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La consulta urbanística de Basauri, la primera de esa naturaleza que se convocaba en Euskadi con todas las de la ley, se saldó ayer con un sonoro portazo por su bajísima participación. Pese a estar concebido como un instrumento de democracia directa en tiempos ... en los que se exige transparencia pública, el referéndum apenas movilizó al 18% del electorado. Un total de 6.051 votantes, cuando estaban llamados a hacerlo 33.460 vecinos mayores de edad para aceptar o rechazar un importante proyecto de regeneración del centro del municipio que lleva décadas bloqueado por las discrepancias de los partidos.
El porcentaje de participantes no llegó al 20%, el umbral establecido por el equipo de gobierno que lidera Andoni Busquet (PNV) para dotar de legitimidad el resultado de la votación antes de discutirlo otra vez con la oposición. Ni siquiera se movilizaron todos los votantes del partido jeltzale, que había obtenido el 40% de los votos en las municipales de 2015 -se quedó a un concejal de la mayoría absoluta-.
La escasa movilización devalúa el resultado de la convocatoria, lanzada con esta pregunta: «¿Está de acuerdo con llevar a cabo este proyecto de regeneración urbana de San Fausto-Bidebieta-Pozokoetxe?». El apoyo fue mayoritario -un 73% de síes frente a un 26% de noes-. Pero sólo votaron 6.051 vecinos, 900 menos de los que necesitaba el Ejecutivo local para pasar el corte tras un insólito referéndum urbanístico. Aunque tenía carácter vinculante y estaba autorizado por el Gobierno central, se ha quedado muy lejos de la participación registrada en otras consultas populares, casi siempre convocadas para dirimir segregaciones o proyectos polémicos.
Por ejemplo, la votación organizada por un colectivo social en Usansolo para plantear la desanexión de Galdakao fue seguida por el 72,9% de la población. La consulta sobre la térmica de Boroa, también impulsada por una plataforma, movió al 43% y acabó pasándole factura a la alcaldesa de Amorebieta, Begoña Azarloza, que se había empeñado en poner las urnas en contra del criterio de la dirección de su partido, el PNV. No repitió en las listas.
El 18% cosechado en Basauri se asemeja más a los porcentajes en cuestiones políticas. Las últimas consultas promovidas en Bizkaia por Gure Esku Dago, el colectivo partidario del derecho a decidir, sólo han atraído al 13% del censo.
El primer ensayo de un referéndum pactado fuera del ámbito político se ha saldado con una exigua participación. Una vez que Basauri ha dado la espalda a la consulta urbanística, el alcalde se verá obligado a negociar cambios en el proyecto de regeneración y buscar nuevos apoyos que compensen su precaria situación.
Con un Gobierno en minoría y un tanto desautorizado por la baja participación, al menos a los ojos del resto de partidos, Andoni Busquet deberá ahora recabar apoyos en una oposición que ha preferido ver los toros desde la barrera. Será en todo caso en el pleno del Ayuntamiento, porque pasará mucho tiempo hasta que vuelvan las urnas a la calle para sondear la opinión sobre una obra.
El alcalde sabía que la decisión de consultar a la ciudadanía era «arriesgada», pero quería desbloquear el futuro de esos tres barrios. Sólo encuentra algo de comprensión en EH Bildu, que se abstuvo sobre el proyecto y dio libertad de voto a sus simpatizantes. Pero en Basauri no hay gobierno en coalición entre PNV y PSE, enredados en rencillas que han hecho imposible el consenso después de haberse alternado al frente de la Alcaldía en los últimos años.
Otra cosa es si los partidos han movilizado con fuerza a sus electorados. El desenlace invita a pensar que no, sobre todo en la oposición -le iba menos en el envite-. El PNV ha enviado información, instalado carpas y elaborado un vídeo de apoyo al proyecto con la colaboración de personalidades de la localidad, como el atleta Javi Conde. Pero sin hacer mucho ruido -no ha participado en debates-, no fuera a aventar el avispero de los grupos contrarios a la operación. La pugna sigue, como anticipó ayer el PP, que interpretó la baja participación en «un ‘no’ a la gestión de Busquet». Borrón y cuenta nueva.
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