![Desalojo en Artea: «Nunca pensé que mi ex podría llegar al extremo de quitarme la casa con tres hijos»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202205/05/media/cortadas/artea-kQxD-U16018963911331WH-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Marina León
Jueves, 5 de mayo 2022, 08:18
Itziar Baliñas ha estado estos días hecha un manojo de nervios. Esta vecina de Artea vivió ayer una de las situaciones «más complicadas» de su vida. Su actual exmarido, de quien se divorció hace cinco años y con quien comparte al 50% la titularidad de ... la vivienda familiar ubicada en el número 18 de Astuibekoa, solicitó el desalojo de Itziar, que se hizo efectivo a las tres de la tarde. Durante este tiempo, ella ha vivido en el domicilio junto a su hija de 19 años y sus dos mellizos de nueve. «Él no ha asumido el divorcio y lleva intentado boicotear y hacerme daño todos estos años, pero nunca pensé que podría llegar hasta el extremo de quitarme la casa», cuenta.
Cuando el matrimonió se divorció, en 2017, «a mí se me concedió el uso de la vivienda durante un año, solicité una ampliación de un segundo que me adjudicaron en enero de 2021», explica. «Pasado ese tiempo yo ya estaba harta de decirle que quería comprar su parte y no solicité la renovación del uso de la vivienda. Puse otro proceso en marcha, el de la disolución patrimonial, para así poder romper cualquier vínculo y vivir tranquila», relata. Fue ese momento el que su exmarido aprovechó para pedir el desalojo y el juez aceptó. «Lo que ha hecho ha sido demorar los procedimientos no entregando la documentación para que llegase el día de hoy», lamenta. Y asegura que no logra comprender que «para hacerme daño a mí, esté pasando por encima de sus propios hijos. Él vive de alquiler en otra casa desde que nos divorciamos y lo que pretende es seguir ahí y tener esta casa cerrada, únicamente por verme a mi fuera», detalla.
Con el objetivo de no verse obligada a irse, «le ofrecí una compensación económica, comprarle su parte o, si no, vender la casa, lo que fuera, pero no aceptó», señala esta mujer de 51 años que trabaja como administrativa en Osakidetza. «Mis hijos se han criado aquí, están encantados con su vida en Artea y ahora no entienden lo que está pasando. Durante estos días se han dormido llorando», se duele.
Los vecinos de la localidad arratiana se volcaron ayer con la familia. A las 10.30 horas hubo una concentración frente al Ayuntamiento y a las doce y media cerca de un centenar de personas se agolparon frente al inmueble tras unas pancartas que pedían «justicia» para esta madre y sus tres hijos.
Al frente del grupo estaban las hermanas de la afectada. «Llevamos desde 2018 intentando comprar la vivienda, ofreciéndole el máximo que tasaba el Gobierno vasco, ya que era de protección oficial, pero no hay quien negocie con él, solo ha querido imponer y pisar», cuenta una de ellas. «Aquí nos conocemos todos, somos una piña y nos parece muy triste lo que les ha tocado sufrir», subraya Marijo Haro, una de las vecinas. Desde el Ayuntamiento lanzaron un mensaje de «apoyo y afecto» hacia la familia y animaron a los vecinos a concentrarse de manera pacífica para detener una acción judicial «que deja a estas personas en una situación de especial vulnerabilidad», detallan fuentes municipales.
Ante un fuerte despliegue de la Ertzaintza, ninguna muestra de apoyo y resistencia fue suficiente. Tras unos minutos de negociación, pasadas las 13.30 horas, la comitiva judicial comunicó la decisión. «Me han quitado el uso total de la vivienda a mí, los críos sí pueden quedarse, pero en mi semana de custodia, como no puedo acceder, nos proponen que la mayor cuide de los pequeños. Algo inviable porque mi hija está en la universidad, no puede atender a sus hermanos», señala la madre. «Cuando nos separamos me dijo 'me lo vas a pagar de por vida', y eso es lo que intenta hacer. Siempre he querido llegar a acuerdos y alejarme de cualquier conflicto, pero no me ha dejado». Minutos antes de que el cerrajero y agentes de la Policía autónoma accediesen al domicilio, la mujer confesaba que ya no estaba nerviosa ni tenía ningún tipo de miedo. «Lo que siento es dolor y decepción».
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