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Un joven fallecido al tirarse por la ventana para escapar del fuego, 33 vecinos sin hogar por riesgo de colapso y con mucha incertidumbre sobre cuál va a ser su destino. Los residentes en los edificios desalojados de Kareaga Goikoa de Basauri creen que el ... incendio que se desató la tarde del viernes era una tragedia anunciada «que se podía haber evitado». Los edificios, con unas 40 viviendas de casi un siglo de antigüedad, llevaban cuatro décadas fuera de ordenación, esperando su derribo o un plan de regeneración que se dilataba, sin admitir obras de conservación de calado, lo que según denuncian, les abocó a un deterioro sin precedentes.
Aunque el Ayuntamiento realizó diferentes requerimientos desde 2003 instando a los residentes a que realizaran algunas reparaciones -rasear zonas que se desprenden, limpieza de residuos o canalización-, e incluso colocó una visera de forma subsidiaria en el número 5 para evitar la caída de cascotes, no autorizó grandes reformas. Los vecinos se quejan de que al menos desde 1995 solicitaron realizar intervenciones en fachada y otros elementos que siempre fueron denegadas. «Tuvimos que cambiar las ventanas sin licencia porque no nos la daban», relata una vecina. Incluso tapiaron partes del inmueble para evitar el acceso de okupas. Carlos, el joven fallecido, les ayudó.
Se da la circunstancia además de que un informe del arquitecto municipal del año 2015 al que ha podido acceder este periódico ya advirtió de que el edificio que se calcinó había llegado «al final de su vida útil y debería ser sustituido a corto o medio plazo». «Se encuentra en malas condiciones de seguridad, con defectos serios de conservación en la fachada norte que provocan grandes humedades y existe un riesgo serio de colapso», relató el funcionario, que apuntó también que por la situación administrativa del inmueble «solo resulta posible la ejecución de pequeñas obras de conservación, higiene y ornato, pero no así de reparación, reforma, consolidación, aumento de volumen o modernización». El experto recomendó requerir a los propietarios, así como a la Brigada de Obras, a realizar algunas pequeñas mejoras en el edificio, de planta baja, tres alturas y sótanos. Su dictamen fue solicitado, precisamente, por una de las familias propietarias de un bajo en el número 5, que se vio obligada a apuntalar uno de los sótanos para que no colapsara el suelo de su casa.
El Consistorio lleva años preparando una regeneración que incluía realojos de los inquilinos de toda la fila de inmuebles - del 1 al 7, que han sido declarados en riesgo de colapso tras el incendio- y que «no ha llegado a tiempo», denuncian los afectados. El Gobierno vasco renunció a participar en el plan. El PP llevaba años pidiendo medidas urgentes.
En agosto de 2019 los técnicos habían recomendado, que, como se hizo en Azbarren, otra zona degradada, se fuesen adquiriendo dos propiedades al año para sacar de allí a los vecinos cuanto antes. Al final, en mayo, se realizó por unanimidad una modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana para dotar de mayor edificabilidad a una parcela en el barrio de Bizkotxalde y desbloquear la construcción de una promoción para realojarles.
Al parecer, el incendio se originó en uno de los sótanos deshabitados por causas que aún se investigan. Los vecinos del bloque número 5 denuncian que en los tres últimos meses se habían producido otros dos. Bomberos, técnicos municipales y de la Ertzaintza revisarán hoy los edificios. El Consistorio ha anunciado que prorrogará la estancia de los vecinos realojados en hoteles de Arrigorriaga y Barakaldo «el tiempo necesario», aunque entre ellos reina el desasosiego. «No sabemos hasta cuándo podremos estar aquí, si podremos volver a por las escrituras y documentos importantes, si el seguro responderá...», relataron ayer.
La víctima del brutal incendio del viernes, que se arrojó del tercer piso huyendo de las llamas, se llamaba Carlos y tenía 41 años. Ejerció como policía en su país natal, Venezuela, de donde se acabó exiliando hace unos pocos años. Buscaba una vida mejor. Había pedido asilo político y en abril obtuvo un NIE provisional. Pasaba mucho tiempo en el bloque incendiado de Basauri, donde había forjado una gran amistad con al menos dos familias. El amigo con el que se encontraba en el tercer piso está destrozado. No pudo hacer nada por él. «Era un joven maravilloso, una grandísima persona y todos le queríamos muchísimo», relató la abuela de los pequeños rescatados por los bomberos.
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