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Las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) son uno de los servicios que más impacto genera en pacientes y familiares cuando acuden por primera vez. Los cables y el trajín de profesionales puede resultar abrumador. Para mitigarlo, en el hospital de Galdakao-Usansolo llevan años aplicando medidas centradas en humanizar las relaciones personales que se dan en este espacio sanitario.
Este interés nació en 2016, durante una guardia de Virginia Arnaiz, médica intensivista, y Maite Esteban, auxiliar de enfermería de la UCI. «Vimos que el horario de visitas era muy escueto: de doce de la mañana a dos de la tarde y de ocho de la tarde a nueve de la noche». Su intención era ampliarlo. Elaboraron un estudio -publicado más tarde en la revista de la Sociedad Española de Medicina Intensiva- preguntando a trabajadores y familiares y vieron que existía ese interés por aumentar las horas de visita.
Aquel fue el germen para empezar a mejorar la unidad en cuanto a cuidados a pacientes, familias y profesionales. Una tarea a la que también se unió Ainara Arana, supervisora de enfermería de la UCI. El horario de visitas se amplió entonces hasta las siete horas diarias y en la actualidad funciona ininterrumpidamente de doce de la mañana a nueve de la noche. También ha crecido el número de familiares que pueden acudir a la UCI cada día.
Pero más allá, notaron que «había muchos temas que mejorar para humanizar la UCI», apunta Esteban. En lo que respecta a los pacientes, se normalizaron los paseos por el exterior del hospital y se organizó alguna visita de sus mascotas; se eliminaron las contenciones mecánicas y se asignó un fisioterapeuta y un psiquiatra en a la unidad, para optimizar su recuperación.
En 2024, 1.300 pacientes fueron atendidos en la unidad. Su paso por el servicio no finaliza una vez que pasaron a planta o fallecieron. En el primer caso, «hacemos un seguimiento a los más graves para detectar problemas secundarios tras la estancia en la UCI. En el último año se han realizado 72 seguimientos», indica la doctora Arnaiz. Y en el caso de que se produzca un desenlace funesto, también se contacta con la familia «para evaluar cómo está».
Para afrontar estas y otras situaciones de forma más humana, los trabajadores, dos veces al año, reciben «formación en habilidades no técnicas, que la imparten una psicóloga y una enfermera de salud mental, y se enfocan en la comunicación con el paciente, profesionales y familia o cómo dar malas noticias y reforzarlas», describe Arana.
La información y cómo se traslada a los familiares también ha cambiado: antes, se les sacaba fuera si tenían que hacer alguna intervención o comentar cuestiones sobre el paciente, «ahora tienen la opción de quedarse e implicarse» en los cuidados. También se ha elaborado una guía para facilitar su paso por el hospital, donde se les explica «el box, el aparataje que hay, los servicios que puedan ser de interés aquí y en todo el hospital o cómo se organiza el personal», enumera Esteban. Todo esto ha servido para convertir al hospital en el primero a nivel nacional que cumple con 160 medidas de buenas prácticas en humanización de la acreditación máxima que otorga la empresa AENOR.
Las promotoras del proyecto agradecen el reconocimiento y «el apoyo de la dirección, del equipo y del jefe de servicio, Alejandro de la Serna» y se muestran «muy contentas» con el reconocimiento y convertirse en referentes. De hecho, les han contactado de varios puntos de España interesándose por el programa.
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