venía del saxo, decidí aprender», y obtuvo la licenciatura en el Conservatorio Superior de Bilbao. «Éramos muy pocas las mujeres que tocábamos instrumentos de viento en mi generación», recuerda.
Antes de que llegara la pandemia, los proyectos musicales ocupaban todo su tiempo y ahora espera «que cojan ritmo de nuevo». Entre ellos, el que más le ilusiona es la banda de jazz conformada únicamente por mujeres, 'Girls in band', que fundó en 2015 cuando trabajaba en la Hacería Jazz Club, en Zorrozaurre. Este grupo nace con la intención de homenajear a Juan Claudio Cifuentes, «uno de los grandes difusores del jazz en radio y televisión de todos los tiempos». En aquel momento, «no conocía a chicas que tocasen jazz, y las encontré a todas por internet». Lo particular de este cuarteto, que se centra en el Hard Bop, un estilo de los años 50, es que no son siempre las mismas integrantes. Al piano suele estar Elisabeth Raspal, profesora del Liceo en Barcelona, en la batería la gallega Lucía Martínez o Naima Cuña, y al contrabajo Magalí Datzira. «Cada vez hay más mujeres, pero antes no era fácil dar con ellas, así que les llamo a todas y vamos las que estamos disponibles», comenta . Y recuerda que en el debut del grupo «no nos dio tiempo ni a hacer prueba de sonido, y fue uno de los mejores conciertos de mi vida.
Con este proyecto «quiero visibilizar a cientos de mujeres que no fueron nunca reconocidas en la música, en concreto en el mundo del jazz». La situación sanitaria se ha llevado por delante los 'bolos' que tenían previstos y la última vez que se subieron al escenario fue el pasado agosto, en Galdakao y Elorrio, en el ciclo de conciertos del primer Jazz Ibiltaria «que gestioné yo misma».
Su vínculo con la música va más allá de los instrumentos. «Me encanta bailar y en las actuaciones me di cuenta de que se me escapaban los pies. Empecé a indagar sobre el swing y se me abrió un mundo cuando descubrí el Lindy Hop, un estilo de baile con música jazz tradicional que decidí traer a Bilbao», apuntó. Hizo un primer evento hace seis años para que el público lo probase en un pabellón en Garabia y «llenamos el aforo». En aquel momento «fue por amor al arte, pero quiero seguir con ello», añade.
Esta instrumentista, con su saxofón bajo el brazo, ha recorrido decenas de bandas, como la de Barakaldo, la orquesta Cayena, que actuaba el antiguo Hotel Aranzazu de Bilbao, el conjunto Carrousel de Bilbao o la fanfarria Júpiter, además de grupos de pop rock como 'Dinamita pa los pollos'. Tocó
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